Era un día normal, como siempre, aburrido,
por azares del destino fui a casa de mi abuela donde me entrego un gran libro:
El libro de Doragon.
Era solo un libro, común a la vista,
sus misterios lo adornaban y muy antiguo parecía.
Un polvillo lo...
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Saura -Quedan muy pocos árboles donde ocultarnos- dijo Fedrick después de doblar su saco de dormir-. Estaremos en constante peligro de ser descubiertos.
En toda la extensión de terreno que había más allá de los árboles casi no había sombras, ya que tampoco había nada que los produjera. No había árboles o construcciones, aunque sí había grandes rocas erosionadas por el viento que con suerte llegarían a ocultar a dos personas. A partir de donde estábamos se acababan los refugios, y aunque el camino tan solo duraría una media hora, sería una media hora en la que estaríamos a merced de satos armados y quién sabe, quizás de alguna extraña criatura. Aquellas rocas resultaban inútiles, esconderse detrás de ellas sería cómo esconderse detrás de una farola. En los días que habíamos estado allí habíamos determinado que el mayor número de traslados de cádaveres se realizaban o a en las primeras horas de la mañana o en las últimas del día, pero eso no quitaba que no hubiese ningún sato circulando, o algún traslado extraordinario. Hacía poco habíamos hablado con Harriet y Theo, nuestra última transmisión. A partir de aquel momento, las cosas salían bien o mal, blanco o negro, sin grises, sin retiradas, pronto sería un ahora o nunca y empezaba a dudar si realmente nuestro blanco sería un blanco. Tenía la sensación de que nos adentrábamos en un jardín de espinos buscando una rosa que empezaba a marchitarse y que quizás fuese una simple ilusión.
Cuando estaba de guardia observé a Libra. Entre sus manos, mientras dormía, apretaba un collar entre sus manos y al fijarme más descubrí que era el collar de Peter. Todo parecía normal, a pesar de la melancolía, pero despertó y murmuró una frase que nunca se me olvidaría:
"¿Y si nuestro destino no es ganar? Quizás sería más fácil ir con Peter y asumir que no somos inmortales" .No supe como responderle, aunque suponí que tampoco era necesario y dudé en si realmente Libra estaba completamente despierta. incluso dudé en si yo estaba completamente despejada, ya que allí, posado sobre la mochila de Libra vi al mismo cuervo blanco que había visto cuando conocí a peter y cuando él... bueno, cuando murió. El cuervo blanco estaba allí de nuevo, presente. Y de nuevo, nadie más que yo parecía verlo, ni siquiera Fedrick, que también estaba despierto.
-Vamos- murmuró Lea. Entre paso y paso el peligro aumentaba y la tierra seca se levantaba del suelo. Estábamos en la mitad del camino e íbamos bastante rápido, pero eso no impidió que en aquel momento pasase un grupo de cuatro caballos, con sus respectivos ginetes satos por detrás de nosotros. No podía estar pasando.
-¡Corred!- gritó Lea- Me quité la capa sata, estaba harta y ya nos habían descubierto, qué más daba. Corrimos por la llanura, estábamos demasiado lejos de los satos y no podían apuntar bien con los arcos. Veinte metros más, sólo veinte metros más para llegar al camino. El castillo se veía cada vez más imponente. Arriba, en los salientes, esculturas de lobos con alas daban un aspecto aún más siniestro. El cielo anaranjado, que debería dar paz y tranquilidad hacía que pareciese un mundo diferente e inquietante. Llegamos al camino, estropeado y cochambroso por el tiempo.
-¡No os vais a escapar!- gritó uno de los satos. Me sonaba su voz. Me giré un instante para observar quien era y mis sospechas fueron confirmadas. Se había quitado la máscara y vi claramente a David, que abrió los ojos como platos al verme y bajó el arco. Seguimos corriendo y flechas volaban hacia nosotros. Me acordé de la cara de Theo cuando huímos de Saska, me dijo que su hermano estaba en el otro bando y su expresión era de una tristeza infinita. Su hermano y él, su historia, se parecía a la de Melody y Peter, aunque David parecía dudar del bando en el que se encontraba. Seguí corriendo, el camino se volvió aún más estrecho. Reducimos el ritmo y caminamos lo más rápido que podíamos. No sé como lo hice, pero tropecé, perdó el equilibrio y... caí. -¡Saura!- gritó Libra e intentó agarrarme pero ya era demasiado tarde. Grité instintivamente. Me adentré en el río y la corriente hizo que me golpease la cabeza contra una roca. Grité y el agua amenazó con entrar en mis pulmones. Ví una roca, un saliente, y me agarré a ella, pero la corriente era muy fuerte. Me hundía y no podía salir a respirar. El oxígeno se acababa. Intenté aferrarme a algo, ppero solo encontré una alga, pero era débil y se desprendió del suelo. Paré de moverme y vi algo amarillento, una cola de pez, una sirena, quizás. Pensé también que quizás fuese un monstruo marino y que mi hora había llegado. Un dolor agudo azotó mi cabeza y me la agarré con las manos. Sentí ganas de gritar y no podía. Recordé la sangre de las calles, el cadáver de aquella hada en el Bosque de los Gritos. Recordé una imagen de los fantasmas y la cara de David cruzó mi mente. Sentía tanta tristeza... Tanta rabia. Una sirena me agarró con fuerza y me llevó a una roca alta, por encima de las amenazas marinas. Volví a la realida con muchísimo miedo y frío. Escupí el agua y respiré hondo. De nuevo, Ámbar había vuelto a salvarme. - Eres mi ángel de la guarda- bromeé sacándole una suave risiñña - Queremos que la guerra cabe, y también el mínimo número de víctimas posibles. Los satos tiran los cadáveres al mar y ya hay muchos. Nosotras los recogemos y los llevamos a la costa para entregarlos. Ningún ser vivo mereces que lo tiren al mar.- dijo con su voz melódica y mágica. Se sentó a mi lado. - ¿Cuántos muertos hay al día?- pregunto. -Cientos. -¿Qué zonas han sido afectadas? -Casi todo Zodíaco y algunas zonas de Alconticoi.
Tenía miedo de que no lo consiguiesen, de vivir en un mundo donde tarde o temprano terminaría en esos montones de cadáveres.
Esperaba que llegasen, que rompiesen el libro, esperaba que la guerra parase. De nuevo, los recuerdon me azotaron. Y si... no, no lo creía. Aquel golpe no me había hecho nada, imposible, aunque me sentía diferente. -Prepárate, vuelves a casa. -¿Nadando? -Exacto. Nadando de portal en portal.
Hablamos un poco más, cuando Ámbar dijo:
-Sinceramente, a veces dudo quienes son los malos. Sí, es ciero, los satos asesinan y sus métodos son crueles, pero en parte tienen razón. La reina nunca ha sido justa, y siempre ha tenido muchos secretos...
Entonces, nadando vuelta a casa pensé: «-¿Quiénes son verdaderamente los malos?»
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AY KHE EMOSIÓN KHE ZOLO KHEDAN DOH KAPITÚLOH.
Gracias a todos mis pocos lectorcillos, por motivarme cada día a seguir escribiendo <3