El Regalo.

223 5 0
                                    

Isabel estaba un poco confundida. Se puso a pensar acerca de la palabra ''gustar''.  Recordó que el año pasado ella tenía una amiga que le gustaba un niño del otro grado... En ese momento,  Isabel no sabía que era eso de ''gustar'' Así que le preguntó a su amiga sobre eso.

—¿Qué es gustar? ¿Cómo sabes que él te gusta? —Preguntó Isabel a su amiga. 

—Pues verás... Cuando a ti te gusta alguien, tú lo quieres, ¿ya? Quieres estar todo el tiempo con él, estar juntos, salir y ser felices... Yo sé que él me gusta, porque siento todo lo que te dije, quisiera estar siempre a su lado.

__________________

Al recordar ese día, todo lo que le dijo su amiga, se lo preguntó a ella misma, pues... Ella sentía que lo quería desde antes, como si ya lo hubiese querido, pero no lo recuerda. Sentía la leve necesidad de acompañarlo, no de la manera hostigosa, si no... Bueno, no entendía muy bien como. Llegó a la conclusión de que le gustaba un poquito porque en sí, no quería estar todo, todo el tiempo con él, pero si quería estar a su lado, esto es muy confuso y más para ella.

—No lo sé mamá. —Respondió Isabel confundida. Se dejó caer completamente en la cama.

—¿Lo quieres?

—Supongo que sí. —Isabel se volvió a sentar en la cama.

—Pero si eres tan joven... ¿Cómo sabes lo que es querer? —Preguntó su madre, acariciándole el cabello.

—Sé lo que es querer porque lo siento. Así como te quiero a ti y a mi papá, creo que lo quiero a él también.

La madre se quedó sin palabras... Pues es verdad, los niños también quieren, la forma es la misma... No supo qué responderle.

Isabel sonrió un poco, se sonrojó y miró a su madre... Ella la miraba con delicadeza, la mirada del más puro amor, el cual no tiene malicia ni maldad. Isabel abrazó a su mamá. 

—¿Ahora puedo ir a verlo? —Le preguntó Isabel a su madre. —¿Sí?

—Bueno, está bien.

Isabel se puso feliz, se animó a ir a almorzar, bajó y almorzó feliz. Su madre sólo la observaba con curiosidad, no sabía si dejarla, o no... Tenía miedo de que la hicieran sufrir desde tan joven, pero no le dijo nada, sólo se guardaba eso para ella.

Isabel al terminar, subió de nuevo a su cuarto y se puso a ver televisión, su madre la estaba acompañando. Pasaron las horas, y... Como a las cuatro de la tarde, se escuchó la bocina de un carro, Isabel creyó que era la de el carro de su padre, así que salió  a su balcón a ver si ya había llegado y vio que era un carro que entraría a la casa de Jhan. 

—¡Ya llegó! —Exaltó Isabel feliz.  

—¿Quién, tú papá? —Preguntó la madre de Isabel. Ella entró de nuevo al cuarto.

—No, Jhan. —Respondió Isabel, se colocó los zapatos. —Ma, voy a ir ya.

—Espera, apenas llegaron. —Comentó la madre de Isabel.

—No importa, iré a verlo.

Isabel salió de la casa y fue a la de Jhan, pidió permiso a los padre de él para verlo y la dejaron, fue al cuarto de él, cerró la puerta... Pero Jhan no estaba en su cuarto, así que se asomó al balcón y ahí lo vio, estaba sentado mirando al balcón de ella. En su mano, tenía lo que  parecía ser la nota que ella vio en su mochila.

El destino: La leyenda del hilo rojo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora