La Fiesta.

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—Nada papá, solo vi algo y ya, descuida.

—Está bien, ve a comer. —Respondió su padre. —Hoy me voy, Isabel. 

—¿Hoy? ¿Vas a Argentina o Indonesia? 

—Indonesia, después iré a Argentina y en vacaciones vendré a visitarte. 

—Vale. 

Isabel fue a comer, después subió a su cuarto y se cambió. Se acostó en su cama mirando al techo y se puso a pensar. Detalló de nuevo la actitud de Azul, no dejaba de preguntarse el porqué actúa tan raro. ''¿Será que es adoptado y le da pena que lo sepan? ¿Por qué no deja que nadie sepa su nombre? él es tan lindo conmigo... Pero, ¿Por qué soy la única chica con la que él habla? Él es frío con todos, entonces ¿Por qué conmigo no?'' Todas esas preguntas surgieron. Isabel se paró y se asomó escondida en el balcón, Azul no estaba ahí, las puertas estaban cerradas. 

—¡Isabel! —La llamó su tía. —Tu padre ya se va, baja a despedirte. 

Isabel bajó y se despidió, salió a acompañarlo hasta el carro, ella no irá al aeropuerto por las tareas que tiene.

—Tía quiero dar un paseo por los alrededores, sólo he ido hasta aquel parque. ¿Puedo?

—Claro que sí, chiquilla. 

Isabel fue más allá, iba mirando las casas, los jardines, las fuentes, todo lo que se le cruzara. Ya cuando observó todo, se iba a devolver a su casa, hasta que escuchó la voz de Azul, parecía hablar por celular. Isabel se escondió en un muro cerca al primer parque. 

—No, madre. —Iba diciendo Azul y se sentó en una banca de ese parque. —No quiero ir, ya estuve aquí mucho tiempo, me acostumbré a esto. Lo siento, pero si quieren, vengan ustedes.

¿¡Estoy espiando!? ¡Soy una maleducada! —Se replicó Isabel mentalmente. —Pero ya no puedo salir, se daría cuenta. ¡Ah! 

Madre, lo sé, fui hace poco, pero ya no quiero volver. —Seguía hablando Azul. —Lo siento, voy a colgar. 

Isabel estaba recostada en ese muro, si se movía, Azul podía verla. Él empezó a sentir que alguien estaba cerca. Empezó a buscar sentado, hasta que Isabel pudo escabullirse y salir por otro lado. Isabel tuvo que pasar por el parque de nuevo, pero esta vez como si estuviera caminando normal, Azul la vió.

—Con que eras tú. —Comentó Azul al verla pasar. 

—¿Eh? Pero si yo vengo de allá. —Señaló Isabel un poco inquieta. —No entiendo de qué hablas.

—Ven, siéntate. —La invitó Azul. Isabel fue y se sentó al lado de él.

—Ya, ¿Debes decirme algo? 

—No, sólo mostrarte que no estaba equivocado. —Azul señaló la suciedad del suelo en el pantalón de Isabel. —Eras tú la que estaba por ahí.

—¡Lo siento! ¡Lo siento! —Isabel se sonrojó. —No quería hacerlo, pero pues... Ay, ¡Lo siento!

—Ya, ya... —Azul tomó suavemente la nariz de Isabel. —Te perdono, pero si me acompañas esta noche a una fiesta. 

—¿A una fiesta? Pero... ¿De quién o qué?

—Un amigo está cumpliendo años, me invitó y no quiero ir solo, me aburro. —Comentó Azul. —Vamos.

—Pero yo no conozco a tu amigo, me da pena. —Respondió tímida Isabel.

—No importa, le diré que eres mi novia. Sí estás de acuerdo. 

—¿Novia? ¿Qué? —Isabel se comenzó a sonrojar. 

El destino: La leyenda del hilo rojo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora