Adiós.

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Isabel lo miraba un poco sorprendida, por dentro, ella temblaba, era una decisión difícil de tomar, dejaría atrás a su ''familia'', pero... Estaría con él. Samuel al ver el shock por el que atravesaba Isabel, se acercó a ella y tomó sus manos.

—Sé que es muy repentino, pero... Ten en cuenta que eres menor de edad, y sí no te escapas conmigo, te irás de nuevo de mi lado. —Comentó Samuel con voz débil.

—Sí, pero, ¿Dejarías en serio todo atrás? —Isabel miró los ojos de Samuel. —No pienses tanto en mí, piensa en tu futuro. Los dos somo jóvenes, el dinero que poseemos es de nuestros padres, ¿Qué haremos los dos sin dinero para comer? 

—Isa... Me dices que piense en mi futuro, pero... ¿Cómo puedo imaginarme un futuro, si no estás a mi lado?

—Samuel, ¿Y si me dejas de amar? —Preguntó fríamente Isabel. 

—Sabes, no sé tú, pero, con el pasar de los años, pensé que podría amar a otra persona, intenté olvidarte, quería dejarte de amar porque lo peor que podía sentir era querer darte un abrazo y no poder, era una impotencia desesperante.  Por eso, quería dejarte de amar, pero mira, 7 años después y aún sigue mi amor intacto por tí. ¿Crees que dejaría de amarte? —Respondió Samuel con la voz entrecortada. —Creer que algún día te volvería a ver, era lo que me mantenía con esperanza, aunque lo veía lejano... Y, el día que te vi, en ese parque... Juro que volví a sentir mi corazón latir con esa fuerza. Isabel, esta decisión para mí no fue fácil, pero no dejaré que te vayas de mi lado, no volveré a morir en vida... A menos de que tú no quieras, de ser así, no te mantendré aquí.

El frío de la noche alimentaba los nervios de Isabel, pero el amor tan cálido de Samuel, amortiguó lo que sentía. Estaba a punto de dar el gran paso, de decidir por primera vez algo que influiría en su vida. 

—Samuel... Confío en tí. Sólo te pido que no me dejes de amar. Renunciaré a todo por tí, me iré contigo. —Isabel sonrió. —No quiero irme de tu lado.

—Me acabas de hacer el hombre más feliz del mundo... —Samuel abrazó con todas sus fuerzas a Isabel. —Te juro que no te dejaré de amar, siempre estaré contigo. 

—Pero... ¿Y la ropa? —Preguntó Isabel. 

—¿Tu tía sabe que estás aquí?

—Ah, pues... Sí, pero podemos confiar en ella, no le dirá nada a mi papá. 

—Bueno, entonces ve a tu casa, habla con tu tía, yo hablaré con mi abuela, y... Nos vemos aquí a las 8 de la mañana, no te preocupes por nada, te esperaré. 

—¿Y tus padres? —Preguntó Isabel.

—Mi papá me apoya en todo, y con él llegué a esta decisión, así que él me ayudará a que mi madre no me moleste por eso. Sólo falta que tú hables con tu tía.

—Está bien, aquí estaré también. 

—Te voy a acompañar a la entrada de la unidad, no dejaré que te vayas sola. —Comentó Samuel.

Él y ella se fueron, Isabel entró a su casa, su tía estaba dormida en el asiento. La casa olía a cigarrillo, Isabel cobijó a su tía y subió a su cuarto, Empacó toda su ropa y se recostó en la cama, quería descansar un poco.

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Pasaron dos horas, Isabel se levantó de nuevo, no pudo dormir mucho. Ya eran las cinco de la mañana pasadas. A esa hora se levanta su tía a hacer el desayuno y despachar a Isabel para ir a la universidad. La tía de Isabel entró a la habitación de ella y encontró las maletas a un lado de la ventana; Isabel estaba en el baño. 

El destino: La leyenda del hilo rojo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora