El Secreto.

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Al terminar Jhan, la miró y la observó sorprendida, el cabello le cubría la cara. Él se empezó también a sentirse avergonzado, se sonrojó porque pensó que a ella no le había agradado, además de pensar que ella no le correspondía y que estaba haciendo mal.

—P-perdoname, no lo volveré a hacer. —Comentó Jhan algo entrecortado bajando la cabeza. 

—¡Eres un tonto! —Exclamó Isabel pegándole un puño en el brazo. —No lo vuelvas a decir o te golpeo el brazo que tienes lastimado.

Jhan subió de nuevo la cabeza y la miró... Ella tenía esa expresión, estaba enojada pero avergonzada al mismo tiempo y él sabía porque ella se pone así, por lo que dedujo que ella era grata de su compañía.

Jhan sonrió, colocó su mano en el cabello de Isabel y lo acarició levemente.

—Está bien, no lo volveré a decir. —Comentó Jhan. 

Jhan e Isabel compartieron un pequeño rato, hasta que la madre de Isabel la llamó al celular para que se fuera a la casa. Se despidió de Jhan y salió.

Al llegar, la madre de ella se estaba arreglando, tenía puesto un vestido negro ceñido, el cabello liso y con las puntas onduladas, un leve maquillaje y zapatos de plataforma.

—Má, ¿A dónde vas? —Preguntó Isabel un poco extrañada.

—Ese no es tu problema, simplemente saldré. —Pronunció severamente la madre de Isabel, cambiando la actitud de hace poco, ahora estaba seria, cortante y rara. —Dile a tu padre que estoy en el trabajo, adiós.

Y salió de la casa, Isabel miró por la ventana... La vio entrar al carro de ella con una risa muy extraña. De momento, Isabel estaba confundida, ¿Por qué cambió tan de repente? Se preguntó. 

La niñera de Isabel se acercó a ella y le acarició el cabello.

—¿Por qué se comporta así? Sí ella estaba bien conmigo. —Le preguntó Isabel a su niñera. 

—Cariño, es algo normal en las personas que padecen ese mal. —Comentó imprudentemente su niñera. Se tapó la boca en señal de su error. 

—¿Eh? ¿Cuál mal? 

—Bueno, niña Isabel... Se lo diré pero no puede decirle esto a nadie, solamente, tu padre, tu madre  y yo sabemos esto. —Respondió la niñera. 

La llevó a su cuarto y hablaron allí.

—Ahora sí, dime que mal padece mi madre. —Reclamó Isabel.

—Ella padece trastorno bipolar. —Respondió la niñera. Colocó una expresión desesperada. —Niña Isabel, no le vaya a decir nada a nadie, prometelo.

—Sí, lo prometo, pero... Explícame sobre eso. Lo he escuchado pero no sé que implica. 

—Pues ella puede pasar de ser la mujer más dulce y tierna del planeta, a ser fría, cortante, estar enojada. Ella no se da cuenta de ese cambio y cree que es normal. Debe estar preparada para todos sus cambios ya que ella cree que eso no es nada, pero en realidad es muy peligroso. Esa enfermedad mental a ocasionado bastantes sucesos.

—Oh por Dios, con razón. —Isabel suspiró y se dejó caer en la cama. —¿Y por qué nadie me lo había dicho?

—Tu padre pensó que era lo mejor... Que así nadie sabría y eso era bueno. Sólo eso pronunció.

—No lo puedo creer. —Replicó. —Es estúpido que ni siquiera su propia hija supiera... Y yo pensando que mi madre no me quería. 

—No, no es eso... Así que trate de entenderla, por favor.

—Bueno, está bien, iré a mi cuarto. 

Isabel salió y se encerró completamente en el cuarto de ella. Encendió su computador y empezó a investigar sobre el trastorno bipolar. 

Quedó impactada con la gravedad de esa enfermedad, se asustó bastante al ver que eso podría desencadenar cuadros depresivos tan grandes que llevasen al suicidio. 

Todo el día se la pasó leyendo sobre eso, hasta que en la noche, el padre de Isabel llegó a la casa. Isabel salió de su cuarto y fue a saludarlo, además para aprovechar para hablar un poco con él.

Cuando bajó a la puerta, vio que traía a su madre... Ella estaba totalmente ebria, su esposo trataba de llevarla a la casa pero ella se negaba a dar paso, decía estar feliz y no quería irse a dormir. Isabel salió y la vio más de cerca, se veía muy mal.

—Mamá... ¿Por qué estás así? —Preguntó asustada Isabel.

—Cariño, ve a dentro. —Le dijo su padre. —Tu madre está bien, tranquila.

—Hija... ¿¡Dónde estabas!? —Preguntó exaltada su madre. —¡¡Dime!!

—Aquí, mamá... Aquí. —Respondió. 

—No te ví... ¡Tú no estabas en la casa! —Gritó la madre de Isabel exaltada. —¡Joder!

—¡Ya, Bárbara! Suficiente, vete a dormir. —Interrumpió el padre de Isabel. —Estás haciendo una escena estúpida. 

El padre de Isabel cargó a su esposa y la entró a la casa. Ella estaba gritando que la bajara. Fue una escena loca. Si Isabel no supiera la verdad, estaría más nerviosa y confundida, y fue lo que su padre notó. 

Cuando lograron que la madre de Isabel se quedara dormida, el padre de Isabel fue al cuarto de ella, y habló.

—Hija, disculpa a tu madre, estaba muy ebria. —Su padre se sentó a su lado. 

—Lo sé, no hay de que preocuparse. —Respondió Isabel un poco desanimada. 

—¿Qué sucede, cariño? Estás algo triste. —Preguntó su padre. —Cuéntame. 

—A veces siento que ustedes no me quieren. —Respondió aún más triste. —Es sólo eso, pero son bobadas, lo sé... Entonces iré a dormir. 

Isabel se metió entre las cobijas y se tapó completa. 

—No digas eso, Isabel. —Su padre la desacobijó. —¿Por qué dices eso?

—Porque no me dicen nada, las verdades me las ocultan... Nunca me han dejado hacer nada, siempre estoy aquí... Ustedes pelean siempre. —Respondió Isabel llorando. —¡Todo me lo ocultan!

—Lo sabía, tú también lo sabes, ¿Cierto? —Preguntó el padre de Isabel.

—¿Qué? ¿Que mi madre padece de trastorno bipolar? Si. —Respondió un poco exaltada Isabel. —¿Por qué no me lo dijeron?

—Joder, te lo dijo Kath. —Se quejó. —No te lo dije porque no quería que le tuvieras miedo a tu madre, ella está muy afligida por eso, además, ella también quiere que la sigas viendo igual, como si nada. Es un poco duro tener eso, y siente que tú la puedes dejar de querer, por eso no quería que te dieras cuenta. 

—No va a pasar, aún seguiré amando a mi madre... El hecho es que no me gustó que me lo ocultaran. 

—Vale. —Respondió. —Pero ¿Kath si te lo dijo, cierto?

—Sí. 

—¿Por qué?

—Porque cuando ella me dejó ir donde un amigo, estaba bien conmigo. Pero cuando me llamo para que viniera estaba un poco rara, cuando llegué la vi arreglada y me hablaba muy frío, fue raro, y Kath se vio en la obligación de decirmelo, porque vio lo mal que estaba.

—¿En la casa de un amigo? —Preguntó extrañado su padre. 

—Sí.

—Pero si tú no tenías amigos... —Comentó el padre de Isabel y se paró de la cama. —¿Dónde vive? ¿Dónde lo conociste?

—Vive en la casa de al lado, son los nuevos vecinos, y lo conocí en la escuela, estudia conmigo.

El padre de Isabel salió al balcón a ver la casa de al lado.

—¿Es el niño que está en ese balcón? —Preguntó curiosamente enojado él.

—¿¡Está ahí!? 

—O sea que sí es él.



El destino: La leyenda del hilo rojo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora