Él

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En la cara de Samuel se veía la felicidad, que fue interrumpida con la llegada de Kath, la niñera de Isabel. Samuel se apenó un poco e invitó a Isabel a caminar y hablar.

Los dos fueron hasta una plazoleta la cual estaba sola a pesar de ser un sábado. Samuel empezó a ponerse más nervioso, quería una buena conclusión.

—Isabel... Q- ¿Qué pasará ahora? —Tartamudeó Samuel. 

Ella bajó la cabeza y comenzó a pensar posibilidades futuras, comenzó a imaginar sobre si llegaban a algo. Lo que pasaría sería que... Puede que sus padres se opongan, ya que la justificación de ellos es la edad de Isabel, dirían que no está en edad para ese tipo de cosas.

Siguió imaginando, esta vez pensó en algo bueno, quizá si lo son a escondidas, funciona, pero... ¿Si se llegan a dar cuenta? Se negó rotundamente a esa opción. Siguió pensando... Pero fue interrumpida.

—Isabel... Responde. —Comentó un poco atormentado, Samuel.

—Jhan, perdón, Samuel... ¿No crees que estamos muy chicos para esto? —Preguntó un poco temerosa, no quería oír un sí, más bien un: ''Podemos intentarlo''. 

—No lo sé... —Se paró de la banca. —Nunca había pensado en la edad, siempre he tenido claro que para sentir algo no hay edad, momento o circunstancia.

—¿Qué dirían nuestros padres? —Recogió sus manos y las guardó en signo de vergüenza. —Sé que se opondrán por lo mismo.

Samuel volvió a sentarse al lado de Isabel y tomó sus manos.

—Pensé que tampoco te importaba nada. —Samuel se acercó a Isabel y colocó su cabeza en los hombros de ella, la soltó y después la abrazó. —Sabes, no importa. Sí no quieres algo ahora está bien, si te sientes cómoda así, bueno... Pero no te separes de mi.

—No. —Isabel también lo abrazó. —No me separaré de ti, espero que tú no lo hagas. 

—Jamás. 

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El lunes en la mañana, Isabel se levantó temprano, eligió un vestido elegante, escogió la mejor de las máscaras, una blanca que sólo cubría los ojos. Bajó y desayunó poco. Salió en el carro de su madre la cual la llevó al salón donde era la fiesta de máscaras.

Al llegar fue directamente a una mesa y se sentó con rostro aburrido. No quería ir, pero, sabía lo que pasaría, así que obviamente no dejaría que pasara. Se encontraba sentada, esperando a que Samuel llegara, estaba tan aburrida, que a pesar de la música, y las cosas que había por hacer, se quedó dormida. 

Una mano un poco fría, le tocó el cuello... Su parte sensible. Despertó de golpe y miró un poco asustada, la tocó Samuel. 

—¿Estabas dormida? —Preguntó un poco extrañado. 

—Ehm, sólo descansaba la vista. —En su cara se veía que estaba dormida, sus ojos estaban medio cerrados. —Te esperaba.

—¿Qué? Yo también... Llevo dos horas aquí. —Mencionó sorprendido. 

—Por Dios, yo llevo ya casi una hora. —Comentó apenada. —Bueno, ya no importa. 

Samuel traía una máscara roja que cubría la mitad de la cara, por eso la facilidad para reconocerlo. 

Samuel se sentó a su lado, le llevó dos chocolate, los cuales ella se comió contenta. Su cabello se untó de soda, Samuel la acompañó hasta el tocador, para que pudiera lavar su cabello.

<<Mia ya tuvo que haber actuado.>> Pensó Isabel mientras se quitaba el olor a soda. Salió y vio a Samuel recostado en la pared mirando su celular, al verla, fueron de nuevo a la mesa. Samuel se iba a sentar pero fue interrumpido por Isabel.

El destino: La leyenda del hilo rojo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora