Muy cerca.

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La cara de Azul expresaba su sorpresa, Isabel estaba sonrojada, muy apenada. La abuela de Azul recordó que ella estaba en la casa y que no había salido. 

—Ah, verdad ella no había salido, já, qué sorpresa, señorita Isabel. —Comentó la abuela de Azul.

Isabel no podía disimular la vergüenza que sentía, Azul estaba en shock pero no más que Isabel; él tomó la mano de ella.

—Oye, no pasa nada, tranquila. —Comentó Azul mirándola a los ojos. —Es extraño, pero no te preocupes.

—Ay, gracias, Azul. —Isabel apretó la mano de Azul. 

Isabel salió de la casa y fue a la de su tía, ella la esperaba con un gran regaño, pero al verla tan avergonzada, sólo pudo reírse.

—¿Es en serio? ¿Estuviste espiando al chico en su cuarto? Alcanzas niveles superiores, querida. —Comentó la tía.

—¡Ay! Sabes que no es así, eso me pasa por curiosa. —Isabel se volvió a sonrojar. 

—A ver, cuéntame que pasó.

Isabel le contó a su tía todo lo que había pasado, sin darse cuenta todo lo que vió en ese cuarto. Ya recordando mejor, lo comentó.

—Espera, tía. —Isabel lo recordó todo. —En su cuarto encontré una foto, y ya sé de dónde es él... Espera, ¿Qué?

—¿Qué sucedió?

—Su abuela me dijo que él era de Buenos Aires, además, tiene una foto mía que sólo tenía... Sólo la tenía Samuel. —Isabel dejó ver una expresión de duda. —Tía, ¿Es él?

—Ay, cariño... No lo sé, por ahora todo apunta a un sí, pero... ¿Y sí no? Mejor no te ilusiones, quizá sólo es una coincidencia. 

—No es coincidencia, ¿Por qué tiene esa foto? Sólo él la tenía, nadie más. —Los ojos de Isabel se aguaron. —Tía, es él.

—Cariño. —La tía abrazó a Isabel. —No te ilusiones, ve con calma. 

—Tía, voy a descubrirlo, él me lo dirá. 

Isabel subió a su habitación, y tomó a Sam en sus brazos, lo miró y no dejó de sentirse rara, ella abrazaba a su perro y no dejaba de recordar aquellos juegos con Samuel.

Ella salió al balcón y miró al cuarto de Azul, justamente en ese momento, él salió también al balcón y la vió a ella asomada, él le sonrió y la saludó. Ella sintió algo extraño en su pecho, se el hizo un nudo en la garganta, también lo saludó pero apresurada y volvió a entrar al cuarto. Ella quería hablar con él, pero no sabía que hacer. Dejó las cosas de lado y salió al balcón, le hizo una seña a él para que bajara, él bajó y ella también.

—Dígame, señorita. —Él sonrió, ella no dejó de ver su hermosa sonrisa, esa que le hacía sentir estúpidamente feliz. 

—Eh, pues... Ay. —Isabel se sonrojó. —Quiero salir contigo, quiero caminar por ahí.

—No hay problema, vamos. —Azul se agachó hasta la cara de Isabel. —Qué lindas esas mejillas rojas.

—Azul no seas, así.

Isabel fue con él hasta un parque que quedaba cerca a la unidad, había mucha gente conversando, era un buen lugar para relajarse. Él se sentó en el pasto, miró al cielo mientras Isabel se sentaba a su lado.

—Listo, ya estamos aquí, siéntete libre. —Comentó Azul.

—¿Libre? —Preguntó Isabel. 

—Sí, aquí venía yo hace unos años. Cuando quería relajarme o alejarme de los problemas... Me encanta este lugar, trae lindo recuerdos. 

—Ah... Oye, Azul, ¿De dónde eres en realidad? —Preguntó Isabel.

El destino: La leyenda del hilo rojo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora