Es muy tierno.

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Isabel agachó la cabeza en señal de vergüenza, colocó las manos en la mesa y se recostó sobre ellas, sabía que iba a ocurrir un disgusto por culpa de Mark.

Azul azotó la mesa y se paró. Mark aún más se acercaba, pero Isabel se estaba sintiendo mal, sentía la garganta un poco rasposa, le ardían los ojos. <<¿Me estoy enfermando?>> Se preguntó. <<Espera, ¿Esto tiene lima? ah, joder.>> Isabel había tomado esa bebida que contenía lima.

—A ver, ¿De nuevo ustedes juntos?—Reclamó Mark alterado. —¿No entiendes que la pretendo?

—¿Y? Sí ella está conmigo es porque quiere, yo no la obligo. —Respondió frío Azul. —Además, entiéndelo, ella no te quiere, no molestes, dejala.

—¿Y quién te creés como para mandarme? —Mark tomó de la camisa a Azul.

Isabel estaba recostada ahogándose, ya no podía respirar ni moverse, era una reacción alérgica muy fuerte, ella estaba muriendo. Azul por un momento vió a Isabel que estaba ahí recostada y no se movía, era extraño porque normalmente ella se interponía o miraba de lejos temblando.

—¿Isabel? —Intervino Azul en medio de la discusión.

—Déjala, ella está bien. —Respondió Mark aún más molesto.

—¡No idiota! —Azul se soltó de Mark. —¿No ves que no está bien?

Azul se acercó a Isabel y la movió, estaba inconsciente en la mesa, su cara estaba totalmente pálida y ella estaba muy fría. En esos momentos llegaron dos guardias al establecimiento, tomaron por los brazos a Mark y Azul.

—¡Sueltenme! ¿No ven que ella necesita ayuda? —Reclamó Azul. —¡Llamen una ambulancia!

—Isabel... ¡Isabel! —Gritaba Mark mientras era detenido.

—Idiota, ¿Ahora ves que ella estaba mal? —Comentó Azul muy molesto.

Los guardias se llevaron a Mark y Azul a la estación, las empleadas del establecimiento llamaron a la ambulancia y se la llevaron al hospital.



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Poco a poco, Isabel abría los ojos, escuchaba el sonido de el electrocardiógrafo, no entendía de momento porque escuchaba eso, hasta que miró sus manos y estaba canalizada, <<¿Qué pasó?>> Se preguntó. Vió que su tía estaba dormida al lado de ella. Se intentó parar pero todos los aparatos no la dejaron. Un movimiento brusco levantó a su tía.

—Oye Isabel, no te podéis parar. —La detuvo su tía.

—¿Qué pasó tía? ¿Qué hago aquí?

—Ay, cariño... Ayer que fuiste con ese chico por allá, tomaste algo con lima, así que tuvisteis una fuerte reacción alérgica. —Respondió su tía abrazándola. —Casi mueres, me has pegado un gran susto.

—Ah, verdad... ¿Dónde está él?

—No lo sé, me dijeron que lo llevaron a la estación pero no sé qué pasó con él. —Respondió la tía. —Creo que no demorará en llegar, ya conozco ese tipo de tíos.

Escucharon que alguien atravesó rápido la puerta, era un chico con el cabello despeinado, un saco negro medio abrochado, tenía gafas anchas oscuras y estaba muy agitado, miró a Isabel y su tía, se quitó las gafas y saludó con la mano a Isabel. Fue obvio reconocerlo, esos ojos grises eran inconfundibles.

—¿Qué te dije? No demoraría en llegar. —Comentó la tía y se paró de la silla. —Entrad tío, os dejaré solos.

—Gracias señora. —Respondió Azul.

El destino: La leyenda del hilo rojo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora