Capituló 13

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Hermione tuvo que elegir entre montar en bicicleta por la arena, ir a los coches de choque o patinar a lo largo del paseo marítimo. Ninguna de las tres alternativas la emocionaban demasiado; de hecho, todas se aproximaban a la idea que tenía del infierno, pero como tenía que elegir una, o aceptar la elección de Lyra de ir a los coches de choque, escogió patinar. No lo eligió porque lo hiciera bien. Es más, la última vez que lo probó había sufrido una caída tan dura que tuvo que contener las lágrimas. Se había sentado en un banco mientras los niños pequeños pasaban velozmente por su lado, viendo lucecitas y con el trasero doliéndole de tal manera que tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no frotárselo con
manos. La experiencia con los patines seguía tan viva en su mente que casi habían ganado los coches de choque a pesar del riesgo de sufrir golpes, pero entonces había visto el paseo marítimo que se extendía a lo largo de la playa bordeando el océano con un murete de piedra de casi un metro.

Los bancos de piedra atraparon su mirada de inmediato ayudando a inclinar la balanza. En ese momento se encontraba allí sentada con la brisa del océano meciéndole la coleta; Hermione suspiró feliz. Estiró el brazo por encima del respaldo del banco de piedra y cruzó las piernas; balanceó el patín izquierdo de un lado a otro como la marea del océano a unos cientos de metros de allí. Pensó que era probable que pareciera un poco extraña, allí sentada con su blusa blanca sin mangas de seda y encaje, la diáfana falda púrpura y los patines alquilados. Pero prefería parecer rara, que patinar y caerse de culo.

Se contentaba con estar sentada donde estaba y ver cómo Draco enseñaba a patinar a Lyra. Cuando estaban en casa, Lyra hacía rodar por el barrio sus patines de Barbie, pero para enseñarle a patinar con unos con las ruedas en línea hacía falta práctica y Hermione estaba encantada de que hubiera alguien mejor preparado que ella para hacerlo. También estaba un poco sorprendida de descubrir que en lugar de sentirse apartada, se había sentido liberada de un deber tan arriesgado.

Al principio, los tobillos de Lyra se habían tambaleado un poco, pero Draco la situó delante de él, la cogió por los brazos y colocó sus patines junto a los de Lyra. Luego él se impulsó y los dos comenzaron a moverse. Hermione no podía oír lo que le decía a Lyra, pero observó cómo su hija inclinaba la cabeza y movía los pies al mismo tiempo que Draco. Con la altura añadida de las ruedas, Draco se veía enorme.

La cabeza de Lyra apenas alcanzaba la cintura de los pantalones vaqueros cortos en los que había remetido una camiseta Bad Dog. Lyra, con su camiseta fucsia con la imagen de un gatito, parecía muy pequeña y delicada patinando entre los grandes pies de su padre.

Hermione les observó patinar, luego volvió la mirada a los turistas que paseaban por el paseo marítimo. Una joven pareja caminaba sin prisa empujando un cochecito de niño y Hermione se preguntó como hacía a menudo cómo sería tener un marido, cómo sería formar parte de la familia típica. Aunque estaba contenta con la suya, no podía evitar preguntarse cómo sería poder compartir las preocupaciones con un hombre.

Pensó en Cedric y sintió remordimientos de conciencia. Le había comentado sus planes de pasar las vacaciones en Cannon Beach, pero había omitido un detalle importante. Había omitido a Draco. Cedric incluso la había llamado la noche antes de salir para desearle un buen viaje. Podría habérselo explicado todo en ese momento, pero no lo hizo. Ya se lo diría en otra ocasión. A Cedric no le haría gracia y no lo podía culpar.

Una bandada de gaviotas pasaron chillando por encima de ella, haciendo que dejara de pensar en Cedric y observara a varios niños que lanzaban pan desde el bordillo del murete del paseo marítimo hacia la playa. Hermione observó las aves y a los niños durante un rato antes de volver a prestar atención a Draco y Lyra.

Draco patinaba de espaldas a ella y se permitió deslizar la mirada por sus pantorrillas musculosas, las rodillas y los duros muslos hasta la cartera que le formaba un bulto en el bolsillo trasero. Luego él cruzó un pie sobre el otro y, de repente, empezó a patinar hacia delante, al lado de Lyra. Hermione miró a su hija y se rió. Las pestañas de Lyra le ocultaban los ojos y su cara mostraba lo concentrada que estaba en lo que Draco le decía. Los dos giraron lentamente y pasaron a su lado.
Draco la buscó con la mirada. Hermione bajó la vista cuando él la miró y se asombró interiormente de cuánto se parecían padre e hija. Siempre había pensado que Lyra se parecía más a Draco que a ella, pero con los dos mostrando esa expresión de concentración, las similitudes eran asombrosas.

Simplemente Irresistible (Dramione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora