Capitulo 3. Ataque de fuego

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Capítulo 3. Ataque de fuego

Cara aún seguía estupefacta con la noticia que acababa de recibir de su peor enemigo. Simplemente era imposible convivir con esa bestia con déficit de civilización.

Aún estaban en la enfermería, ya lo habían atendido a él. Al parecer resultó un poco más herido de lo que parecía. Se hizo un enorme raspón en la pantorrilla que le sangraba. La enfermera supo tratar las heridas con auténtico profesionalismo, no es que fueran muy graves pero si resultaban algo tediosas.

Cuando por fin acabó de atenderlos, salieron de la enfermería conduciéndose hacia la oficina de la señorita Sanders. Y al igual que antes uno iba adelante del otro.

Cara estaba por detrás de Jace, se le hacía imposible compartir el mismo oxígeno que ese subnormal. Si algo odiaba era que Jace siempre invadía su espacio, cosa que la ponía de los nervios y no le gustaba para nada. Así que ella siempre procuraba tener su distancia con él, cuando no era estrictamente necesario sostenerle la mirada, o alzar el rostro para demostrarle que no se sentía intimidada ni mucho menos asustada.

Antes de entrar a la oficina de la Srta. Sanders, Cara no pudo resistir el impulso de hacer algo tremendamente infantil. Apresuró el paso y empujó a Jace, haciéndolo tambalear a punto de caer. Entró ella a la oficina primero, dejándolo atrás. Seguido de Cara entró el chico con una sonrisa burlona en el rostro dirigida hacia su dirección, dejándole claro a la chica que lo que había hecho era algo completamente tonto e infantil, y solo lo había divertido.

Se arrepintió y se dió una reprimenda para sus adentros. Rodó los ojos en señal de fastidio, pero antes de seguir con ese sentimiento de irritación fue interrumpido ahora por uno de vergüenza total.

-¿Se puede saber por qué siempre que hay algún tipo de alboroto en esta escuela tiene que ver con ustedes dos?

-Pero Srta. Sand… -Cara trataba de defenderse, pero la prefecta le impidió continuar.

-Pero nada, siempre es lo mismo con ustedes, no aprenden nunca, de todos los castigos que les he impuesto, no logran aprender convivir en armonía. Esto no se puede quedar así, tienen que entender que el instituto es un lugar para aprender y no un ring de peleas. Ahora como sanción, quiero que durante toda la próxima semana después de clases acudan al salón de ciencias y lo limpien como castigo, acomoden todos los libros y se encarguen de que no haya ni una pizca de polvo.

-Pero es que… - Volvió a quejarse la muchacha.

-Pero es que nada, ya me tienen hasta las narices de su actitud tan altanera y prepotente, si no pueden aprender por las buenas, tendrán que aprender por las malas. Y ahora retírense de mi oficina.

Jace sólo miraba al techo como si todo aquello le resultase de lo más normal, Cara intuyó que estaba acostumbrado a los problemas. Por el contrario, Cara no se terminaba de acostumbrar, cierto era que ya había estado innumerables veces en la oficina de la prefecta debido a sus riñas con Jace, pero también era cierto que después de cada disputa con el chico, llamaban a sus padres para informarles sobre el comportamiento de su hija, cosa que cabreaba mucho a Cara, no soportaba ser condenada por un idiota. Deseaba por todos los cielos que su madre fuera la que contestara, su madre era más suave, por otra parte su padre era sumamente lunático cuando se trataba del hijo de Aaron Rumsfeld, por lo que le daba un tremendo sermón y una bronca.

Salieron de la oficina y ahora Cara apresuraba el paso para alejarse lo más posible de Jace, sabía que no pasaría desapercibido el empujón que le había propinado. Y como si adivinara el futuro, sintió que alguien se le acercaba corriendo pero fue demasiado tarde. Jace hizo un movimiento como si la abrazara por atrás, sosteniéndola entre sus brazos, oprimiendo su estómago tan fuerte que Cara sintió como se quedaba sin respiración y su rostro cambiaba a un color pálido y morado, y a su vez empezó a susurrar algo.

¡Si quieres paz, prepárate para la guerra!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora