Dos viajeros subieron los últimos escalones que podrían conducir a su salvación.
—Las puertas del oráculo de Delfos. Hemos llegado, al fin —dijo con voz apesadumbrada un joven de pelo a rastas, capa y un extraño aparato en sus ojos, sujetado por una cuerda. A su lado, resoplando, su amigo, de su misma talla y pelo plateado—. Kazemaru, creía que aguantabas mejor los viajes.
—Creo que soy más de correr en poco tiempo, Kidou. Para eso soy mensajero. Las escaleras no son para mí.
Kidou hizo una risa corta mientras dejaba que su amigo descansara. Echó una ojeada al templo. Era enorme, más de lo que le habían dicho. No le extrañaba que los dioses hubieran peleado por él en más de una ocasión. Tampoco le extrañaba el montón de gente que se aglomeraba en la plaza que había justo en frente. Pero ninguno esperaba a los sacerdotes de Apolo.
—¿Crees que el oráculo nos salvará? —preguntó Kazemaru.
—Es nuestra última esperanza. Si no nos ofrece la sabiduría de Apolo, nuestros amigos y nuestra ciudad están condenados a la destrucción. Vamos.
Ambos recuperados por la subidita, se encaminaron hacia el templo para pedir una predicción a la Pitia, la sacerdotisa principal que precedía el futuro (1). No se les estaba permitido entrar, así que tuvieron que esperar en las escaleras, hasta que un sacerdote de dentro del templo se dio cuenta de su presencia.
—¿Deseáis una predicción?
—Sí, por favor —se adelantó Kidou.
—Nombres y ciudad afiliada.
—Yo soy Kidou Yuuto. Él es Kazemaru Ichirouta. Ambos estamos afiliados en Argos.
—Bien —dijo, memorizándolo. Cuando acabó, echó una mirada a los forasteros con mucho descaro—. Menudos nombres os pusieron vuestros padres. No tienen ningún sentido. Por vuestro bien, espero que Apolo esté con vosotros. Han llegado muchos enemigos de vuestra ciudad, buscando vuestra destrucción.
El sacerdote suspiró y se giró con cara de cabreo al interior del templo. Kazemaru esperó a que los guardias dejaran de mirarles y el sacerdote se hubiera perdido en las sombras para hablar:
—¿Por qué no les has dicho nuestros nombres reales? ¿Y por qué les has dicho que venimos de Argos?
—El sacerdote tiene razón —dijo, mientras ambos se sentaban en el último escalón—. Muchos nos querrían ver muertos. Y puede que sigan por aquí. No quiero llamar la atención. Además, nuestra ciudad es una motita de polvo, demasiado cerca de Argos, y les debemos lealtad. Nos han salvado más de una vez la vida.
—Me siento como si siempre fuéramos la sombra de algo mayor.
—Y así debe ser por un tiempo —acabó Kidou, apenado—. Pero Apolo nos sacará a la luz. Ya lo verás.
Ambos sonrieron, pensando en las futuras palabras de la Pitia, y aguardaron un buen rato en las escaleras. Era mediodía y la plaza estaba abarrotada de gente. En su pequeñita ciudad, los viajeros miraban la plaza y veían amigos, porque todos se conocían entre ellos. En Delfos era imposible conocer a tanta gente. Se sentían agobiados, oyendo tanto ruido. Kazemaru quiso distraerse en lo mismo por enésima vez:
—¿Sigues llevando esas cosas de madera en los ojos? Te van a dejar marca... Ni siquiera ves que tienes a los lados...
—Ya te lo he dicho. Me es más fácil concentrarme y pensar si no tengo tanto que ver a mi alrededor.
Lo que nadie más que él y su familia sabía, era que ese aparatejo no era normal. Tenía una fina capa de algo sólido pero transparente cubriendo los agujeros de delante de sus ojos que a veces le daba una precisión que el ojo humano no tenía. Era un agalma, un bien muy preciado de la familia que tenía raíces heroicas o divinas. No era el único que tenían en casa, pero para Kidou era el más importante, pues en ese objeto se notaba la maestría de Hefesto y el toque estratega de Atenea. Ni más ni menos que dos dioses habían intervenido en la creación de ese artefacto. No podía perder la ocasión de usarlo y no podía revelar a nadie su origen, o seguro que matarían por el objeto.
—Pues para ser que el templo está vacío, la Pitia tarda lo suyo en darnos su predicción.
—Preparar su cuerpo ante tal intervención debe de ser doloroso y cansado. Dicen que inhala vapores extraños del lugar para recibir la predicción.
—Vale, ha pasado de ser cansado a ser tétrico. ¿Cómo sabremos nuestra predicción?
—No te va a gustar... —acabó Kidou, mientras se giraba para ver al mismo sacerdote, que estaba en lo alto de las escaleras.
—Viajeros procedentes de Argos —dijo en voz muy alta—. La Pitia ha predicho: "La tormenta de estrellas llegará pronto. Luchad codo con codo con el gigante".
El sacerdote sonrió levemente, se dio media vuelta y desapareció de nuevo dentro del templo.
—¡Menudos humos! Ya sé que no nos está permitido pisar el escalón más alto, pero podría haber bajado él y no airear la predicción por toda Delfos.
—Es un templo muy respetado. Aquí las normas deben ser muy estrictas —repuso Kidou, mientras echaban a andar por la plaza, bordeándola—. La tormenta de estrellas...
—¿Qué querrá decir?
—No lo sé. Lo del gigante es posible que tenga que ver con Argos, Esparta, Temenio... Son ciudades muy grandes, comparados con nosotros. Lo otro me despista.
Cuando llegaron a la zona residencial y el zumbido de las masas se hubo alejado, Kidou pudo pensar mejor. Encontraba una sola explicación.
—Es posible que los dioses tengan que ver con esto.
—Entonces... ¿mi turno?
—Sí. Vuelve a casa lo más rápido que puedas y avisa a Goenji y a Endou de la predicción. Hay que acelerar la construcción de la muralla y empezar a establecer alianzas. Algo grande se avecina. Confío en ti.
—Para noticias rápidas, siempre se puede confiar en mí. Hasta pronto, amigo.
—Hasta pronto.
Kazemaru echó a correr, dejando atrás a su amigo, que seguía andando. Su especialidad era la carrera y era tradición familiar ser mensajero. Muchas veces les habían comparado con Hermes o con Aquiles, "el de pies ligeros"... aunque el epíteto no tuviera nada que ver con correr (2).
Ahora solamente esperaba que todos esos halagos y epítetos se cumplieran y llegara a tiempo a casa.
Notas:
(1): La Pitia era la sacerdotisa principal en Delfos (en honor a Pitón, la serpiente muerta por el mismo Apolo) y para tener su visión del futuro, se drogaba con hierbas alucinógenas y aspiraba unos vahos provinientes de la tierra para ponerse en contacto con el dios Apolo. Lo sé, vaya viajecitos que se pegaba la pobre mujer. Por eso moría hacia la cuarentena de años.
(2): Generalmente sí que quiere decir ser veloz, pero en algunos autores posteriores se encuentra lo mismo para "ir ligero de armadura", que también tiene mucho sentido teniendo en cuenta que los griegos protegían muy bien los pies hasta las rodillas con las famosas grebas.
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Cazadores del Mar Celestial [Inazuma Eleven Go]
FanfictionHikaru es un joven huérfano de guerra que vive en su pequeña ciudad, intentando alejarse de todos los males posibles de la Grecia antigua. Sin embargo, los dioses en persona, unos monstruos caídos del cielo y un amuleto familiar actuarán en su contr...