22. Cumbre

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El regreso de Ichiban, el descubrimiento de las melíades en su forma amistosa y la calma en que se había sumido Hikaru creó durante ese día y el siguiente un ambiente muy distinto al que habían estado viviendo hasta entonces.

Estaban descansando, sentados en medio del bosque. Kidou se miraba con cierta precaución a Ichiban, Tenma y Hikaru hablar con toda la tranquilidad sobre lo que le había pasado al primero. Al parecer, aquella ninfa había cobrado la forma de un chico y básicamente se había recuperado de sus heridas a base de travesuras que pusieron totalmente colorados a los que escuchaban.

Lo que veía el líder de la cuadrilla eran datos: todos tenían más moral ahora para enfrentarse a lo que viniera, eran uno más, y sabían que otro, Hinano, estaba bien.

—Tienes que relajarte un poco —le recriminó Fudou—. Déjate llevar. Mira a esos dos, creo que ahí hay algo, ¿no crees?

Kariya y Hikaru hablaban entre susurros, y los dos sonreían. Unas horas antes, el tireano no era capaz ni de mirar a la cara a nadie del miedo que tenía. A Kidou le resultó evidente lo que Fudou decía.

—Mientras estén atentos al campo de batalla...

—¿Sabes? Soy de la opinión de que dos amantes luchan más unidos en el campo de batalla(1). Y la muerte de uno de ellos puede ser un buen incentivo también. ¿Recuerdas a Patroclo, primo de Aquiles, y lo que hizo el legendario guerrero después de que su primo muriera?

—Fue horrible.

—¡Fue pasión! No quiero que nadie más muera, créeme...

—No lo parece.

— ... Pero considera que tú y los tuyos os dejéis llevar también. ¿Ichiban, se llama? Él ya lo ha hecho.

Hacía años que Kidou no se ruborizaba tanto. Miró a Fudou con cara de repugnancia muy bien fingida y alejando su cuerpo de él en el proceso. No podía negar que le vendría bien relajarse de esa manera, pero si él no estaba al tanto de lo que pasaba a su alrededor, ¿quién lo haría? Ya no estaban rodeados de centenares de espartanos.

—Tú mismo —se rio por lo bajo Fudou.

Kidou descartó la idea en cuanto el cazador dejó de insistir, pero vio todas las señales en sus compañeros: Hikaru se llevaba bien con Kariya, y el segundo se notaba que iba con otras intenciones; Tenma y Tsurugi eran lo opuesto, el tireano siempre estaba tirando del cazador para unirse a la conversación o hacer tonterías, y trabar lazos. Estaba claro que Tsurugi admiraba y le atraía esa faceta de Tenma; Goenji y Fubuki eran un mundo aparte. El rubio respondía bien a los momentos de dolor y debilidad de Fubuki cuando estaban descansando, y se pasaban ese tiempo acurrucados juntos (Fubuki en su forma de perrito pequeño), pero luego era frío como el hielo cuando marchaban. No resultaba muy sano; Ichiban estaba muy despierto, pero se notaba que su cara de felicidad no era por haber combatido mucho; los únicos que se comportaban eran Shindou y Kirino, que acostumbraban a pasar desapercibidos entre el grupo por su escasa participación en los combates.

—Bueno, supongo que no es malo que se relajen —dijo al cabo de un largo rato. Fudou le escuchó, aunque fingió que no, y Kidou se dio cuenta—. No te hagas el sordo ahora. Conmigo no vayas con jueguecitos. Los odio.

—Entonces, ¿te unes a la fiesta?

—En otra vida, quizás —se rio.

—¡Ha! Si es que no tienes remedio.

* * *

Se había hecho de noche ya. Ichiban y Hikaru ya dormían. Kariya estaba al lado de Hikaru, tumbado boca arriba, pero con los ojos abiertos. Otro cazador que no dormía.

Cazadores del Mar Celestial [Inazuma Eleven Go]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora