1. El amuleto

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Un chico de pelo morado abrió los ojos. Llevaba horas intentando dormir, se había hecho de día y todo. Pero no pudo. Ese día era el que, desgraciadamente, cambiaría su vida. Cumplía años. No tenía ni padre ni madre con quien celebrarlos, y desde hacía poco, tampoco a su tío, aunque seguro que sus amigos querrían hacerle un banquete en su honor, o algo parecido.

Pero no quería cumplir años. Cumplía dieciséis años ese día. Lo que significaba que tendría que empezar con el entrenamiento como soldado de la ciudad de Tirea... aunque probablemente acabaría en Argos. Tirea era muy pequeña comparado con la ciudad que le daba nombre a la región. La cuestión era que nada de eso importaba. No quería ir a la guerra. Ya sabía luchar, su padre y su tío le enseñaron pero... también cayeron en batalla. Simplemente sentía demasiada tristeza y sobre todo demasiado miedo para combatir.

Se levantó de la cama con pocas ganas y se miró en el estanque que tenía su casa. Él no tenía cara de guerrero. Quería ser pacífico, ser buena persona, no querer matar a nadie... ni morir. Le aterrorizaba el Inframundo, no quería perder la memoria ni vagar para siempre entre la niebla... que era lo que le esperaba en el Campo de los Asfódelos.

—¡Hey, cumpleañero! —le avisó alguien, desde el otro lado de la puerta—. ¿Estás en casa?

Se apresuró a abrirle la puerta a su mejor amigo. De pelo castaño y energía inagotable, ahí estaba, con una sonrisa en su cara... Tenma. O así le gustaba que le llamasen. Había una extraña tradición en la ciudad en la que, una vez se cumplían los diez años, los niños escogían su propio nombre, aunque no tuviera ningún sentido. Y el nombre anterior se olvidaba excepto para la familia.

—Hola Tenma... —Éste se apresuró a abrazarle y eso le animó, pero también sabía que estaba tan animado porque él también iba a luchar. Y él sí lo deseaba—. ¿Me has venido a buscar para ir a la academia militar, a que sí?

—Hikaru... Sé que no quieres luchar, pero... cambiarás de opinión. Kidou inventó una nueva forma de luchar hace poco.

Tenma cogió del brazo a su amigo y se dirigieron ambos hacia el centro, cerca del antiguo palacio, donde ahora había la academia militar.

—Espera Tenma, pero...

—¿Qué pasa?

—No quiero ir.

—Lo sé. Pero si no vamos voluntariamente, te vendrán ellos a buscar.

Quería aparentar seriedad, pero estaba escondiendo algo. Tenma era demasiado energético y sincero para ocultar algo o mentir. Se le daba fatal.

Se detuvieron de inmediato cuando vieron cruzar a la velocidad del rayo al mensajero de Tirea. Kazemaru. Hace unas semanas, él y Kidou habían ido a Delfos por algo que solamente los mayores sabían. Ahora volvía él solo. E iba directo al único edificio de piedra que había en la ciudad, la sala de reuniones del consejo de ancianos.

—¿Le habrá pasado algo a Kidou? —se preguntó en voz alta Hikaru.

—Nah, Kidou debe de estar volviendo a su ritmo. Probablemente no pudiera seguir el paso de Kazemaru. Es rápido como Atalanta. Ojalá algún día sea tan rápido como él.

Mientras hablaban, el peliplata desapareció de la vista de los jóvenes, así que Tenma volvió a tirar de su amigo como si fuera lo último que pudiera hacer en el mundo.

—¡Oye, oye! ¿Y qué pasa con...?

—Fueron al oráculo de Delfos a por una consulta, no pasará nada. No es la primera vez que lo hacen.

Hikaru volvió a quedarse en silencio, por lo menos más tranquilo. Tenma siempre conseguía eso de él.

Cuando llegaron a la academia, un edificio de piedra y barro reforzados con un patio enorme, Hikaru oyó ruidos dentro, de gente muy animada. Tenma llamó a la puerta, pero no se molestó en esperar a que le abrieran, simplemente entró, arrastrando a Hikaru con él.

Cazadores del Mar Celestial [Inazuma Eleven Go]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora