20. Fresnos

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Por todos los dioses, después de UN AÑO Y 3 MESES por fin se me ocurre que debería actualizar. Buah, es que tengo muchas excusas y ninguna a la vez. Tener un foro de yuri, ser profesor de historia, montañas de otros shots, retos y demás... ¡Si es que mi foro tiene hasta sus propios retos literarios! Vaya un responsable. Es que por fin me estoy poniendo con todos mis fics sin terminar, hora de cerrar etapas. Aunque a éste aún le quedan unos cuantos capítulos haha ¡todos a leer!

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Hikaru tardó horas en dormirse, pero por suerte no tuvo pesadillas. El sonido de los árboles meciéndose al viento y las conversaciones relajadas del campamento le impidieron dormir con la suficiente profundidad. Descansó y se relajó todo lo que pudo, porque sabía que al alba se acabaría la poca paz que tenía.

Cuando empezó a oír a soldados levantarse, aún dentro de su sueño ligero, se activó inmediatamente y se levantó. Sus compañeros tireanos seguían durmiendo, pero los cazadores estaban despiertos.

—Van a marcharse ya —le dijo Kariya, refiriéndose a los espartanos.

Hikaru tenía la esperanza de que Midorikawa se quedara, pero era tan pequeña que ni le prestaba atención. Sólo miró con indiferencia a todos los espartanos empezar a hacer ruido, levantando su campamento. Por fortuna, la mayor parte de aquel ruido no tenía que ver con armas.

—Los sonidos metálicos te asustan —descubrió Kariya, que no se había movido de su lado en una hora—. Estar cerca de un dios desatando su poder suele tener un efecto negativo en casi todas las criaturas mortales.

—¿Te ha pasado? —preguntó Hikaru, sintiendo el pequeño momento de empatía.

—Los dioses nos mandaron al cielo y nos han devuelto a la tierra. Y probablemente volvamos allá arriba. Usan el poder de entidades primordiales más antiguos que ellos mismos para movernos. La Noche. El Éter. Cada vez que nos movemos usando nuestras habilidades y cuando nos trasladan por el firmamento es como una lucha constante contra el terror de un poder tan superior al nuestro que ni siquiera se daría cuenta de que existimos. Cada vez que luchamos contra un monstruo, también luchamos contra nosotros mismos.

Hikaru nunca había pensado en algo similar. Los cazadores parecían imbatibles, poderosos, temibles, pero ellos también tenían sus debilidades. Pese a eso seguían luchando, y parecía que ganaban esa batalla. Una batalla contra su propia mente.

Fue tan impulsivo, tan sincero, que no se dio cuenta de lo que hacía. Simplemente lo hizo. Entrelazó su mano con la de Kariya, sin mirar. Él tampoco protestó, ni reaccionó salvo por unos segundos de apretón, como de comprensión. Se mantuvieron un buen rato así, observando el amanecer iluminando una Licosura dañada y sus bosques colindantes.

Cuando sus compañeros despertaron por fin y les encontraron en esa situación, Hikaru se soltó. En parte por vergüenza, pero generalmente porque sus amigos nunca dejaban las armas y más de uno había empezado a hacer repiquetear su armadura con el escudo o algún arma, y el pobre Hikaru reaccionó por puro pánico.

—¿Cómo estás? —le pregunto Tenma.

Hikaru se giró cara a su amigo, y sintió que Kariya se iba.

—Mejor —dijo con poco ánimo. Era la verdad, Kariya le había hecho sentir mejor... por un rato.

—Si necesitas lo que sea... dímelo.

—Que no me atosiguen mucho —replicó—. No me va a solucionar nada.

Tenma bajó la cabeza. Él era uno de los que más le habían interrogado. Hikaru se sintió culpable por ser tan seco con él, pero no encontró palabras para justificarse, así que le dijo que podían marchar juntos.

Cazadores del Mar Celestial [Inazuma Eleven Go]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora