24. Aquí llega el sol

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Hikaru durmió hasta el amanecer siguiente sin pesadillas, sin ruidos molestándole, sumido en un sueño pacífico en el que estaba con sus amigos en Tirea, en casa, pasando el día. Le supo un poco mal despertarse, pero se le pasó en seguida cuando vio a Tenma de pie, armado, hablando con Tsurugi.

—¡Tenma!

—¡Hola! —El tireano recibió el abrazo de su amigo con cuidado—. Hola...

—Nos habías asustado —dijo con voz queda.

—Y tú me has salvado. Está todo bien.

Hikaru se recompuso y dejó en paz a Tenma. Tsurugi les estaba mirando a ambos con cara de haber experimentado él mismo esa escena antes.

—¿He sido el último en despertar? —preguntó.

—Sí, necesitabas ese descanso —contestó Kidou, acercándose y dándole un abrazo—. Estamos preparándonos para irnos. Cuando Goenji y Fubuki vuelvan de su guardia partimos al oeste.

Hikaru asintió y observó el bosque donde en su visión se había adentrado. Se acordó enseguida de lo que Hécate le dijo sobre el Escorpión, y se alegró de estar en medio del camino, y no entre los árboles. La oscuridad favorecía a la criatura.

—¿Te dijo algo especial mi madre? —preguntó Kirino, sorprendiéndole. Shindou estaba con él.

—Sí, luego lo cuento. Fue una conversación... muy pobre —mintió Hikaru. Se veía en la cara de Kirino que le dolía que su madre no hubiera contactado con él, además de con Hikaru—. Apenas dijo nada a parte de hablarme del Escorpión y de Tenma.

Probablemente aquella última frase no habría ayudado a Kirino a sentirse mejor. Hikaru metiendo la pata hasta el fondo. El mago asintió, algo afectado, y se fue con Shindou a seguir hablando sobre sus propias cosas, algo apartados del grupo.

Hikaru miró hacia el bosque de nuevo. Justo delante de los primeros árboles estaba Kariya, quien le estaba observando. "Ahora no te le quedes mirando", se dijo Hikaru, y se acercó al cazador.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Kariya.

—Sí.

Vale, cuatro palabras y ya estaba resultando incómodo. Por suerte, el cazador tenía más preguntas en mente.

—¿Qué te dijo Hécate? Hablaste en sueños de algo de una decisión.

—Me propuso curarme del daño que Zeus me causó. —Kariya se irguió un poco. Hikaru le vio algo reacio y se apresuró a responder—. No, no, le dije que no. Ojalá, pero no. Tengo que vivir con ello.

—¡Me alegra que tomaras la decisión correcta! —exclamó, acercándosele a revolver su pelo con fuerza. Hikaru pensó que le hundiría en la tierra hasta las rodillas—. Volvamos con el grupo, casi vamos a partir ya.

Hikaru se deshizo de su ilusión. Kariya se había mostrado comprensivo y mucho más tranquilo y mucho menos gamberro que cuando se conocieron en Argos, pero ahí volvía de nuevo. Pensaba que se habría acercado a él. ¿Qué significaba aquello?

* * *

Entre los árboles y con mucho cuidado, Goenji y Fubuki patrullaban, con ojos en todas partes. El can había asegurado que allí no había nada, o habría atacado por la noche, pero el grupo no se había fiado. De todas maneras, era raro, según el resto de cazadores, que servidores de dioses como las ninfas de Hécate y criaturas como el Escorpión estuvieran tan cerca las unas de las otras.

Así que caminaban el uno al lado del otro, en silencio. Fubuki se mostraba más bien inquieto. Más de lo habitual, mejor dicho, pues desde la pérdida de su hermano, Goenji había visto cómo su miedo y su paranoia se apoderaba de él en momentos insospechados, y huía a hacer las guardias para disimularlo.

Cazadores del Mar Celestial [Inazuma Eleven Go]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora