12. Un puñado de hombres

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Después de varios días de viaje, el ambiente entre los cazadores y los humanos había mejorado considerablemente.

Goenji y Fubuki eran los que más lo demostraban, pues les encantaba pasar un rato cada noche a solas, en silencio, como si entraran en comunión con los dioses. Cuando Tenma le preguntó al rubio por su actitud, él sonrió con calma y dijo:

—Compartimos algo muy profundo en nuestros corazones.

—Creo que no lo he entendido.

—Debe de hablar de su hermana —le recordó Ichiban, muy observador, cuando Goenji ya no estaba cerca.

—Oh, claro.

Tenma era muy distraído y quizás algo inocente, pero Hikaru (que veía algo raro, con esa inocencia tan característica) y, sobre todo, Ichiban, Shindou y Kirino miraban al perro lobo y al guerrero con otros ojos. Ellos intuían que no era solamente cuestión de familia, pese a lo que hubiera dicho Ichiban.

Por otro lado, Kariya y Hikaru se mostraban más amigables y solían gastar bromas... aunque el de pelo morado era tan inocente que caía en todas las trampas de su nuevo amigo. Esto ayudó a que el resto de jóvenes, humanos y cazadores, se acercaran entre ellos. Era como un reclamo ver que Hikaru ya no le tenía miedo al bromista cazador.

El que estaba más fastidiado era Tsurugi, que solía verse inmerso en conversaciones, en su opinión, absurdas entre su compañero y el resto de humanos jóvenes. No prestaba atención a las bromas ni le interesaba entenderlas aunque las viera. Lo peor era que no podía huir de ese contacto con los humanos a excepción de cuando le tocaba guardia o explorar, así que tuvo que hacer un esfuerzo para aceptar esas conversaciones como un ruido incesante y cargante.

¿Y quién sobresalía entre ese ruido? Tenma, clarísimamente. Tsurugi se dio cuenta de que él era el motor enérgico de todo el grupo humano. Le pareció una pasada (a buenas y a malas) que hablara, animara, se riera, cotilleara un poco y fuera tan niño como para imaginar un futuro estable y pacífico con sus amigos. Era un idealista, feliz de la vida. Le dio algo de pena querer chafarle ese optimismo, así que prefirió dejar que soñara.

Al cabo de esos días de acercamiento, Fudou se acercó al líder humano:

—Qué rápido has cumplido el favor que te pedí —dijo, animado, poniéndose a su lado como a un igual.

—En realidad, todo se ha ido construyendo solo —comentó, algo frío—. Solamente necesitaban algo de tiempo para acostumbrarse. Supongo que Kariya fue el primero en darse cuenta de ello. Ahora Hikaru y él son inseparables.

Kidou no dejaba de tener en cuenta en todo momento que el único objetivo de los cazadores era querer volver a la tierra, fuera para bien o para mal. Eso podía significar que podría haber traiciones, que los abandonarían a la mínima si así lo deseaban. Todo eso podría ser un montaje para que los dioses se lo tragaran. Lo que no podía negar es que esa amistad, fuera real o fingida, les daba moral a sus hombres.

—¿Crees que es bueno que se hagan tan amigos? —preguntó Midorikawa, con la misma precaución que Kidou.

—Es un riesgo que tendremos que correr. De momento nos está ayudando que lo sean.

Esa misma mañana, la marcha se tornó complicada. Había que bordear un pequeño barranco, en medio de un bosque creciendo en una pendiente. Había que ir cuesta arriba y despacio, por culpa de la maleza. Los cazadores no se cansaban, en este aspecto, iban ligeros y su condición celestial les permitía volar hasta cierta altitud, si así lo deseaban. En cambio, los humanos cargaban con toda la panoplia de guerra, era un peso brutal y les hacía avanzar muy despacio. Los cazadores no acababan de entenderlo y se mostraron entre confusos y burlones al inicio:

Cazadores del Mar Celestial [Inazuma Eleven Go]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora