11. Interludio - Enemigos en casa

50 11 0
                                    

Antes de empezar me gustaría agradecer enormemente a todos los que le leéis y votáis, de veras que os lo agradezco :) siempre os tengo en cuenta, y si tenéis dudas no esperéis a preguntarme lo que sea :)

[---------------------------------------------------------------------------]

Un viento familiar le dio la bienvenida a Kazemaru cuando cruzó los últimos árboles en el camino a Tirea. Nunca había estado tan aliviado y contento de volver a casa. Después de tanta guerra, tanto monstruo y tanto esconderse, hacía ilusión tener un momento de calma por fin.

Además, aunque no iba a admitirlo abiertamente, había echado de menos a Endou. Muchísimo. Hasta ese momento, todas las batallas, cada marcha y cada viaje los había hecho con Endou de algún u otro modo, acompañándole, protegiéndose mutuamente, como fuera. Pero el nombramiento del estratega como jefe de la defensa de Tirea les había obligado a tomar caminos distintos (nunca mejor dicho). Kazemaru aún no estaba acostumbrado al cambio y por ello había sufrido lo indecible desde el viaje a Delfos. Estaba casi ansioso de reencontrarse con Endou.

Se estaba acercando a las murallas ya, a la carrera. Podía ver a varios hombres trabajando allí, todos conocidos (y algunos amigos), pero no estaban solos. Eso fue lo que lo alarmó e intensificó su carrera. Que no estaban solos.

Subió por el camino de la ciudad todo lo rápido que pudo, casi ignorando a los conocidos que le saludaban. Por el camino vio a muchos más habitantes de los que había antes de irse. Fue directo al edificio del Consejo, donde sabía que se estarían reuniendo en ese instante.

—Alto. ¿Quién eres? —le preguntó autoritariamente un fornido guardia.

Kazemaru miró al tipo de arriba abajo. Él, como su inmediato vecino, que flanqueaba la puerta, y como todos los nuevos soldados en Tirea, todos desconocidos, llevaba linotórax, una espada, una jabalina, un casco y escudos de madera pequeños nada típicos de la ciudad. Tenían cara de pocos amigos.

—Soy Kazemaru, mensajero de esta ciudad. Traigo un mensaje para el consejo.

—Oh, adelante. Justamente ahora están reunidos, pero esperan tu llegada.

Pese al buen énfasis de sus palabras, se notaba que muy contento no parecía con la presencia del mensajero. A decir verdad, tenía toda la pinta de estar odiando su trabajo en esos instantes. Y su amigo de al lado tenía una cara similar. A todos esos soldados les habían obligado a quedarse en lo que sin duda creían que era un pueblucho de mala muerte. Kazemaru no quiso tentar demasiado a la suerte y entró apresuradamente.

Cruzó puertas, pasillos e irrumpió en la estancia principal con prisa y sudando. Abrió bastante los ojos cuando, una vez más, no se encontró con lo esperado.

—Qué nivel de osadía muestras, extranjero, para atreverte a interrumpir de esta manera la reunión de hoy.

Eso fue todo el recibimiento que tuvo. Quien lo había dicho era un tipo fornido, totalmente ataviado con la armadura y las armas, todo de metal, como irían Kidou o Goenji en batalla. Había dejado un casco emplumado de bronce a un lado de la mesa central, donde estaba sentado. Aquel hombre pasaba los cuarenta años y tenía una barba rizada bien arreglada, unos ojos fieros y una mueca de mal humor.

El resto del Consejo, incluido Endou, estaba sentado, mal organizado a su alrededor, como de forma improvisada. Estaban totalmente subyugados al soldado.

—Soy Kazemaru Ichirouta, el mensajero. Traigo un mensaje para el consejo de parte de nuestro general en Argos.

—Interesante... Habla.

Cazadores del Mar Celestial [Inazuma Eleven Go]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora