5. El invento de Kidou

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Hikaru se había encerrado en su habitación. Había varios objetos tirados en el suelo, por el terremoto. Mientras los recogía (y hacía lo mismo con el resto de la casa), recordó que Endou se había quedado el amuleto, pero no tenía prisa en recuperarlo. Era cuestión de tiempo que el consejo reuniera toda la ciudad delante su edificio (que estaba delante del mayor espacio vacío dentro de Tirea) para hablar a todos de los meteoritos y los terremotos y de lo que implicaban.

Qué poco tardaron en llamar a la puerta. Tenma había vuelto para comprobar cómo estaban todos. Hikaru le contó cómo estaba la pareja y que la casa estaba bien.

—He estado mirando por entre las casas. Casi todo el mundo está reparando sus casas.
—¿Cuándo seguiremos hablando con Kidou? —preguntó Hikaru, aunque sabía que solamente habría guerra.
—Supongo que mañana alguno de los mayores hará sonar el cuerno para llamar a la ciudad a la colina.

El consejo siempre tenía a uno de los compañeros de Endou como trompetista para llamar a la ciudad.

—Acabará muy mal... —dijo Hikaru, bajo de ánimos por lo que se avecinaba.
—¿No lo oíste? Kidou tiene un plan. ¡Como siempre! ¡Acabará bien! Te lo aseguro.

Poco después, Tenma se marchó para seguir con su ronda de visitas para comprobar que todos estaban bien y ya no le volvió a ver hasta el día siguiente.

De hecho, no vio a nadie más. Pese a que era mediodía y la ciudad bullía de actividad por el terremoto, Hikaru no quiso saber nada de nadie, ni siquiera de sus invitados (aunque ellos tampoco se habían movido en ningún momento). Solamente iba mirándose su armadura y sus armas. Quedaba demasiado poco para usarlas.

Se le hizo de noche, pensando en maneras de huir el combate, de conseguir que el amuleto le salvara de esa, o los mismos dioses si rezaba adecuadamente a ellos, pero sabía que en unas pocas horas el consejo pediría a los hombres a partir de la edad de Hikaru hasta los cincuenta (que no eran muchos, la verdad) se presentaran al campo de entrenamiento.

Consiguió dormirse cuando la ciudad quedó en silencio, pero solamente consiguió salir de una pesadilla para meterse en muchas más. Pese a todo, no se despertó hasta que el gran cuerno sonó en lo alto de la colina.

—Mierda —soltó, al abrir los ojos como platos—. Mierda, mierda, mierda, ¡que hago tarde!

Con las pesadillas demasiado frescas en la mente sobre desastres de guerra, se topó con Kirino y Shindou. No parecía que ellos hubieran dormido mejor, pero como mínimo se tenían el uno al otro. Salieron los tres de casa sin mediar palabra hasta la colina donde el día anterior habían visto caer esos tres meteoritos. Allí, Kazemaru seguía haciendo sonar el cuerno, al lado de Kidou, Goenji, Endou y el consejo. Tardaron unos veinte minutos en empezar a hablar.

—Bienvenidos a todos, habitantes de Tirea —empezó el miembro más destacado del consejo—. Hoy vamos a dar explicación a todo lo que ha venido sucediendo desde que nuestros conciudadanos Kidou y Kazemaru se fueron de la ciudad hasta ayer mismo. —El pobre hombre suspiró, preocupado—. Estamos en guerra con Argos. No solamente con ellos. Con las ciudades de la Élide y Arcadia también.

Midorikawa, consternado como la gran mayoría de la población, cuestionó la afirmación:

—¿Y cómo sabemos eso? ¿Y qué tiene que ver con los terremotos de ayer? ¿Y qué pasa con Ítaca?

Un montón de gente empezó a repetir las preguntas que él hizo a más volumen, ensordeciendo los oídos de Hikaru, los viajeros y todos aquellos que seguían callados sin protestar. Kazemaru se vio forzado a repetir el sonido del cuerno.

—Todo está relacionado —confirmó el miembro del consejo—. La predicción de Delfos que trajeron Kidou y Kazemaru fue la siguiente: "La tormenta de estrellas llegará pronto. Luchad codo con codo con el gigante". Y esa tormenta de estrellas se produjo ayer. El viajero Kirino Ranmaru, de Ítaca tuvo una visión en la que una gran bola de fuego caída del cielo se transformó en Cetos, el monstruo marino de Poseidón, y arrasó su isla natal. Los terremotos de ayer fueron causados por otras cuatro bolas de fuego. Hay que suponer que en Arcadia y Élide también han caído esas bolas. La razón es simple. Estas regiones han enfurecido a los dioses desobedeciéndoles y olvidándoles, y su castigo no se ha hecho esperar (1).
—Por eso os hemos llamado aquí hoy —se avanzó Kidou, como estratega de la ciudad—. Necesitamos voluntarios para una primera campaña contra Argos. No descartamos que marchemos al oeste. Tendremos las tropas de Corinto y Tebas de aliadas, así que no estamos solos. Sabemos que es mucho pedir, pero necesitamos como mínimo cien hombres que nos apoyen, desde los quince años hasta los cincuenta. Si se presentan menos de cien pasaremos a buscar a los más adecuados. Los voluntarios, presentaos inmediatamente al campo de entrenamiento al pie de la ciudad.

El gentío se empezó a movilizar, la mayoría para volver a sus casas. Muchos de ellos protestaban a grandes voces o se lamentaban de las desgracias que Zeus y los Olímpicos les enviaban. Los únicos que callaban eran los resignados a presentar batalla ante su ciudad supuestamente protectora.

—¡Vamos a ir! —saltó Tenma, arrastrando a Hikaru hacia su propia casa.
—¡Yo no quiero! ¡Me va a pasar de todo y moriré!
—¡Tienes armas nuevas! ¡Tienes un amuleto que te protege! —Eso le gritaba, bien animado, mientras le empujaba—. No vas a morir, te lo aseguro.
—Nosotros vamos —se apuntó Shindou, con Kirino detrás. Los dos mantenían su cara de estar hechos polvo, pero su decisión parecía firme—. En Ítaca fui buen estudioso de la guerra y Kirino nos puede proteger con su magia. Os ayudaremos.
—Pero... ¿por qué? No tenéis armas, no tenéis... nada... ¿Cómo podéis arriesgaros así? —Hikaru más bien buscaba una explicación para su miedo y sus dudas que no el porqué de la afirmativa de Tenma y los viajeros.
—Exacto, no tenemos nada —se reafirmó Shindou—. Excepto a ti, mi única familia, que conozca. A donde vayas, yo voy.

Ante esa afirmación, Hikaru se quedó callado y cabizbajo y no pudo reaccionar. Su mente empezaba a asimilar que lo quisiera o no, lucharía. Dejó de resistirse y marchó directamente a su casa, seguido por sus invitados. Tenma se despidió a medio camino, con su deber cumplido.

Hikaru se metió en casa en silencio y no dijo ni pío a sus invitados, simplemente se encerró en su habitación de nuevo. Se sentó en la cama, se puso la armadura de lino y se miró el escudo, la lanza y la espada con recelo. La última vez que alguien en su familia cogió armas como esas no volvió. Por eso agarró el casco antes. No era como los que los mayores llevaban, esos de metal que te cubrían toda la cara, que tenían esa cresta aterradora y te dejaban sordo. Era más bien un casco de bronce para cubrir la cabeza, la frente y las orejas (2). No daba un aspecto tan imponente, pero para proteger, lo valía.

—No me está gustando esto... —soltó, mientras oía a Shindou y Kirino movilizarse de nuevo.

Se ató el cinto con la espada sin mirar, agarró escudo y lanza y salió de casa sin pensárselo mucho más. Y entonces cayó en la cuenta: el amuleto. No lo llevaba. Aún lo tenía Endou, después del susto del día anterior. Iba a buscarle con la mirada, pero no tardó nada, pues se acercaba a él corriendo y con un Tenma detrás, igual de armado que el de pelo morado.

—Con todo lo que ocurrió ayer se me olvidó de devolvértelo —se excusó Endou. Él no iba armado. ¿No iba a participar en la guerra? ¡Era con quien más confiaba para que se apuntara! Otro mazazo emocional para el chico—. Toma, no le ha pasado nada.

Hikaru se lo puso al instante, escondido detrás del linotórax (3) para que no se perdiera.

—Vaya, para ser que no queréis luchar vais muy bien armados —comentó Shindou, algo sorprendido y con un toque sarcástico a la vez.
—Nuestros cumpleaños fueron hace no mucho —le explicó Tenma, el más animado de toda la ciudad. No dejaba de sonreír, el condenado, y a Hikaru eso le ponía nervioso—. ¡Vamos, que llegamos tarde!
—¿No vas a luchar? —le preguntó Hikaru a Endou, casi como una plegaria.
—No, voy a quedarme atrás a proteger la ciudad. Si es para defenderla, habrá más voluntarios —le explicó con voz compasiva. Endou sabía muy bien del problema de Kageyama con las armas y su familia. Le había enseñado muchas cosas pero, aunque su físico no era un impedimento (ni por asomo), Hikaru siempre tardó más en aprenderlo todo—. Os acompaño al campo de entrenamiento. Quiero ver qué se trae entre manos ese Kidou.

Los cinco marcharon con relativa calma hacia el campo de entrenamiento. Hikaru vio a unos pocos vecinos más sumarse a la marcha, por su cuenta, aunque la mayoría de los vecinos los miraban con pena. En toda la Hélade ir a la guerra era motivo de fiesta, orgullo, honor... menos en Tirea.

Cuando llegaron por fin al campo, Hikaru había contado un par de decenas de vecinos armados más o menos iguales acompañándole. Y había bastantes más ya allí. Los que ya tenían canas llevaban cascos imponentes, corazas de metal, protección en las piernas, escudos pintados. Eran los veteranos, los pocos que quedaban. Los que eran algo más jóvenes, como la generación de Kidou, solamente tenían el casco imponente y las protecciones de las piernas. Hikaru supuso que con el tiempo se podría permitir una mejora, como sus amigos mayores.

De su generación había muy pocos, pero estaban todos sus amigos: Ichiban, Hinano y Tenma, además de algunos vecinos más con los que no se hacía mucho. De la generación de Kidou, además de él, estaban Goenji y Midorikawa, además de Kazemaru, que iba vestido de nuevo con su atuendo de mensajero y cargado con un arco (algo poco habitual, más bien usado para la caza que no para la guerra).

—¡Kazemaru! —le llamó Endou, cuando le vio, con energía similar a la de Tenma—. ¿Ya te vuelves a ir?
—Pues sí...

Se pusieron a hablar. Hikaru no se dio cuenta de lo que sucedía, era muy inocente a la par que estaba nervioso por la situación, pero Tenma sí. Les observaba muy curioso. Todo el mundo en Tirea sabía que de jóvenes ellos dos tuvieron... ciertos encuentros. Eso había llegado a orejas de Tenma por medio de anécdotas, y todos decían que eso ya había pasado, pero él no se lo creía. Según él, todo lo que vio Endou al entrar en el campo de entrenamiento fue a su "amorcito", como le contó a Hikaru (quien no escuchaba), en vez de saludar a todos.

—Os lo digo yo, siguen juntos —se reafirmaba. Hinano e Ichiban sí que escuchaban.

No es que fuera delito que fuesen pareja, pero el cotilleo era jugoso.

Al cabo de un rato, cuando la multitud parecía que no iba a aumentar más, Kidou empezó a hablar.

—Gracias a todos por presentaros. Creo que he contado poco más de ciento diez. Es buen número. —Miró a Endou por un instante. Éste estaba ansioso por conocer ese truco bajo la manga que había quedado en segundo plano el día anterior por lo del terremoto—. Aunque muchos no sois experimentados ni ninguno de vosotros está entrenado para lo que tengo pensado esta vez, partiremos hoy mismo a Argos (4). —Ninguna queja. La disciplina era algo que transmitía Kidou con su presencia, incluso a los mayores—. Como habréis notado, con el tiempo se os han proporcionado escudos más grandes y lanzas más resistentes. Eso es porque las vais a utilizar mucho. Para luchar contra Argos y lo que los dioses nos hayan enviado, haremos una formación compacta de 4 grupos, en columnas de tres por ocho personas (5). Los veteranos en el grupo de más a la derecha. Los jóvenes, detrás del grupo de la izquierda.

Eso era una orden. De repente, los más jóvenes se encontraban inmersos en una multitud de guerreros corriendo de un lado para otro, formando todo lo deprisa que pudieron. Tenma arrastró a Hikaru como pudo para ponerse lo más a la izquierda posible, y acabaron en medio de la columna.

—Sobra una columna, Kidou —le señaló Endou, pese a que estaba tan sorprendido como el resto de asistentes—. Hay cinco columnas. Y sobran cinco hombres más.
—No, afortunadamente no sobra nadie —le sonrió de vuelta. Luego se dirigió a la tropa—: La columna veterana, que escoja al más valiente y lo ponga delante en el flanco débil. Es la posición de honor. Luego que escoja al más avispado y organizador y se ponga detrás del todo, fuera del grupo.
—¿Detrás? Kidou, ¿qué es esto? —le preguntó muy extrañado Goenji. Fueron varios los que le miraron raro, pues tanto fuertes como estrategas acostumbraban a ir delante del todo para subir la moral.
—Las otras columnas menos la de los jóvenes que hagan lo mismo —ordenó, sin hacer caso a su amigo.

Así, cada grupo escogió al más valiente y al más astuto e hicieron lo ordenado. Kidou fue metiendo a esos cinco hombres en las filas para substituir a los que habían salido hacia atrás y, de hecho, puso el quinto en el grupo de los jóvenes. Eso significaba que Kidou era el quinto "avispado".

—Esta formación es nueva —dijo desde atrás, donde Shindou y Kirino esperaban—. Es defensiva y tiene que servir para resistir oleadas de enemigos. Los escudos de cada uno deben entrechocar con los de al lado, así el enemigo no tiene espacio para meterse en medio. —Eso último era otra orden. Las cinco columnas se apretujaron. Hikaru notó la proximidad y se sintió seguro. Y había cierto espacio para mover la lanza—. Los organizadores como yo estarán detrás. Se asegurarán de que el movimiento sea coordinado y se encargarán de los cambios de formación de su grupo si es necesario. Por último, tengo que decir dos cosas: nada de heroísmo, aquí nos movemos todos juntos o nos aplastarán. Hay que estar unidos; y segundo, nos moveremos siempre así hasta llegar a Argos, pero con algo más de espacio. Cada uno cargará con lo suyo, incluido su comida. La eficiencia es vital.

Con esto dicho, Kidou se posicionó con el resto de estrategas de grupo y preguntó con un tono más relajado qué les parecía a todos. Y la idea agradó de veras. Estar obligado a permanecer juntos y unidos daba una sensación de fortaleza importante, o eso pensaron Hikaru y sus amigos. No se podrían mover rápido en batalla, pero no tendrían rival. Incluso los veteranos, que ya habían luchado mucho, no habían visto una formación tan compacta. Al final, el inventor de la formación dejó que los soldados descansasen.

—¡Esto va a ser genial! —exclamó Tenma al resto.
—Estaba poco convencido, pero oye, Kidou es un genio... nos protege a todos —añadió Ichiban, sereno pero animado.

Luego observaron a Kidou hablar con Goenji, Endou y Kazemaru. Las caras que ponían ellos eran similares a las de los jóvenes. La nueva formación era impresionante. Endou se estaba arrepintiendo de haber decidido quedarse en Tirea en vez de ver en acción el invento de Kidou.

—Disculpadnos —intervino Shindou—. Kirino y yo queremos unirnos.
—¿Tenéis armas? —preguntó directamente el estratega.
—Kirino es mago, y yo soy más de planear y dirigir, como tú, pero no tenemos armas.
—Yo no necesito —puntualizó Kirino.
—De acuerdo, te daremos algunas del almacén —le concedió, como gesto de agradecimiento. No son tan eficaces, así que tú y Kirino vendréis conmigo detrás del todo. Goenji, ¿se las puedes traer?
—Claro, voy ahora mismo.

Shindou acabó vestido como uno de los jóvenes, pero sin protección en las piernas, un escudo más pequeño y sin casco. Por lo menos las armas las tenía. Él dio las gracias y se retiró con Kirino a un lado.

—No son muy sociables —observó Hinano.
—No mucho. Prefieren el tiempo para ellos —dijo sin pensar Hikaru, recordando cuando les pilló en su habitación. Menos mal que Tenma no se fijó, o ya estaría preguntando a lo loco.

Pasaron un rato descansando. Hikaru observaba la confianza que circulaba entre todos, daba igual la edad que tuvieran. Algunos veteranos se acercaron a dar suerte a los jóvenes (y a admirarlos físicamente, lo que era muy bien visto en Tirea). Kidou solía rondar entre todos los grupos preguntando cosas sobre comodidad. Quería amistad y compañerismo, no solo guerrear.

Cuando se dispusieron a marchar hacia Argos, cerca de media mañana, Endou se despidió de ellos y en su lugar vino un sacerdote para hacer el ritual para obtener la confirmación (y favor) de los dioses para salir de la ciudad (6). Con la aprobación de éstos, después de un sacrificio de cerdo bien ofrecido, el sacerdote se marchó (con sus ayudantes cargando el cerdo) y Kidou ordenó que los soldados formasen en esos grupos. Mientras caminaban hacia la salida de la ciudad, muchos vecinos les vitorearon y les aseguraron que la ciudad estaría a salvo.

Hikaru no estaba tan seguro. Ni de Tirea, ni de la marcha.

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De nuevo espero que os haya gustado y os recomiendo que me busquéis si queréis más fics míos :) Mundo Yaoi, Amor Yaoi, Mundo Yuri... os doy para elegir jeje

NOTAS:

(1): Los griegos eran extremadamente supersticiosos y, sobre todo a partir de uno o dos siglos más adelante de donde estamos, la política y la economía estaban completamente ligados a la religión: participar en la vida pública, asambleas, política, esas cosas, significaba también rituales para todo (comer, plegarias, predicciones, cuando atacar en una batalla, cuando iniciar una guerra, absolutamente todo), lo que nos lleva a la religión de nuevo. Es como si, en parte, los miembros del parlamento elegidos actualmente tuvieran como trabajo administrar todo eso. Un ataque a la religión, en definitiva, era un ataque a la ciudad. Por eso el comentario del consejo.

(2): Tiene nombre, es el "casco ilirio", buscadlo en Google, es fácil. Los cascos que tienen los otros, esos que te dejan sordo, se llaman "cascos corintios". Fácil de buscar, también.

(3): Bastante evidente, pero "linotórax" es el nombre griego que tenía la armadura de lino endurecida, y para no tener que escribir toooodo esa definición otra vez en el fic... pues nota XD

(4): El mundo griego era así. Muchos podían ser guerreros, pero todos (excepto en Esparta) solamente lo eran en casos puntuales de guerra. Todos eran campesinos con unas cuantas armas chulas y con el único entrenamiento de experiencias pasadas. Y nunca combatían en invierno.

(5): Esta formación es el llamado lochos arcaico, en Grecia, lo que conocemos mundialmente como formación hoplítica. Sí, nuestros amigos son hoplitas. Y sí, es la formación de batalla que todos ven en las pelis. Si buscáis la palabra "lochos" en google imágenes, tenéis un magnífico ejemplo del mismo en varias formaciones, la más clara la segunda imagen de la tercera fila, donde las columnas se diferencian bien. En este caso, propongo que el creador es Kidou, aunque no se sabe cuándo se formalizó. Hacia el 800 aC ya existía.

(6): Reafirmándome con la nota 1, TODO era un ritual necesario XD  

Cazadores del Mar Celestial [Inazuma Eleven Go]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora