28. Convivir con los demonios

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A Hikaru le costó volver a sentirse a gusto en casa. Además de la nostalgia y la sensación de que nada de aquello había pasado, ahora que ya no había guerra, sus pesadillas sobre rayos, truenos y aquel palacio eran más frecuentes. Intentaba no hacer ningún ruido con metales y su lanza y su escudo estaban guardados en el mismo cuarto de invitados donde una vez pillara a Shindou y Kirino enseñándole qué era lo que hacen los amantes.

Por ello, procuraba estar cerca de sus amigos. Ichiban, Tenma e Hinano le hacían salir todas las mañanas de casa para pasear o ayudar en la construcción de la muralla, que avanzó muy rápidamente al regreso de los soldados.

—Nadie ha visto a Goenji desde que se encerró en su casa —comentó un día Tenma—. Endou dice que le ha visto y que está bien, pero yo no me lo creo.

—¡No vamos a husmear! —le advirtió Hikaru—. ¡La última vez que lo hicimos nos pillaron!

—Y nos mandaron a la guerra —apuntó Ichiban.

—Eso habría pasado igualmente —rechazó Tenma—. Pero vale, no husmearemos. Sólo estoy preocupado.

En cierto modo, todos miraban la puerta de casa de Goenji cada vez que pasaban por allí. Era una especie de recordatorio de que podía ser que las promesas que una vez recibieron de unas criaturas que ni siquiera vivían en el mismo mundo que ellos podrían no cumplirse. Era una ansiosa sensación de espera que sólo desaparecería con la primera visita. Eso era lo que Hikaru esperaba, por lo menos.

Kazemaru apareció ante ellos en la entrada a la ciudad. Llevaba dos mensajes.

—Hikaru, esto es para ti.

El joven abrió una carta delante de todos, incluso del propio mensajero.

—¡Es el rey Níctimo! —exclamó.

—¿Quién? —preguntó Ichiban.

—Ah, sí, tú te lo perdiste por lo de esa ninfa, pero Hikaru estuvo prisionero en Licosura —explicó Tenma—. Aún no sé exactamente qué pasó ahí, pero de alguna manera Níctimo le salvó y acabó en el trono después de que Zeus destruyera el palacio.

A Hikaru le temblaron las manos al oír su propia historia y dejó de leer por un instante. Cuando volvió a concentrarse, dijo:

—Quiere que le visite alguna vez, en otoño. Quiere saber cómo está. Sabe lo de Elis.

—¡Es genial! —aplaudió Tenma—. ¿O no?

—No estoy seguro de que pueda volver a ese sitio.

Hinano le pasó un brazo por el hombro y le acercó un poco.

—Níctimo es tu amigo. Y podemos acompañarte, y decirle que no se quede en palacio.

Hikaru sonrió sin mirarle y asintió.

Después de un segundo, Tenma saltó para curiosear sobre el otro mensaje.

—Es de Argos, va para Kidou —le reveló—. Voy a ir a verle ahora, y como te vea merodeando cerca de su casa antes, durante o después de mi entrega, te plantaré delante del consejo y les contaré qué te pasaba cuando me tocaba cuidarte de noche cuando eras niño.

—¡No! ¡No me acercaré! —aseguró el joven, apurado.

Ichiban e Hinano se rieron con ternura, pues recordaban perfectamente las noches en las que se oía llorar sin parar al pequeño Tenma porque tenía miedo a la oscuridad y ellos iban en su rescate.

* * *

Kazemaru llamó a la puerta de casa de Kidou mirando a su espalda. Los cuatro chavales seguían cerca de las murallas, comentando algo.

Cazadores del Mar Celestial [Inazuma Eleven Go]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora