Capitulo 17

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Después del show que armamos en el restaurante, Robert pagó la cuenta y nos largamos de inmediato de ahí.

No lo podía creer, al principio intimidante el hombre, después coqueto y seductor, y al final el mismo cretino y ególatra hombre millonario de siempre.

Dios, estaba tan enojada con él en ese momento...

Abrí la puerta de mi departamento, antes de cerrarla, vi  que él seguía ahí de pie, esperando al parecer que lo dejara pasar.

- ¿ No me invitaras? - dijo señalando con una de sus manos el interior de mi departamento. Volvió a mover la misma mano con insistencia al ver que no le respondía. - No querrás lidiar tu sola con tu padre después de que se entere que no le has enviado ninguna fotografía, ¿verdad?

Entonces en mi mente se realizo un gran debate. Si lo dejaba entrar, sabría que no habría marcha atrás sin importar que contaba con la presencia de mi mejor amiga dentro, pero bien sabíamos los dos que ese no era un impedimento para el sexo; pero si lo dejaba pasar y solucionar las cosas con mi padre- que seguramente seria un ogro - ya no tendría ese problema encima.

- Oh... Vamos, no hare nada que tú no quieras.

¿ En verdad lo decía en serio?

Y de un pensamiento a otro, le di paso a mi departamento.

- ¿Estas aquí, Amber... - pregunto Ana. Su pregunta se quedo a medias al ver ala hombre que se encontraba a mi lado. Ana solo estaba en pantis y una camisita que a simple vista se marcaban sus pezones, Robert no pudo detener su vista, eso me causo un escalofrío nada agradable por mi cuerpo.

- Robert, - dije tomando uno de sus brazos sin total delicadeza, causándole un dolor no tan severo - ella es Ana, mi mejor amiga.

- Un gusto. - dijo Robert conteniendo un grito de dolor ante mi apretón que cada vez se volvía mas intenso.

- ¿Es él? - pregunto Ana en gesto de sorpresa.

- ¡Ana! - le grite, dando un gran apretón al brazo de Robert, haciendo que gritara de dolor; lo solté.

- ¿No es él? - eleve los ojos al cielo. A veces mi mejor amiga no podía contener su boca cerrada. - ¿Es el puto Dios del sexo de quien tanto hablas, no? 

- ¿Dios del sexo? - pregunto Robert divertido.

- Ana, ¿No tienes nada que hacer? - no podía evitar ponerme roja de la vergüenza, era inevitable.

- Los dejare solos...

- ¡No, Ana! - intervino Robert, - Por favor, quédate. - le estaba suplicando que se quedara, eso hacia querer darle una patada fuerte en los huevos, en cambio, el me los dio a mí, ¡PERO EN LOS OVARIOS!

Ana no le respondió y, haciendo caso omiso a sus palabras, se fue directo a su habitación, moviendo de un lado a otro el enorme culo que tenia. Ella podría ser así y mucho mas teniendo novio.

- ¿Por qué se fue? podríamos haber hecho un trío. - comento divertido. tome la primera almohada del sofá y se la arroje ese hermoso rostro que tenia.  

- Eres un pervertido. Lárgate de mi casa ahora.

- Me encanta cuando te enojas - dijo haciendo un pequeño ronroneo - te hace ver sexy.

Eso era, ese tipo de comentarios hacían perder mis cinco sentidos.

Sin importar con la presencia de mi amiga, - que lo más seguro era que ya estuviera perdida en un largo sueño, -  me abalance hacia él, rodeando con mis brazos su cuello, siento su aliento sobre mi rostro y su mirada sobre mis labios, mi acto causo que sus manos se posaran sobre mi cintura.

- Aun tengo el vestido Downey. - dije para poder provocarlo más, dándole a entender lo que quería.

Su mirada seguía fija en mis labios, quería ver yo la suya y lo que pasaba frente a sus ojos, pero ya me lo imaginaba. Era lujuria.  

 Mil cosas pasaban por mi cabeza, entre ellas era deseo, o tal vez más que eso, lo deseaba ahora y siempre.

Empezaba a necesitarlo más que nunca.


   




El Peligro De La Atracción.  (Robert Downey Jr y Leighton Meester) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora