Capitulo 5

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—Buenos días— dice Azael luego de dejarlo pasar, lo miró somnolienta, miro la hora y el reloj de la pared marcaba las 9:05 de la mañana, hoy me quedaba un largo día de trabajo.
—Buenos días— hable tímida e incómoda por la presencia de él en la habitación, y yo debajo de la sabana solo  con mis bragas y su camiseta.
—¿como descansaste?—me miró pidiendo permiso para acercarse. A lo que asentí, mientras me sentaba, colocó una bandeja con desayuno en mis piernas.
—Dormí como dormía antes— le medio sonreí, y unos segundo pude detectar una mueca de tristeza, pero se le borro casi al instante.—Gracias—agradecí por el excesivo desayuno.—Se ve todo delicioso— y no mentía, ni siquiera sabía por dónde comenzar.
—Me alegro, realmente no sabía que te gustaba, así que decidí un poco de todo—. Tomo una frutilla y se la metió a la boca. Sonreí, y mas cómoda comencé a devorar la comida, hacía tanto tiempo que no comía tan bien y tan rico.
Luego de casi atorarme unas cuatro veces, levanté la mirada no aguantando más su mirada penetrando mi cabeza.
—¿Que?—escupí un poco histérica, odiaba que me observarán sin decir ni una sola palabra.
—Nada solo te observaba— su serenidad me calmo bastante.—Te alimentan bien?— preguntó un poco inquieto, alerta por mi reacción. Hice una mueca de disgusto.
—Eso que nos dan, no debería llamarse comida, pero no me puedo quejar al menos me alimentan, no quiero jamás volver a pasar hambre— y tome un sorbo de café. Asintió pensativo.
—Pero no deberían darte de comer más por el entrenamiento duro y las continúas luchas?— me reí, y no me salió esa risa por alegría sino por una inmensa amargura.
—No le interesa—me encogí de hombros— al principio me alimentaban más que el resto, con comidas con nutrientes, proteínas y todo eso pero al parecer era mucho dinero para ello y no lo hicieron más, le habrá durado menos de un mes.
A ese estiércol le interesa la plata y nada más. Y cuando logre escapar lo voy a ser mierda. Tengo evidencia.—escupí con odio y al ver la cara sorpresiva de Azael, me pegue unas mil veces en mi conciencia, había metido la pata.
Como no pudiste cerrar tu enorme bocata, me reprendí.
—Tranquila no diré nada—hizo un intento de sonrisa, que terminó siendo una mueca, no le creí. Estaba jodida.
Deje la bandeja a un lado y sin darme cuenta me baje de la cama, me di cuenta de que estaba semi desnuda cuando vi como me comía con la mirada.
—Me puedo bañar?—pregunté súper incomoda. Tragó saliva.
—Claro, esa puerta es del baño— la señaló, agarré mi bolso y me metí al baño apresuradamente con las mejillas encendidas, me habían mirado así ante pero jamás yo me había sentido así. Abrí el agua fría, me saque la camiseta y las bragas y la deje tendidas en el suelo, y me metí bajo la ducha. Necesitaba más que nada en el mundo refrescar mis ideas.
Luego de la refrescante y liberadora ducha, me sequé con una toalla que saque de un pequeño modular, y abrí mi bolso, me coloqué el conjunto de ropa interior y unos short y una camiseta por lo menos tres tallas más que la mía. Y unas zapatillas cómodas.
—deje tu— y mi cerebro no funcionó más. Había salido del baño, intentando avisarle que su camiseta la había dejado en el tacho de la ropa sucia, pero la vista, o más bien mi cerebro como ya dije, no me dejó seguir hablando. Un azael sin camiseta, se me había secado la boca.
Unos abdominales bien marcados, y una v que se perdía en el comienzo de sus jeans.
Al darme cuenta que lo estaba comiendo con la mirada, hice un esfuerzo, que debía admitir que me costó muchísimo, y levante la mirada arrepintiendo al instante, su sonrisa de superioridad me cabreo.
—Te gusta lo que ves?— alzó ambas cejas jugueteando.
—Deje tu camiseta en el tacho de ropa sucia— lo ignore, debía salir al menos con 5% de dignidad.
Sonrío y se colocó otra remera.
—¿Que te pasó?— pregunte curioso al ver la anterior remera tirada en el suelo con una enorme marcha en el abdomen.
—quise tomar la bandeja y llevarla abajo y se me cayó el café que dejaste en la taza encima— gruñó.
Me mordí el labio para no reírme, se veía tan tierno enojado.—¿Lista?— preguntó y asentí.
Debía volver a ese espantoso lugar.
Salimos y afuera nos estaba esperando un Lamborghini negro, tenía que admitirlo, estaba babeando.
Me abrió la puerta del copiloto, entre y me coloqué el cinturón para luego admirar de dentro esa preciosura.
—Te gusta?—preguntó sonriendo.
¿Que si me gusta?
— Lo amo, es un Lamborghini Huracán LP610-4 2015— mis ojos brillaban de la emoción, amaba los coches.
—Guau, sabes de coches— se notaba su sorpresa.
Asentí, y el resto del camino lo pasamos hablando de coches.
—muchas gracias por todo— y él sabía perfectamente, que agradecía más que nada por no obligarme a ser nada que no quería.
Por desgracia ya había llegado, a ese edificio despintado llenos de grafitis, que daba la impresión de estar abandonado.
—No hay de que, no veremos el viernes— se despidió con la mano, subió la ventanilla y se fue pitando.
El viernes
¿El viernes iría de nuevo a su casa?
¿Eso quiso decir?
—Al fin llegaste— lo mire con odio y entre al lugar, evitando que me tocara.
Me siguió, deje las cosas encima de mi cama, no estaba Arlet en la habitación.
Lo miré esperando que Erwin se dignara hablar.
—Hoy tendrás nuevo entrenador—declaró y abrí los ojos como plato, rezando por dentro que fuera más bueno conmigo que el anterior. Asentí, no quedándome otra que aceptar su proposición.—Cámbiate, te está esperando en la sala de entrenamiento— sin decir más se fue, cerrando la puerta tras de si.

Sala de entrenamiento, me daba ganas de reír, era un lugar lleno de humedad, al igual que ratas. Negué con la cabeza, y me fui a colocar ropa deportiva.

Luego de colocarme las calzas, el top deportivo y las zapatillas.
Salí de la habitación, y comencé a dirigirme a la "Sala de entrenamiento" como le gustaba llamarle Erwin.
—Amy—esa voz chillando de emoción la reconocí, me giré y era ella.
—Arlet—chille al igual que ella, y corrí a su encuentro.
La abracé.
—Que tal te fue?—la intriga le ganó.
—Te cuento luego, llego tarde al entrenamiento— me miró y asintió, compresiva.
Me di media vuelta y trote hasta el lugar.
—Hola?— entre dudosa al lugar, la verdad que tenía miedo de que me tocara un monstruo peor del que tenía. Mire la hora en el reloj  de la pared que andaba de milagros, había llegado con tan solo cinco minuto de retraso.
— Hola— mis ojos se abrieron grande de sorpresa, salía El Gradulon envolviendo sus muñecas con unas vendas. Me tiró una para que yo hiciera lo mismo. La agarre en el aire.
—Hola señorita— me sonrió.
—Hola grandulón— le devolví la sonrisa.

Al fin una buena.

MUDA (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora