Capitulo 10

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—Azael—dije en un susurro, alejándome lentamente de él. Esto estaba mal, muy mal.
—Lo siento, no quise incomodarte— se lamentó, incrustando mis ojos, agache la mirada, no aguantando la fuerza y determinación de su mirada.
—Tranquilo, buenas noches— me di media vuelta, y comencé a emprender a la escaleras.
–Espera— tomo mi mano, deteniéndome
, espere paciente lo que tenía que decirme.—Te voy ayudar— lo mire frunciendo el ceño, no entendía, ¿en que me quería ayudar?. Tomo mi mano, y me tiro hasta que entramos a su habitación—Voy ayudarte a salir de ahí, pero debes ser paciente, no sólo saldrás, sino que destruiremos a ese canalla y descubriremos al capo del tráfico de mujeres—me tense al oír esas palabras.—Tranquila–me abrazo de lado intentando calmarme, pero lo que más me incomodaba en ese momento, era que no entendía nada.—Habló enserio Amy, no deben hacer nada— me miró, advirtiendo con la mirada. ¿Cómo sabía que ya habíamos planeado todo?. Nos miramos fijamente a los ojos, perdiendo la noción del tiempo. Asentí. Cruzando los dedos por la espalda.
***
–¿Lista?— le preguntó a Arlet en un susurro, asiente. Ya era martes por la madrugada, era la hora en la que los guardias cambiaban de turno, y teníamos diez minutos, ni más, ni menos, no podíamos tardar más que eso.
Vestíamos todo de negro, para disimular en la noche, y escabulléndonos, corriendo y pendiente que nadie nos viera, la puerta trasera estaba a unos pasos de nosotras. Miramos hacia los lados, y no había nadie. Abrí la puerta, por supuesto, cerrada. Saque a la velocidad de la luz, las llave.
Y probé en centésimas de segundos, unas cuantas llaves hasta que di con la correcta. Salimos, y le volví a poner llave.
Agachadas, a la altura del pasto, caminamos sigilosamente, a lo lejos, se veían los hombres de Erwin, paseándose de un lado a otro con armas.
Al llegar al paredón, buscamos el hueco oculto por pasto, que habíamos estado haciendo por meses, y nos escabullimos por ahí, al salir el aire fresco me golpeó el pecho haciéndome estremecer. Nos miramos con Arlet, y ambas sonreímos a la vez.
Pegadas al paredón comenzamos a correr, dando la vuelta y perdiendo la vista de ese horrible lugar.
Ahora corríamos libres, felices por las calles, pegando el fresco aire en nuestros pechos, y alborotando nuestro pelo.
Luego de haber estar corriendo unas diez cuadras, disipamos las luces, habíamos llegado al centro. Nos detuvimos, nos sacamos las capuchas, y comenzamos a caminar, aún había juventud divirtiéndose bajo la luz de luna, y no los culpaba, solo añoraba esos días, en lo que yo hacía lo mismo.
—Allá— dice Arlet emocionada, apuntando con el dedo un centro policial.
Nos encaminamos hacía allá, y la culpa me llegó de pronto. Le había prometido a Azael que iba a ser paciente, e iba a dejar que el actuará como él pensaba que era debido.
Pero también tenía que ver mi punto de vista, ya habían pasado Tres años y ya no aguantaba más.
Sonó la campana, dando aviso que había entrado alguien al lugar. Los nervios me estaban consumiendo, tragué saliva.
—Hoo laa — mi voz titubeó. Salió una chica de al menos, unos treinta año, detrás de unas cortinas de plástico, con un café en mano.
—Hola soy Lucia, ¿en que les puedo ayudar chicas?¿Están bien?— nos examinó a ambas, fijándose si teníamos alguna herida.
–Necesitamos hablar con el que tenga mayor cargo aquí, es algo importante— fui al grano, realmente no teníamos demasiado tiempo, como para malgastarlo.
—Están de suerte, aún no se fue el Oficial Cárter— tomé la mano de Arlet, intentando calmar a ambas.—Espérenme un momento— nos sonríe, asentimos. Y tomamos asiento, esperando que vuelva Lucia.
—Estoy que exploto de los nervios Amy— se aferró a mi brazo, mirándome a los ojos, esperando un poco de consuelo de mi parte.
—Tranquila cariño, no dejaré que te pase nada– la abracé.
—Chicas, ¿En que le puedo ser útil?— nos sobresaltamos, me di media vuelta, para encontrarme un hombre con su uniforme de media estatura, con unos cincuenta años encima, se notaba su canas. Su media sonrisa, me tranquilizó, un poco.
—Necesitamos hablar, con usted,urgente— dije poniéndome de pie, y Arlet siguiendo mis pasos.
—Síganme— se dio media vuelta y comenzó a caminar, a lo que nosotras hicimos lo que nos pidió. Abrió una puerta, y nos dio paso.
Había una mesa, con cuatro sillas, de color gris, o era ese color hace mucho tiempo.
—Tomen asiento, por favor— nos señaló los asiento con la mano, y nos sentamos.—¿Agua? ¿Café? ¿Algo?—
—Agua, por favor— dije, miro a Arlet y ella asintió. Él sonrió, y salió del lugar cerrando la puerta tras si.
Arlet se hecho aire con la mano, y la entendía.
Las palabras de Erwin retumbaba en mi cabeza.
—Jamás se le ocurra escapar, porque no saben lo que les espera. A mí nadie me engaña, yo tengo ojos por todos lados, hasta los lugares que menos imaginan—.
¿Estábamos haciendo bien? ¿Le tendría que haber hecho caso a Azael?
La puerta se abrió, venía el oficial con una bandeja con vasos con agua y galletas.
—Supuse que tendrían hambre— asentimos ambas.— Bien comencemos— toma asiento, y espera nuestro relato.
Miro Arlet, y me da señal para que sea yo quien hable.
— Hace tres años que fui secuestrada, Arlet tres años y medio— Los ojos del oficial, se abrió de par en par— esto es trata de mujeres, prostitución, y peleas ilegales. Todas menores de veinte años. El líder de ese lugar, se llama Erwin Griffin— se tensó, algo no iba bien. Apagó el aparato que grababa nuestra confección.
—¿Como escaparon?— tragué saliva, mire de reojo a Ar, y ella tomó mi mano por debajo de la mesa.
—Como pudimos— dije. Asintió pensativo.
—Un minuto chicas— sonrió, pero ahora está sonrisa no me dio ninguna confianza, me quise parar, pero nos apuntó con el arma. Nos volvimos a sentar.
¡Mierda, y más mierda!
Cuando cerró la puerta, corrí a la puerta, trabada.
La ventana tenía rejas.
Estábamos jodidas, plenamente jodidas

MUDA (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora