Capitulo 13

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Por primera vez en la semana dormí bien, no me importó los gritos, ni los jadeos, ni nada que se le parezca, solo dormí esperando pronto volverlo a ver.

Me levanté muy temprano como de costumbre, a esa hora la paz reinaba en el lugar, y era la mejor hora para entrenar.
Me coloqué la ropa deportiva, y camine en silencio hacia la habitación donde se encontraba las cosas para entrenar.
Y en eso no me podía quejar,    nada de cucarachas, ni ratas.
Algo que en lo personal me daban pánico.
Comencé con lo inicial, calenté todos mis músculos para no lastimarme y luego comencé a correr en círculos.
Y la nostalgia vino a mi, esa era mi rutina diaria, antes de que pasara lo qué pasó.

—hija no te olvides de llevar tu almuerzo— me miró con una sonrisa en el rostro y si mano estirada sosteniendo el almuerzo para mí.
—Gracias má, ya me estaba olvidando— me reí, y me acerqué a tomar mi almuerzo.
—Mi niña, tú nunca cambiaras— depositó un beso en mi coronilla, y con una nalgada me apresuró a salir de mi casa.
—chau má, te amo— grite antes de cerrar la puerta.
—Igual yo mi niña.
Mis lagrimas ya habían comenzado a brotar, aveces no apreciamos los pequeños momentos, estamos tan sumergidos en nuestras rutinas, y asumimos que los demás saben cuánto los amamos que jamás demostramos el amor.
—Ven dame un abrazo mi niña— rodé los ojos.
—dale pá, estamos en público.
–Amor, escuchaste a tu hija? No quiere darme un abrazo— miro a mi madre e hizo un puchero.
—¿Cuantos años tienes papá? Me estás avergonzado.— comencé a caminar más rápido dejándolos atrás.
—Tranquilo amor, ya va a querer uno, y no lo va a tener— intentó consolarlo.
Y vaya que tenía razón, daría mi vida por tener unos segundo para poder abrazarlos, necesitaba mucho estar protegida entre sus brazos.
Golpeaba la bolsa con furia, descargándome por completo toda mis frustraciones, e irá.
—tranquila, lo romperás.
Me giró bruscamente.
—¿Que haces aquí?— lo miró y sonrió.
—No hay mejor entrenador que yo, y como perdiste olímpicamente ayer me buscaron.
—Con ayuda de Azael no Grandulón?— asiente.
—Basta de chacharas y a entrenar.

Me sentí plena, nunca hubiera deseado esta vida para mí, y lo que más anhelaba era ser libre al fin.
Pero de las experiencias se aprende, y cada cosa buena la disfrutaba y la atesoraba.
No había ser más noble que el grandulón.

Ya me había bañado, relajando cada músculo que dolía por los golpes y por el entrenamiento, aunque no había sido duro, porque sus textuales palabras debes recomponerte primero, porque estas molida señorita.
Y camine junto a cientos de chicas hacia los comedores.
Esto me hacía recordar a la escuela cuando tocaba el timbre e íbamos a almorzar a los comedores, lo que diferenciaba era la comida, esta era horrible, y el lugar, las paredes manchadas, las mesas y sillas apenas estables, y él higiene se hacía desear.

Era todo diferente, cada una tenía su habitación, y así llevar el cliente a esta, para tener ropa debías sumar puntos.
¿Como se sumaban puntos?
Limpiando las habitaciones, la cocina.
Lavando los utensilios.
Lavando ropa, obviamente a mano.
Y se restaba punto cuando sacabas algo de ropa, o para higenizar, como las toallas higiénicas, shampoo, acondicionador, jabón.
Si eras floja, te jodias, no tenías nada. O te acostabas con los que estaban encargados de esas lista y conseguías todo gratis.
Y lo hacían, yo no podía creer lo que eran capaces de hacer.
—Hanniel puedes darme ropa para lavar, necesito jabón después— asiente, me da una bolsa de ropa.
—Tu nombre?— me mira y espera que le responda.
—Amy, Wood— deletreo mi apellido, y aparece en la pantalla.
—Okey, anotado. Cuelga la ropa, y cuando esté seca la traes y ya tendrás los puntos, para sacar lo que quieras— asiento, tomo la bolsa y la arrastro hasta el lavadero, donde se encuentran docenas de chicas lavando ropa.

Esto es injusto.

Ya llegada la noche, agotada por todo el trabajo, llevo la ropa seca a Hanniel, quien me entrega el jabón.
Lo guardo en una bolsa, que encontré, y lo meto bajo el colchón, porque si, te roban igual.
Y todo lo vi en una semana.
Esto era el mismísimo infierno.
Me coloqué la ropa que debía lucir en las noches.
Ya que solo los viernes, sábado y domingo, iba a pelear. El resto de semana me iban a prostituir, y eso me asustaba mucho.

¿Y si Azael se cansaba de gastar dinero en vano en mi?

¿Que sería de mí?

No quería averiguarlo.

Nos colocarlos en dos filas, y comenzó la subasta, por la noche.
Llevaban a una chica al frente, y los hombres gritaban sumas de dinero por pasar la noche por la chica.
La fila estaba pasando demasiado rápida para mi gusto, y aún no veía Azael, aún no llegaba, y los nervios me estaban consumiendo por dentro.
No podía dejar de mirar a mi alrededor pero no lo localizaba por ningún lado.
—Vamos Amy, no me hagas perder tiempo, que vale dinero— me tomaron del brazo y a la fuerza me coloco donde estaban ante las otras chicas. Tragué duro, todavía no llegaba.
—Comenzamos— gritó, como sea que se llame.
—50 dólares— se escucho.
—¿enserio? ¿Acaso no ven esta preciosura de chica?— me obligó a girar en mi eje.
—100 dólares.
—Vamos ustedes pueden más— animo. Como si estuviera vendiendo objeto, la ira me subió a la cabeza y comencé a sentir calor.
<<Cálmate>> me repetía.
—300 dólares.
—acá, 500 dólares.
Los grito me aturdía, o era la bebida que me habían obligado a tomar antes de venir, y no sólo a mí sino a todas las chicas que al parecer siempre se los daban de beber porque nadie rechistó, no lo sabía con exactitud que era lo que me pasaba, pero deje de prestar atención a todo, ya que me daba vuelta todo.
—10.000 dólares— pestañeé aún muy aturdida, pero esa voz me sobresaltó, creía saber a quién pertenecía. No estaba en mis cabales así que no podía confirmarlo.
—Subastada— gritó emocionado—luego de pagar vienes a retirarla. Ahora, la siguiente.

Me tomaron del brazo y me guiaron a la habitación, me quite los tacones, que me hacían sentir que iba a caer a un precipicio, y me senté en la cama esperando, no sabía que.
—Amy— entró cerró la puerta y se sentó a mi lado tomando mi mano.
—¿Azael?— pregunte ladeando la cabeza.
—¿Estas drogada?— me tomo por los brazos y me miró a los ojos confirmándolo por el mismo—¿que te hicieron pequeña?— me abrazo con dulzura, y comencé a llorar, por tercera vez en el día, pero esta vez no sabía el porque.
—prométeme que sabrás qué pasó con Arlet, prométeme que la sacaras de todo esto.
—Por supuesto pequeña, no sólo a ella a todas las sacare, todavía no sé cómo pero lo haré lo prometo— beso mi cabeza, y me ayudó a recostarme, la culpa no me dejaba.
Y lo último que vi esa noche fue sus hermosos ojos, y sus brazos rodeándome.

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RECOMPESA POR TODOS ESTOS DÍAS SIN BAJAR 🙊🙈
ADEMÁS NO PODÍA DORMIR Y ME LLEGO LA INSPIRACIÓN. AGRADEZCAN AL INSOMNIO 😂
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MUDA (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora