Capitulo 10 "La Sorpresa"

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Ayudada por sus camareras, Sissi se había vestido para la cena

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Ayudada por sus camareras, Sissi se había vestido para la cena. Hasta aquel momento, nada sabía de la sorpresa que Francisco le había indicado y por ningún comentario ni concepto podía adivinarla. Pero algo le decía que aquella noche tenía que estar resplandeciente. Por eso, ante el asombro de sus sirvientes, cambió de traje varias veces antes de adoptar el definitivo.

No obstante el tiempo empleado en estos cambios, Sissi estuvo preparada antes de la hora prevista. Los minutos se le hicieron terriblemente largos.

Por fin la condesa Estejarda anunció:

―Majestad, su majestad el emperador está esperando.

Sissi salió precipitadamente al pasillo donde Francisco José esperaba.

Éste la cogió por ambas manos, obligándola a dar una vuelta completamente sobre sí misma.

―Estás preciosa ―dijo satisfecho. Y has hecho muy bien, porque parte de la sorpresa es que la cena de hoy será algo extraordinario, aunque celebrada en la intimidad. Por deseo mío han sido invitadas ciertas relevantes personalidades de la Corte, entre las que figura su eminencia el arzobispo.

Así era, en efecto. Para conmemorar el día, Francisco José había dispuesto que fuese servida una comida extraordinaria, en cuya preparación se habían superado los cocineros de palacio.

Cuando el emperador y la emperatriz aparecieron en el salón contiguo al comedor, donde estaban reunidos los comensales, fueron saludados con las mayores pruebas de cariño y estimación.

Francisco José, sin que nadie se diera cuenta, cambió algunas palabras al oído del maestro de servicio del comedor, el cual no pudo reprimir una elocuente sonrisa. Transcurridos unos momentos, el maestro de ceremonias anunció:

―Majestad, la cena está servida.

Formando parejas, los reunidos pasaron al lujoso comedor, donde ocuparon sus respectivos puestos en la mesa.

Sissi miraba atentamente en todas direcciones y los movimientos de cuantos se hallaban reunidos esperando descubrir la segunda parte de la sorpresa. Francisco se la había anunciado y no podía pensar que se tratase de otro regalo, como el collar que lucía en el cuello y que lanzaba verdaderas cataratas de reflejos al chocar la luz contra las piedras preciosas. Pero nada de anormal vio y no tuvo más remedio que esperar.

En la mesa, varios comensales hablaban animadamente en voz baja.

Francisco José aprovechó aquel momento para hacer las señas convenida al jefe de servicio.

Y mientras las voces de las damas resonaban en la lujosa estancia, las puertas se abrieron y una fila de uniformados criados avanzó, llenado todos ellos exquisitas viandas.

Los camareros se aprestaron a empezar su labor en el momento en que otros servidores aparecían portadores de algo que hizo sonreír a Francisco José, admirarse a Sissi de forma tal que su rostro llegó a expresar el asombro y dibujar en la cara de la archiduquesa Sofía la más desesperada mueca de disgusto. El emperador miró a su esposa, la cual no pudo menos que coger su mano y apretarla suavemente en una muda muestra de agradecimiento.

SISSI EMPERATRIZWhere stories live. Discover now