El entusiasmo se desbordaba y los duques se veían impotentes para calmar los ánimos de sus pequeños.
Entre el tumulto de voces, resonó la voz varonil de Tomás, que, acercándose al duque, exclamó:
―Alteza, recibid la felicitación de vuestro servidor.
Pasados unos momentos y obedeciendo a la orden de Max, los pequeños se retiraron.
Las alegres voces se perdieron finalmente en el exterior. Los duques se miraron suspirando los dos al mismo tiempo.
Max se volvió hacia Tomás para ordenarle:
―Retírate y cuida de que los pequeños se acuesten inmediatamente. Es ya un poco tarde para ellos.
Momentos después, los pequeños desfilaron ante sus padres, a los que besaron una y otra vez.
Ludovca y Max se encontraron definitivamente solos. La duquesa, leyendo y releyendo la carta de Sissi y su esposo paseando lentamente por la estancia y exhalando espesas bocanadas de humo de la pipa que estaba fumando.
― ¡Ah! ―suspiró Ludovca―. Confiemos en que será un heredero del trono.
El duque pareció meditar y repuso:
―Si fuera igual que Sissi, casi prefería que fuese una niña.
Ludovca, que a cada palabra lanzaba un profundo suspiro, exclamó:
― ¡Cuánto daría por estar con ella ahora!
El duque agarró las manos de su esposa y se las golpeó cariñosamente, comprendiendo el pensamiento de ella. Después, volvió a pasear y dijo:
―Éstos son días muy felices, querida. ―Pareció profundamente emocionado cuando añadió―: ¡Sissi! ¡Sissi!
Ludovca se levantó para preguntar casi al oído de su esposo, al que cogió amorosamente por el brazo:
― ¿Verdad que era encantadora?
Max asintió.
―Yo me sentía orgulloso de nuestro Niño Jesús. ―Respondió la esposa.
―Y yo. Miró el duque a su esposa, y acariciando su cabello, añadió―: Fue el mejor regalo que me hicisteis en aquella inolvidable Nochebuena.
Ludovca, recordando la pasada felicidad, comentó en un susurro:
― ¡Ahora sentirá ella el mismo orgullo que sentía yo!
―En fin, tenderemos que esperar a la primavera para el fausto acontecimientos.
Estas palabras hicieron volver al rostro de Ludovca la sonrisa que momentos antes se había borrado. Dijo con entusiasmo:
―Para entonces estaremos en Viena. ¿Verdad, Max, que iremos a Viena en la primavera?
El duque cogió entre las manos del rostro de Ludovca, y con infantil alegría, exclamó:
― ¡Claro que iremos! ¿O es que tú crees que voy a dejarte ir sola para que conozcas antes que yo a nuestro nieto?
El acuerdo fue mutuo y reafirmado con un cariñoso abrazo.
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SISSI EMPERATRIZ
RomanceSissi se adapta lentamente a la vida como emperatriz de Austria luego de a verse casado con Francisco José; pero le cuesta trabajo aprender el riguroso protocolo de la corte de Viena; a esto se le suma la difícil relación que mantiene con la todopod...