La archiduquesa Sofía, madre del emperador, se había hecho el propósito de reorganizar totalmente el servicio de palacio, sobre todo el de las damas que habían de formar el cuerpo de camareras y damas de compañía de la nueva soberana. Recayó el titulo de camarera mayor de su majestad en la condesa Estejarda.
La condesa Estejarda, como su cargo requería, se ocupaba directamente de servir a la emperatriz, o, por lo menos, de ser ella quien recibía las ordenes de Sissi que después transmitía a las restantes damas. Y al mismo tiempo informaba de todo a la archiduquesa Sofía. La madre de Francisco José podía seguir así, paso a paso, todo cuanto hacia a esposa del emperador, sin que ésta se diera cuenta. Sissi se preocupaba muy poco de lo que pudiera pensar sus damas de compañía. Obraba con rectitud y su máxima preocupación era que Francisco José estuviera contento. Esto lo había conseguido plenamente, bastándole para que se considerase la mujer más dichosa de la tierra.
Las camareras y damas de compañía hacían también sus comentarios, pero en realidad acababan por confesar todas ellas que Sissi era una mujer extraordinaria. Nunca les reprochaba nada y esto hacía que se sintieran sumamente complacidas de encontrase cerca de la emperatriz.
La archiduquesa Sofía penetró en la estancia y las damas se inclinaron respetuosamente.
―Deseo hablar a solas con la condesa Estejarda ―dijo la archiduquesa.
Momentos más tarde, la archiduquesa y la condesa penetraron en el gabinete continuo, al fondo del cual y formando una esplendida galería, podían verse muchas jaulas con gran variedad de pájaros de bello plumaje, entre los que destacaban números papagayos.
Luego de unos momentos de pausa, la archiduquesa dijo:
―Condesa Estejarda, os he nombrado camarera mayor de su majestad la emperatriz y, por tanto, espero que hagáis honor a vuestro cometido.
La condesa asintió con un leve movimiento de cabeza y con una simple sonrisa no muy significativa.
―Deseo sobre todas las cosa ―prosiguió la madre de Francisco José ―que la emperatriz no dé un solo paso sin saberlo yo. No es curiosidad, sino simple conciencia de que su majestad necesita mi dirección, debido a su juventud.
―Espero merecer la confianza de su alteza, cumpliendo siempre vuestras órdenes.
La expresión de la archiduquesa revelaba la complacencia que sentía. Se acercó a un elegante secreter, que Sissi utilizaba en muchas ocasiones, y, apoyándose ligeramente en él, preguntó:
― ¿Tenéis alguna información?
La condesa Estejarda avanzó, y después de suspirar profundamente, como si se preparase para un largo discurso, explicó:
―Hace unos días han traído un nuevo papagayo a palacio. Yo pido a vuestra alteza me conceda el honor de tener el derecho de encauzar el parque zoológico.
―Si a su majestad le agradan estos animales ―afirmó la madre del emperador― los puede tener en palacio, por insoportables que resulten.
La condesa no contestó:
― ¿Eso es todo? –interrogó de nuevo la archiduquesa Sofía.
―Su majestad no hace más que protestar del baño. La instalación le parece deficiente.
―Aquí ha vivido y se ha bañado María Teresa. No comprendo las quejas de una insignificante princesa bávara que ha llegado a emperatriz por casualidad. ¿Nada más?
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SISSI EMPERATRIZ
Roman d'amourSissi se adapta lentamente a la vida como emperatriz de Austria luego de a verse casado con Francisco José; pero le cuesta trabajo aprender el riguroso protocolo de la corte de Viena; a esto se le suma la difícil relación que mantiene con la todopod...