YoonGi no sabía cuantas horas habían pasado, y aquel abrigo a su lado le estaba comenzando a dar picazón.
Pensó en Jimin y sus ojos no pudieron evitar aguarse. ¿Dónde estaba su príncipe de armadura? Seguramente en el trabajo.
La luz se había ido hace horas y él aún no se atrevía a salir de aquel armario para ver si esta había regresado.
Se detestó a si mismo por ser tan miedoso, y también por recordar que había dejado su linterna encima del televisor de la sala.
La posición en la que estaba le hacía doler el trasero. Se hallaba sentado en el suelo, abrazado a sus piernas.
Lo único que agradecía YoonGi en ese momento era que aquel armario era fresco, sorprendentemente.
Apoyó su cabeza en sus rodillas y se concentró en las bocinas de los autos en la calle.
Minutos más tarde sintió la puerta del cuarto ser abierta.
Levantó su cabeza rápidamente, aterrorizado.
-¿YoonGi?
La cálida voz de Jimin lo hizo suspirar. Al fin estaba en casa.
-J-jimin...
Su voz sonó temblorosa, pero lo suficientemente fuerte para que un desorientado Jimin abriera las puertas del armario.
-¿Qué diablos haces allí?-preguntó mientras levantaba a YoonGi del suelo.
Al estar frente a frente Jimin tomó sus mejillas entre sus manos.
-Y-yo... la luz se fue, y me asusté de la oscuridad...
Jimin frunció el ceño.
-El armario también es oscuro, YoonGi.
YoonGi se desesperó, Jimin no le estaba entendiendo.
-P-pero... ¡Me oculté en la oscuridad pequeña para que la oscuridad grande no me tragara!-YoonGi habló sin parar.
Jimin no podía creer lo que YoonGi le estaba diciendo. En verdad que era un infante. Su infante.
Jimin abrió sus ojos mirando atrás de YoonGi.
-¿Q-qué sucede?
Jimin soltó a YoonGi lentamente. Su mano apuntó hacía el armario.
-H-hay un monstruo detrás de ti...
Los ojos de YoonGi se abrieron enormemente mientras saltaba hacia Jimin.
-¡Sálvame, sálvame!
Jimin lanzó a YoonGi directo a la cama.
-¡Oh no, el monstruo de las cosquillas me ha poseído!~
-¡Jimin!
