CAPÍTULO 5

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Después de que Lady Tilney nos rellenara la tazas de té unas cuatro veces y de ir al baño otras tantas, Paul nos indicó que era la hora de irnos. ya era tarde para volver a Temple en este año, pero, a menos que quisiéramos aparecer en la casa de unos desconocidos, probablemente preparando la cena o viendo la televisión, al saltar de vuelta, debíamos salir.

-Todo irá bien-dijo Paul en la puerta.-Técnicamente, ya le hemos vencido una vez. Sólo habrá que estar seguro de matarle esta vez, en vuestra época es vulnerable.

-Ánimo Gwenny-me susurró Lucy al oído cuando me abrazó para despedirme, con expresión consternada.-Ten en cuenta lo que hemos hablado, y si hay cualquier indicio de algo extraño, salid de Londres con toda la familia; nada de contacto con nadie, nada de decirle a nadie dónde estáis.

Asentí con un nudo en la garganta. Como plan teórico, era el más fácil y con posibilidades de éxito. ¿En la vida real? No. Si convencer a Lady Arista iba a ser complicado, para qué hablar de Charlotte. Aunque bueno, a ella siempre se le podía poner a Gideon delante, y ella haría cualquier cosa. Pero, ¿tía Glenda? Jamás de los jamases. Aparte de que no era sólo la familia: era Mr Bernhard, era Leslie, era Raphael, eran la familia y amigos más cercanos de Gideon. posiblemente también Mr George y Madame Rossini. Era algo imposible. ¿Y dónde demonios te llevas a tal cantidad de gente? La idea del Polo Norte era cada vez menos descabellada.

-Vamos, Gwenny, tenemos que ir a algún sitio donde no llamemos la atención al volver.

Le dirigí una sonrisa a mis padres y tomé la mano de Gideon. Le seguí andando a paso más o menos rápido por algunas calles que me resultaban familiares, aunque era cierto que había pasado en 1912 bastante tiempo en las últimas semanas. Sin embargo, en cuanto giramos una esquina y v la gran puerta marrón me quedó claro dónde estábamos: Holy Trinity, la iglesia donde nos escondimos cuando Gideon apuntó a mi madre con una pistola, donde conocí a Xemerius y donde nos dimos nuestro primer beso.

-Vamos deprisa, me estoy empezando a marear.

Gideon empujó la puerta y me la sujetó abierta. Luego avanzó hacia el confesionario donde nos escondimos la otra vez, y me sonrió.

-Hermana, adelante, por favor.

Le sonreí y aparte la cortina de terciopelo, sentándome y descorriendo la celosìa que separaba la parte del cura de mi asiento, y vi como Gideon también descorría su lado.

-Bueno. ¿Algo rápido que confesar en estos...-miró su reloj-cinco minutos?

-Bueno... Aparte de los instintos asesinos, creo que no he tenido tiempo de pecar más.

Él se rió suavemente y apoyó los codos en la ventanita.

-Oh, vamos, eso es aburrido, aún quedan cuatro minutos.

-Confiesa tú tus pecados, si tanto te aburres en silencio.

De nuevo una sonrisa.

-Bueno...últimamente he desobedecido a mis superiores unas cuantas veces, y he tenido bastantes pensamientos impuros-dijo alzando las cejas. Me sonrojé violentamente, aunque traté de disimularlo.

-¿Más de los habituales?

Gideon alzó una ceja.

-¿Por quien demonios me tomas? Aunque sí, muchos más de los habituales.

Me reí suavemente.

-Es todo culpa de esta chica-me dijo con una sonrisa divertida y acercándose a mi con aire conspirador.-Ella no se da cuenta, pero cuando entra en la misma habitación que yo no puedo evitar desear que estemos solos. Es horrible, y siempre tengo la idea de que cuando salga de la sala me dejará tranquilo. Pero no, en el momento en que se va, sólo puedo desear que vuelva, para poder besarla y abrazarla y...

DIAMANTE (remastered)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora