1 de Enero, doce de la mañana. ¿Resaca? Ja, ja, ja. Pista: no. Normalmente, o mejor dicho, para las personas normales, era un día para pasarlo durmiendo tras el exceso de fiesta y alcohol de la noche pasada, más bien de la noche pasada y misma mañana, eso como mínimo. Yo, en cambio, me tuve que conformar con una simple comida familiar y ver cómo después los más listos y mayores iban abandonando mi casa, el lugar donde celebramos la Noche Vieja, y se iban a festejar la última noche del año. Yo no es que pasara de hacer lo mismo que ellos, más bien mis padres no pensaban que tuviera la edad suficiente como para salir sola de fiesta. Mi hermano empezó a salir a los 18, nunca me olvidaré, y pensaba utilizar ese argumento, además de la mayoría de edad, para tener el permiso de mis padres. Aguanta África, este ha sido tu último año en acostarte un 1 de Enero a las dos de la mañana.
Me levanté de la cama tras haber estado en ese estado de <<me levanto ya o espero un poco más>>, y cogí el móvil del escritorio. Leí algún que otro tweet, lo que hizo que me animara un poco al ver que había incluso gente de mi edad que la noche anterior se había ido a dormir antes que yo. Una incluso ni comió las uvas porque no se hablaba con sus padres desde hacía varios días. Desde luego, no me podía quejar del todo. Pero como yo soy un pelín exigente, seguí pensando que era una friki total.
El olor a tostadas, añadido al tremendo hambre que tenía esa mañana, me obligó a pasarme por la cocina y hacerme un buen desayuno. Después del papelón que tuve que hacer la noche anterior, me lo merecía, y mucho. A la leche de todos los días, le acompañó una pulguita con queso y pavo, sustituyendo las galletas que normalmente me como. No satisfecha, después de zamparme todo eso, decidí engullir las cuatro galletas sustituidas por el mini bocadillo. Mientras me comía la segunda, pensé en posibles planes para ese día. Mis amigas, tan frikis como yo, se habrían acostado a la misma hora, y por tanto estarían ya despiertas o a punto de hacerlo. Cogí mi móvil de nuevo y mientras masticaba el último trozo de la cuarta galleta, miré WhatsApp y pregunté si a alguna le apetecía hacer algo. Sorprendentemente, ninguna había mirado el móvil por la mañana y sus últimas conexiones rondaban las cinco o seis de la mañana. Justo cuando me iba a levantar de la silla, mi madre.
-¡Buenos días, cariño!-me dijo alegremente, y dejando sobre una de las encimeras de la cocina varias bolsas.
-Hola mamá.
-Ay… vengo del supermercado y me he encontrado con la madre de Raquel.
Raquel es una de mis dos mejores amigas. Guapísima, tipazo, simpatiquísima, y con un novio que ya quisieran muchas, como yo.
-¿Y…?
-¡No te lo vas a creer! ¡He flipado! Me ha contado que su hija ha vuelto de fiesta a las ocho de la mañana…
Mi cara de sorpresa no podía ser mayor. ¿Raquel de fiesta? ¡Y no me había avisado! Cuando se lo dijera a Ester…
-¿Raquel de fiesta?
-Sí, no sé cómo su madre le consiente eso… ¿Te imaginas cómo habrá llegado? Es que no me quiero imaginar lo furiosa que me pondría si tú hicieras eso…
-Tú directamente ni me dejas salir.
-Cierto…
Aquella conversación lo único que me aportó fue una bajada de ánimo brutal. Si algo me reconfortaba de no salir en Noche Vieja, era que mis otras dos amigas hacían igual, pero después de enterarme de que Raquel había salido… ¡Y menuda juerga se había pegado al parecer!
La conversación la interrumpió mi hermano cuando se presentó en la cocina a por agua. Su cara resacosa evidenciaba que hacía escasas horas que había llegado a casa.
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África
Teen FictionInconformista, joven, inteligente, simpática, aunque como ella misma se describe: friki. 17 años no le son suficientes para hacer lo que a ella le da la real gana, y a pesar de que no crea en la mítica frase: ''año nuevo, vida nueva'', pronto experi...