Capítulo 19: Una visita anhelada

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-No estarás hablando en serio- dijo Thomas mientras me ayudaba a bajar del auto y dirigirnos al elevador. Will entregó mi maleta a Thomas y permaneció fuera.

-Lo espero aquí señor Stevens.- dijo Will educadamente.

-Gracias señor Stathan- pronunció Thomas oprimiendo el botón del ascensor. Era raro dirigirse hacia Will por su apellido. Pero mis pensamientos hacia él terminaron conforme las puertas del ascensor se cerraron.

-Thomas, de verdad necesito ir a verla.- El tiempo que pasaba mientras subíamos piso a piso se sentía eterno. Lo miré a los ojos y el respondió a mi mirada.

-Esta bien, si quieres puedes ir mañana, le diré al señor Stathan que te acompañe. Pero no volverás más.

-No creo que tenga ganas de verla nuevamente.- El tiempo de pie se hacia notar porque sentía ligeras picadas en el abdomen y la pierna.

Entramos por fin a casa, hace tiempo no sentía tanta paz de llegar a mi casa, respiré profundamente mientras caminaba hacia nuestra habitación. Thomas pedía a la señora Becket que preparara la cena ya que me encontraba impedida de hacerlo. Al terminar de cenar, me ayudó a recostarme y quitarme con suavidad la ropa.

-Hace cuanto no te veía de esta manera desnuda y sin hacerte nada- me miró pícaramente al quitarme un vestido que traía puesto.

-Te tocó acostumbrarte, no creo tener fuerzas para tener sexo contigo.

Thomas besó mis piernas delicadamente. Sus besos ardían cada que tocaba mi piel. Anhelaba su contacto, ansiaba sus besos en cada rincón de mi ser. Thomas añadió caricias hacia mi cintura; intentaba ignorar el ardor de la herida de la pierna y veía como Thomas besaba alrededor de la curación de mi pierna y seguía subiendo hacia mi ombligo. El dolor del abdomen fue imposible ignorarlo. Me quejé levemente y Thomas se detuvo. Sonrió y se dirigió directamente a mis labios.

-Te amo tanto.

-Yo a ti mi amor- Besaba con suavidad sus labios y lo abrazaba hacía mí. Me acomodé entre sus brazos y al cabo de un rato nos dormimos profundamente.

Estaba en la oficina, parecía de noche debido al exceso de luz en la oficina y el cielo negro de mi ventana. Mi escritorio estaba vacío, solo tenía mi ordenador pero no habían papeles de ninguna cosa encima. Escuché un ruido extraño fuera, era familiar y la valentía que había sentido la vez pasada se disipó y no tenía ganas de salir de mi oficina. Sabía que alguien estaba afuera y quizá por la luz de mi oficina se había percatado que yo estaba allí. El silencio albergó el lugar, esto provocó que el miedo se apoderara de mí y me escondiera bajo mi escritorio; no pude apagar la luz así que solo me metí ahí. Como lo había predicho, un par de zapatos negros se detuvieron en la puerta transparente de mi oficina y la abrió lentamente. Mi corazón latía con fuerza, intentaba manejar mi respiración para que mi corazón se calmara pero fue inútil. Los zapatos negros caminaban hacía mí; era difícil reconocer si eran pies femeninos o masculinos ya que hasta el tamaño era neutro. Unas manos me agarraron por detrás y me sacaron de mi escondite. No pude evitar gritar pero me detuve cuando el sujeto me tenía a su altura. Observe el rostro de aquella persona y ésta se quitó el pasamontañas. Era Bonnie. Su mirada implacable de odio se clavaba en mis ojos; algo delgado y helado se clavó en mi pecho: era una pistola.

-Me equivoqué una vez, pero ahora no lo hare- pronunció Bonnie mientras jalaba el gatillo. Chillé con fuerza hasta que abrí los ojos. La luz de mi habitación estaba encendida y Thomas que estaba en boxers me miraba aaustado. El dolor era profundo y sumamente fuerte. Me miré la curación del abdomen y estaba sangrando igual que la del brazo. Mi cuerpo estaba humedecido del sudor y no podía dejar de temblar. Thomas me abrazó y rompí en llanto.

-Amor cálmate por favor, te hace daño ponerte así.- Se incorporó y fue al baño por unas gasas y suero para limpiarme. Enseguida llegó a la cama y retiró delicadamente las curaciones ensangrentadas. Observé las heridas, aún estaban enrojecidas y cicatrizando, se veían demasiado desagradables. Thomas limpió con cuidado cada una y las cubrió con gasas. Volvimos a dormir, aún faltaban unas horas para iniciar el día.

......

Desperté después de Thomas, quien al levantarme salía de la ducha, me besó con ternura y fue a vestirse. Cuando terminó de bañarme Thomas salió para la empresa.

Cuando por fin me arreglé Will me esperaba en el primer piso con el auto.

-Buen día señora Stevens- Will estaba vestido con un elegante traje negro que resaltaba su cuerpo tonificado.

-Oh, por favor Will dime Kiara, hemos pasado por tanto que este tipo de formalidades me molesta.- Will me ayudó a entrar en el auto. En cuanto se sentó en el asiento del piloto sonrió a través del retrovisor y me dijo:

-Bueno Kiara- me estremecí ligeramente al oir mi nombre con su voz- ¿Está segura que quiere hacer esto?

-No Will, estoy aterrada y con ganas de vomitar.

-Oh Dios, espero que eso no suceda.- No pude evitar reirme con su comentario y arrancó en camino a la prisión.

Fue muy largo el trayecto, y ganas de hablar no tenía; recibí varios mensajes de Thomas diciéndome que me cuidara y que estaba pendiente. Una hora después Will aparcó frente a la prisión donde estaba Bonnie.

Me bajé y pedí a Will que se quedara ahí, las náuseas me ganaban y mis piernas eran un par de fideos que intentaban mantenerse en pie y caminar lo más recto posible.

El ingreso no tardó mucho ya que venía recomendada del señor Stevens. Unos minutos después de firmar mi ingreso estaba en una hanitación de paredes grises y una pequeña ventana con barrotes. En el centro había una mesa con dos sillas, me senté en una, crucé la pierna con mucha dificultad y junté las yemas de los dedos mientras tamborileaba con ellos.

Un momento después entró ella; estaba irreconocible, llevaba el cabello suelto y enmarañado, un oberol beige descolorido y sus típicas gafas. Al sentarse vi detrás de sus enormes lentes un enorme cardenal que atravesaba su ojo izquierdo hacia su mejilla; algunas cortadas y rasguños y ni hablar de sus manos. Ella me miraba con rabia, tanta, que me impidió siquiera decirle "hola".
Por Dios, ¿Qué estaba pensando? Venir aquí a buscar a alguien que aparentemente me odia y buscaba mi fin y el de Thomas y sencillamente saludarlo. No lo creo. Antes que las náuseas de estar ahí me ganaran la contienda me puse de pie.

-Lo lamento, no debí haber venido aquí.

-Kiara, por favor espera.- Bonnie al fin había hablado y su voz me erizó los vellos de la nuca; era recordarla hermosa, inocente y dedicada. Verla así dolía más que las heridas en mi cuerpo. Que estúpida soy, me permití quererla, era un cariño más que sexual o amoroso; era verme a mí misma en ella y haberla ayudado a sobresalir entre las demás.

Pero la vida es así, y te destroza cuando menos te das cuenta; te muestra la peor cara de la gente que quieres cuando más la necesitas. Quería salir corriendo y huir de esta situación que me comprometía sentimentalmente a ella, pero no pude. Por algo vine y no iba a irme sin conseguirlo. Volví a mi asiento y la miré.

-¿Por qué Bonnie?- mis palabras eran torpes y entrecortadas; unas cuantas lágrimas brotaron deslizándose por mis mejillas que limpié con la manga de mi chaqueta.

-Hay mucho que explicar, pero si lo hago quiero que me creas y me ayudes a salir de aquí.

-No me vengas a comprometer a nada, no estás en posición de negociar y menos conmigo. Solo habla y yo decidiré si creerte o no.

-De acuerdo. Primero no quiero más golpizas cortesía del señor Stevens.

Stevens CorporatedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora