Capítulo 5: Merecido descanso

402 37 7
                                    

Cuando el ascensor se detuvo en el piso 18 que era donde me encontraba, vi a Thomas con la corbata abierta y gesto exhausto; al verme sonrió y me abrazó. Sentí en él un ligero aroma a alcohol, típico en Thomas que solía tomarse unos whiskies mientras trabajaba.

-¿Qué tal tu día mi amor?- dijo besándome.

-Pesado, cada vez hay más mujeres que quieren entrar.

-Es obvio, no hay mejor sitio para aquellas que saben aprovecharlo. Dime una cosa, ¿Esa hermosa secretaria tuya sigue en la oficina?

-Supongo que sí, pero no creo que esté de humor para verte- sonreí al verlo- Acabo de dejarle plantada.

-No deberías hacerlo, no con ella.

-Estaba celosa de otra chica, sabes que no lo soporto. Esta noche, te tocó conformarte conmigo.

Thomas me miró enojado- Jamás vuelvas a decir tal cosa. Detuvo el ascensor  y me arrinconó en una esquina, besándome salvajemente -Tu...vales.....miles...de...esas...chicas... y ...lo.... sabes...- cada palabra la pronunciaba dándome besos en el cuello.

-De acuerdo, lo lamento- No tenía ganas de pronunciar palabra, solo quería que Thomas continuara.

-Que sea rápido- dijo abriendo la cremallera de su pantalón. Por más que pasara el tiempo ver su miembro y sentirlo dentro de mí era indescriptible. Se movía a gran velocidad y con intensidad por lo que terminó en muy poco tiempo.

Se ajustó nuevamente el pantalón y acomodó su corbata mientras dejaba que el ascensor continuara su camino. Lo mismo hice yo viéndome al espejo.

-Te compensaré, en cuanto lleguemos a casa- Thomas me dedicó una hermosa sonrisa sujetando mi mano. El chofer nos esperaba en el primer piso y nos llevó directamente a la casa; la comida china sería para llevar.

Vivíamos al norte de la ciudad en un lujoso apartamento que muy poca gente si quiera podría darse el gusto de imaginarlo. Lo habíamos comprado hace 4 años, pero aun relucía como nuevo; las paredes color marfil daban la bienvenida al único apartamento en el piso 30. La sala era enorme, cuadros costosos estaban colgados en cada pared de la estancia, muebles negros en cuero y una linda mesa de centro decorada acorde con el ambiente.
El comedor, jugaba con los colores negro y vino tinto y quedaba atrás la cocina. A pesar de que contábamos con una empleada y un ama de llaves yo no permití contratar alguien en la cocina, era algo que disfrutaba hacer por mi misma y Thomas había aceptado.
Llegamos derecho a nuestra habitación; igualmente blanca, colgado el televisor y frente a el una enorme cama con edredón blanco y negro.
Tomamos un largo baño juntos relajándonos y disfrutando de nosotros. La noche terminó nuevamente en nuestra cama hasta que nuestros cuerpos no podían continuar del cansancio y nos dejábamos llevar del sueño.

Desperté a las 7 para realizar mi rutina de ejercicio. Me bañé y coloqué mi ropa deportiva. Alisté todo lo necesario para irme y me dirigí a la cocina. Siempre dejo preparado el desayuno de Thomas y al regresar ya nos disponemos a salir a pasear y en la noche regresar a casa.

....

El fin de semana pasó volando, Thomas y yo dedicamos esos días para compartirlos juntos, comprábamos aquello que nos antojaba, gastábamos en comida, ropa y demás y en las noches llegar a disfrutar de nosotros y cada rincón de la casa. Habíamos aprendido a llevar nuestro matrimonio a la perfección; así, sin mentiras ni tapujos y todo funcionaba a la perfección.

Thomas disfrutaba de aquellas mujeres que consideraba atractivas y yo hacía lo mismo bien sea con o sin él, no había ningún problema y en todo ese tiempo nos había permitido de una manera extraña ser más cercanos que cualquier otra pareja. Éramos esposos, novios y amigos; todo a la vez y no podíamos sentirnos mejor porque ya estaba cada dimensión de nuestra vida copada.

Sin embargo, siempre me asaltaba la duda, ¿Habrá que detener tanto deseo en algún momento?
Veía a Thomas sonreirme al disponerse a dormir: No, la verdad lo dudo.

Stevens CorporatedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora