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Chat Noir estaba sentado en una cornisa. A su lado, Ladybug estaba dormida, recostada sobre él. Chat Noir la abrazaba, rodeándole la cintura y apoyando su cabeza sobre la de ella, mientras que Ladybug mantenía la suya entre su cuello, causándole unas agradables cosquillas. La vista de París era hermosa, él nunca había visto algo así. Parecía que, al estar con ella, él lograba ver las cosas de una forma diferente. Más... especial... Más...


❇❇❇


Adrien despertó. Fue un agradable sueño. Se sintió tan real, tanto... esa había sido la mejor parte, las sensaciones. En su sueño no se dijeron nada, sólo se quedaron allí, y eso bastó para hacerlo sentir completo. Comenzó a preguntarse qué estaría haciendo su chica misteriosa en esos momentos, cuando, al tratar de moverse, se dio cuenta de que sí tenía a alguien en brazos.

Parpadeó varias veces. ¿No había sido un sueño? Ajustó su vista a su entorno y luego recordó: estaba en la habitación de Marinette. Los adornos rosas parecían hacerle guiños y el ruido que provenía de la laptop presentaba su murmullo como si fueran los buenos días. Parpadeó varias veces más y se removió sólo para sentir el cuerpo de su amiga pegado al de él.

Adrien se paralizó y, recordándose que debía hacer algo pronto, se movió con lentitud, precavido de no despertar a Marinette. Apagó la laptop de ella, que estaba sobrecalentada, y se puso sus zapatos y su abrigo. Se sentó largo rato en la silla frente al escritorio de Marinette, sin dejar de pensar: ¿por qué había soñado aquello en ese momento? Y, ¿por qué se sentía tan mal al comparar, sólo por unos instantes, a su amiga y a su amor?

Miró a Marinette. Sintió algo caliente en el estómago cuando se dio cuenta de que ahora olía a galletas, como ella. Tragó saliva. El flequillo de Marinette estaba totalmente despeinado y una de sus coletas estaba floja, pero había algo en la suave respiración de ella y su sonrisa de estar disfrutando de un placer culposo que no le dejaba apartar la vista de ella. Por unos segundos sintió que podría verla por siempre; y esos segundos se convirtieron en minutos, largos, cortos, donde comenzó a sentirse culpable por no ser capaz de quitarle los ojos de encima, mas sentía que se arrepentiría más si dejaba de verla.

Él era Ícaro y, en ese momento, en esa pequeña burbuja, ella era el sol. De repente las palabras de Romeo cobraban sentido, los cánticos de Dante a Beatriz se tornaban tentadores y entendía por qué Hades querría raptar a Perséfone.  Pero no se permitió disfrutarlo. Dentro de él seguía la culpabilidad de pensar así de ella cuando anhelaba estar con alguien más, y la pequeña semilla sembrada dentro de sí que le hacía pensar, creer, que nunca sería suficiente para ninguna de las dos.


❇❇❇


Marinette se desperezó. Estrujó sus manos contra sus ojos, tratando de aclarar su vista, acostumbrarse al silencio de su habitación, cuando recordó que Adrien debería estar a su lado. Significaba que había dormido con Adrien... Con el corazón acelerado miró a su lado, pero Adrien no estaba allí.

Estaba sentado en su silla, mirándola fijamente.

Marinette... se cayó de la cama.

En segundos Adrien estaba a su lado, ayudándola a levantarse. Su voz sonaba ronca y, medio dormida como seguía, sonó sacada de sus más oscuros sueños.

—¿Estás bien, Marinette? —dijo él.

—Me... asustaste —dijo ella.

Luego cayó en cuenta. ¡Adrien me está tocando! Lo cual fue un poco tonto, porque Adrien ya la había tocado antes, incluso la había abrazado en varias ocasiones.

¿Quién es Ladybug? [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora