19-Hunter Pov's.

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#EspecialNavideño

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Capítulo 19: Hunter Pov's.

—¿Me lees un cuento?

Me detuve a medio movimiento. Estaba por levantarme de la cama, pero Claudia me retuvo con esa última frase. Tras ver la película que era predilección de la pequeña Alba me había pedido que fuese a acostarla mientras intentaba consolar a una traumatizada Honoka.

Y heme aquí, siendo viernes por la noche, en el cuarto de una niña de diez años que dormía con coletas y tenían en un terrario dos enormes y peludas tarántulas.

—¿Qué clase de cuento?

Apenas conocía al miembro pequeño de la familia vecina, pero sabía lo suficiente como para conocer parte de su rareza.

Bien mirado, ninguno de los Siles que había conocido era del todo normal.

Aunque de todos ellos, Alba era la que más me descolocaba.

Claudia extendió el brazo, señalando un libro bocabajo que descansaba en la mesilla.

Los juegos del hambre —leí en la portada, con sorpresa.

No me parecía un libro acorde con la edad de la pequeña, pero se amoldaba a su personalidad. Mi sorpresa fue en aumento cuando localicé unos posits que señalaban las descripciones más rocambolescas y sanguinarias del libro.

—¿Me lo lees? —Alargó la s con ímpetu y sacudió los brazos.

Asentí muy despacio y abrí el libro. Desde la habitación de Claudia se escuchaba la inconfundible voz de Alba que despedía a Honoka.

Después de medio capítulo, me percaté de que Claudia ya dormía plácidamente sobre su almohada, con los labios entreabiertos y los dedos sujetos al edredón.

Me incorporé tratando de no hacer ningún ruido y evitando mirar el hipnotizante movimiento de las peludas patas de los arácnidos.

Salí al pasillo, cerrando la puerta a mis espaldas.

—Hunter.

Pegué un pequeño brinco y me giré para toparme con los centelleantes ojos de Alba. A estas alturas tenía la coleta deshecha, con mechones rebeldes en la frente. Traía una expresión molesta, los labios fruncidos y las cejas arqueadas.

—¿Ocurre algo? —Interrogué en un susurro.

Ella negó y echó una ojeada al pasillo antes de indicarme con un gesto que la siguiera. Internó en su habitación con pasos resueltos.

Me apoyé en el marco de la puerta, contemplando como hurgaba entre los papeles que sepultaban su escritorio. Era curioso ver el desorden que reinaba sobre la mesa, contrastando con la pulcredad con la que estaban colocados los libros en la estantería.

Aunque quizás lo más relevante de ese área del cuarto era la balda destinada solo a marcadores fosforitos colocados por colores y en distintos ángulos. Un poco por encima una plagada de objetos de colección variopintos.

Alba se inclinó y chasqueó la lengua con desdén cogiendo su cuaderno y señalándome con saña con el bolígrafo, sin variar en su actitud arisca hacia mi persona.

Su capacidad de variar de actitudes no dejaba de sorprenderme. Podía comportarse como una persona normal, tranquila y mostrar empatía a ser un ser hostil, cabreado y ególatra que te humillaba intelectualmente a la tercera de cambio.

¡Maldito Karma! [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora