41-Culminación.

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En el momento que esa dichosa de carta se materializó entre mis manos, sentí que mi mundo se bifurcaba en dos ramas indisolubles.

La fría lógica, la Alba que siempre había luchado por proclamarse superior, demostrar a todo ser viviente cuanto valía y qué era capaz de conseguir. La oportunidad de desentrañar el origen y el funcionamiento del universo había logrado cautivarme desde una temprana edad y la oportunidad que se me brindaba superaba de lejos cualquier idea que tuviera formulada al respecto.

Y por otro lado estaba... él.

Mi vida hubiera sido mucho más sencilla si algo dentro de mí no se estremeciera cada vez que aquellos malditos ojos azules me engullían en aquel exquisito mundo de matices y emociones desprendidas de todo lo que alguna vez pensé.

Era delirante, desesperante, incoherente, sin rastro de lógica o sentido, casi el canto de un loco que ansía un deseo intangible... y sin embargo lo sentía tan real como el mero hecho de respirar.

Un corto suspiro escapó de mis labios, conforme me movía, tratando de establecer una distancia mínima entre mi cuerpo y el del estadounidense que me mantenía envuelta entre sus brazos. Tenía la certeza de que nada de lo que esculpiera mi mente en aquellos instantes serviría para esclarecer mi situación, pero me resistía a dejar que el momento se escurriera entre mis dedos.

Trabé mi mirada en la suya, que me contemplaba con preocupación, serenidad y un sentimiento que dilataba sus pupilas y lograba apretujarme las entrañas.

—¿Sweetie? —Murmuró y su respiración rompió sobre mi frente, alborotándome las ideas.

Entreabrí los labios con suma lentitud, buscando las palabras adecuadas.

—Puedo realizar prácticas en el CERN —confesé en voz alta por primera vez, bajando la vista— Es un caso excepcional, ya que no aceptan a ningún alumno sin licenciatura, pero están dispuestos a hacer una excepción y brindarme esa oportunidad.

El silencio se prolongó hasta que la ronca voz de Hunter colapsó el volumen de aire que nos rodeaba.

—Eso es... maravilloso —pronunció con tono sosegado, apartando un mechón rebelde mi frente y componiendo una diminuta sonrisa.

Vacié los pulmones, sacudiendo inconsolablemente la cabeza.

—Lo es —admití con la derrota volcándose en mi voz.

—¿Pero?

Hunter alzó las cejas, interpelando acerca de la frase que aún no había llegado a pronunciar. Tragué saliva, enderezando los hombros y regresando mi mirada a sus ojos. Quería decirlo, sincerarme de una vez por todas, mostrar mis dudas e inseguridades frente a una persona que semanas atrás había menospreciado.

Ese chico de rostro anguloso y armonioso, profundos e insondables ojos azul oceánico, desordenada cabellera rizada y anchos hombros, que había fragmentando mi concepción de las cosas. El tacto de sus dedos cerrándose en mis codos, la presencia de sus piernas aprisionando las mías, presionando casi imperceptiblemente mis caderas. Incluso la tenue fragancia cítrica de su perfume mezclada con la esencia que su propio cuerpo destilaba parecía querer enloquecer mis hormonas.

Rayos.

Presioné los labios, fastidiada ante mi propia debilidad.

—Hace un mes me habría lanzado indudablemente a semejante oportunidad —admití con serenidad— No obstante, ahora soy incapaz de sentir ese entusiasmo ciego que de forma probable hubiera experimentado si esa oferta llega a presentarse antes.

Mi vecino no se pronunció al respecto y esperó con paciencia a que las palabras abandonasen mis labios, liberando aquella presión que sentía en lo profundo de la garganta.

¡Maldito Karma! [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora