Capítulo 7, Clases de matemáticas muy caras.
Mordisqueé el marcador fosforito, frunciendo profundamente el ceño, con perplejidad. Durante un verano fue profesora particular de matemáticas, a cambio de cinco euros diarios que me pulí en libros de trigonometría avanzada y tres cajetillas de tabaco que terminé tirando a la basura (fue en mi época rebelde). Pero jamás había visto una burrada semejante plasmada en un pedazo de papel.
Vaya, vaya, el yanqui no tenía ni idea de números.
Suspiré, armándome de una paciencia que minutos atrás desconocía y le arrebaté el bolígrafo de los dedos, aunque hubiese preferido chillarle que dejase de destrozar la ecuación, cerré la boca.
Hunter gruñó ante la evidencia de su ya demostrada ineptitud.
—Odio las matemáticas.
Sonreí.
—Y al parecer ellas a ti también.
El chico me lanzó una mirada furibunda antes de resoplar lánguidamente. Lo examiné en silencio, midiendo sus reacciones. Yo tampoco estaría para lanzar cohetes y vomitar arco iris si mi madre me obligase a hacer algo en compañía de un desconocido que tan siquiera me caía bien. Oh, espera, ese también era justamente mi problema.
Hunter cerró con fuerza el libro y lo lanzó lejos, de tal forma que resbaló sobre mi escritorio y se sumergió en la marea de apuntes y descartes que yacían entorno a la papelera.
Hundió las manos en su cabellera rizado y comenzó a soltar maldiciones en inglés.
—Esto no va a funcionar... —farfulló aún concentrado en su propia y personal tragedia.
¿No me digas? A mí tampoco me apetecía estar perdiendo el tiempo con el negado matemático de mi vecino, encerrados en mi estúpido cuarto. Prefería estar buscando más datos acerca del proyecto, ¡pero como mi madre jamás pensaba en lo que yo necesitaba!
Diablos, estaba deseando largarme, como Marc. Dichoso Marc con su dichosa pareja perfecta y su dichosa boda, ¡y para colmo su dichoso churumbel!
—Ni que lo digas —refunfuñé yo apartándome un mechón de la frente — Pero al parecer, estamos obligados a fingir en que sí lo hará.
Los claros ojos de Hunter dejaron de mirarse las uñas (que por cierto, mostraban unos incipientes nervios y una mala costumbre de mordérselas) y se dirigieron a mi persona.
Me escaneó en silencio antes de decir en tono cansado:
—¿No eras tan lista? Pues haz que funcione.
Entreabrí los labios, molesta.
—¡Claro que lo soy! Pero sería mucho tiempo, ¡y no tengo tanto tiempo! Estoy demasiado ocupada buscando...
Un segundo. Un jodido y diminuto segundo.
—Buscando ¿qué?
Ignoré su pregunta y dejé gestarse una idea, posiblemente de las más descabelladas que había tenido en toda mi vida.
¿Por qué perder el tiempo? Ya había probado con chicos malos, chicos buenos, deportistas, cerebritos, promedios... ¿qué perdía por probar con el vecino? ¡Era brillante! Sería una forma rápida de matar dos pájaros de un tiro.
Un enorme abanico de posibilidades se abrió ante mí y, de forma instintiva, me lancé a recoger el, por ahora, casi vacío cuaderno de campo del experimento.
—¡Ya está! —Grité, ligeramente eufórica.
Hunter, más despistado que frente a un problema de álgebra alzó las cejas.
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¡Maldito Karma! [✓]
Fiksi Remaja"Hay probabilidad de que ocurran cosas inesperadas en cada segundo de nuestra frágil existencia" Alba Siles no es una chica dada a creer en algo tan ambiguo e intangible como el karma o el destino. Prefiere pensar que todo se rige por números, por...