12. Tan estúpido como siempre.

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[Contiene spoilers de ¡Aparta, Imbécil!]

Capítulo 12. Tan estúpido como siempre. 

Después de tragarme media hora de transporte público rodeada de gente extraña y variopinta (incluso pesqué a uno hurgándose desvergonzadamente la nariz) comencé a pensar que no había sido buena idea ceder a los deseos de mi hermano.

No sé como lo conseguía, pero Marc siempre obtenía lo que quería tarde o temprano.

Me paré enfrente del ascensor que hacía gala de un carcomido cartel de FUERA DE SERVICIO. Gruñí fastidiada y enfilé las escaleras, donde cada escalón suponía un nuevo insulto que mi mente gestaba contra el primogénito de la familia.

Y todo por un trozo de pizza fría. Tendría que empezar a cobrar mis visitas. Sí, era buena idea.

—Tan sonriente como siempre —se mofó Marc nada más abrir la puerta.

Lo empujé para franquear la puerta.

—Tan estúpido como siempre.

Marc rió, sin amedrentarse por mi constante mal humor. Suspirando me aparté los mechones del rostro y tomé asiento en una de los viejos sofás del piso. Estiré los brazos apoyando desvergonzadamente las All Stars desgastadas y roídas sobre la abarrotada mesita.

Las cejas de mi hermano se fruncieron al ver la parsimonia con la que me acomodé en su casa.

—¿Y esos modales? —Interrogó apartando un par de papeles de la mesa para dejar una caja de pizza.

Me encogí de hombros arqueando la espalda para destapar la pizza. El aroma ascendió hasta mi nariz despertando un hambre punzante y feroz que atronó en el estómago. Hice los honores de despegar el primer pegote de queso y me lo llevé a los labios.

—Lamentablemente los que tengo — arrugué la nariz masticando con fuerza—¿de qué querías hablar?

Encaré los ojos verdes calcados a los de mi padre impertérrita. Ningún favor podría descolocarme, llevaba demasiados años conociendo al espécimen de mi hermano mayor para adivinar que no podía ser especialmente escabroso.

—Primero, quería saber tu opinión.

—¿Respecto a qué? ¿Qué tienes veintiún años y has sido tan brillante de dejar a tu novia embarazada? ¿O qué has elegido una carrera del tres al cuarto en una universidad cutre? ¿O por tu magnífica idea de casarte tan joven? Muero de curiosidad.

Marc gruñó, abiertamente molesto por la ligereza que usé al referirse a sus problemas.

Sí, había sido dura, pero no podía permitir que mi hermano tirase su vida por la borda por estar enamorado hasta las cejas. Comprendía que hubiese perdido los pocos dedos de frente que tenía, por eso tenía que hacerle entrar en razón.

—Ya hemos hablado lo de mi carrera, es lo que me gusta y punto — refunfuñé ante aquello —Y lo del embarazo es... complicado.

—Dime al menos que no estabas borracho —supliqué.

Marc negó.

—Por supuesto que no.

—¿Mamá no te provee de preservativos? Porque parece una puñetera máquina expendedora. Y es por tu culpa, ahora tiene la paranoia de que yo seré la siguiente en darle nietos. Puedo mandarte algunos. —reflexioné, así podría darle salida a los que se me acumulaban.

Mi hermano siguió negando con la cabeza.

—No, éramos consciente de lo que hacíamos.

¿Sabéis lo que es peor? Que sería verdad. Que Marc habría estado en todas sus facultades cuando ocurrió y también las tendría el día que se declaró. Y Mackenzie tampoco era tonta, seguro que comprendía la magnitud de los hechos.

¡Maldito Karma! [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora