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El sonido de la alarma retumba por toda mi habitación, poniéndome de mal humor. La apago de un manotazo y me levanto a regañadientes, cojo lo primero que veo del armario —que consiste en unos vaqueros oscuros y una camiseta blanca— y entro al baño.

Cuando termino me pongo unas zapatillas blancas y me peino. Tengo el pelo hecho un desastre, así que opto por una cola alta.

Cojo mi móvil y las llaves y bajo las escaleras de dos en dos hasta llegar a la cocina. Allí se encuentran mamá y Alex, mi hermano de dieciocho años.

—Hey —me siento al lado de Alex, quien parece un auténtico zombie.

—Hey, imbécila —me responde mi dulce hermano. Nótese la ironía.

—¡Alex! —le riñe mamá —Buenos días, cariño.

—Malos días querrás decir, mamá— ruedo los ojos.

Cuando termino el desayuno, Alex y yo nos despedimos de mamá y salimos a la puerta. Mi hermano saluda a mi mejor amiga y sube a su moto.

Nat lleva unos vaqueros al igual que yo, un top negro, y su pelo rubio suelto.

—No quiero ir —me quejo —Mátame.

—Después soy yo la exagerada —ríe poniendo sus manos en forma de jarra —Vamos, anímate, mujer.

Bufo.

Nat me cuenta durante el camino que hay rumores de que hay un chico nuevo pero, sinceramente, no me importa en absoluto.

Llegamos al infierno y observamos varios alumnos dispersados en grupos charlando muy animadamente. No sé cómo pueden estar tan felices.

Entramos al Instituto y observamos las listas detenidamente. Nos ha tocado juntas y nuestra clase es la 207.

—¡Sí! —chillamos al unísono.

Cinco minutos después, suena el timbre. Subimos las escaleras y después de dar varias vueltas encontramos la 207, que se encuentra al final del pasillo. Nos sentamos en los asientos de atrás y poco a poco van llegando los demás. Por último, entra el profesor y cierra la puerta.

—Buenos días. Algunos ya me conocéis porque os he dado clase, pero para los que no me conocen soy Francisco, vuestro profesor de...

Alguien toca la puerta, interrumpiéndolo. El profesor se levanta y abre la puerta, dejando ver a un chico. Supongo que será el nuevo.

Le hace un gesto para que entre y lo observo más detenidamente. Tiene unos ojos azules que hipnotizan a cualquiera, el pelo de color castaño oscuro y es bastante alto. No puedo parar de miralo, es increíblemente atractivo.

Nat me da un codazo.

—Se te va a caer la baba, Pau —me giro hacia ella y esta mueve las cejas de arriba a abajo.

La ignoro y vuelvo a mirarlo. Pero al darse cuenta se acerca a mi mesa con las manos en puños.

—¿Tienes algún problema? —puedo notar la rabia en sus ojos. Todos lo miran sorprendidos, incluyendo Nat.

—No —respondo en el mismo tono. Si piensa que me voy a callar, está muy equivocado.

Frunce el ceño y se sienta en el único sitio libre que queda, detrás de mí.

Mierda, está sentado al lado de mi hermano.

El profesor entrelaza sus manos encima de la mesa y sigue con el discurso.

—Bien, como os decía, soy Francisco, vuestro profesor de Filosofía. Ahora me gustaría que os presentáseis vosotros, para iros conociendo.

Todos asentimos y el profesor le hace un gesto a Juan, un chico que se sienta delante, para que empiece. Cuando ya se han presentado casi todos, el profesor me mira.

Carraspeo.

—Yo soy... Paula Martínez —miro incómoda a Nat, puesto que todos me están mirando.

—Y bien, ¿cómo te llamas tú? Nunca te he visto por aquí —dice el profesor mirando al chico que se encuentra detrás de mí.

—Soy nuevo —pronuncia en tono seco —Iván Petróvich.

¿Apellido ruso?

El profesor asiente y continúa con la charla de todos los años. El resto de la mañana pasa con más discursos de algunos profesores. Por fin suena el timbre y bajamos las escaleras.

—¿Viste cómo se puso? —cuchichea Nat —Qué grosero.

—Sí, es un idiota —digo recordando cómo se puso solo por mirarlo —Pero bueno, me es indiferente.

—Pues no parecía eso cuando lo mirabas —Nat suelta una risita, y la fulmino con la mirada.

Tú, mi problema © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora