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—¿Q-qué querías decirme? —
pregunto sentándome de nuevo a su lado. Él se remueve incómodo para luego mirarme fijamente, haciendo que me pierda en su intensa mirada por unos segundos. Trago saliva.

—Nunca me ha gustado realmente ninguna chica —susurra acercándose un poco, y lo miro confusa.

—¿Quieres decir que... que eres gay? —cuestiono sintiendo mi corazón romperse poco a poco.

—¿Qué? —frunce el ceño —Claro que no.

—¿Entonces? —murmuro aún más confusa.

Cierra los ojos soltando un suspiro. Parece que le está costando decirme esto. Los abre de nuevo y vuelve a mirarme.

—Lo que quiero decir, es que nunca me he enamorado —dice, y asiento lentamente tratando de procesar sus palabras.

—Oh... —susurro.

—Y no sé si esto que estoy sintiendo tenga que ver con esa mierda —masculla, y después niega con la cabeza —Me estoy explicando fatal, ¿cierto?

—Eh... —me aclaro la garganta —Un poco.

—Joder, esto es más difícil de lo que pensé —gruñe tirando de su pelo hacia atrás.

—Solo suéltalo y ya —digo ansiosa, aunque no sé por qué. No es como si me fuera a pedir matrimonio.

—Está bien —masculla acercándose más a mí, nuestras piernas rozándose —No sé qué diablos me pasa, pero no puedo dejar de pensar ni un solo día en ti —mi corazón da un hermoso vuelco. Dios, en serio va a acabar conmigo.

Acuna mi rostro con sus manos, y no me espero lo que hace a continuación.

—Demonios, siempre quise hacer esto
—une sus labios con los míos en un tierno beso que se vuelve apasionado en cuestión de segundos. Parece que ambos deseábamos esto. Coloco mis brazos alrededor de su cuello y él intensifica el beso, poniendo la mano en la parte baja de mi espalda para tumbarme sobre el césped. Nos separamos un poco para coger algo de oxígeno. Santo cielo, esto se sintió tan bien.

—Me estás volviendo loco  —jadea poniendo un mechón de cabello detrás de mi oreja.

—Lo mismo digo, Petróvich —sonrío —Pero creo que ya es hora de irnos, no quiero que mamá me mate.

Asiente.

—Está bien, vámonos —se levanta y extiende su mano hacia mí para que lo imite.

Una vez en el coche, no puedo dejar de mirarlo y sonreír como una tonta. Estoy tan feliz.

—¿Qué miras tanto? —dice apartando la vista de la carretera para mirarme.

—Nada —me sonrojo y trato de disimular mirando por la ventanilla. Ya está oscureciendo.

Pone una mano sobre mi muslo haciendo que mis mejillas ardan. Diablos, debo parecer un auténtico tomate en estos momentos. Él ríe por lo bajo sin dejar de mirar al frente.

Abro la boca para decir algo pero la cierro en cuanto me percato de que ya hemos llegado. Nos miramos incómodos sin saber qué decir.

—Bueno... —susurramos al unísono, y río.

—¿Quieres pasar? —digo señalando la casa.

—Sí —asiente saliendo del coche mientras yo hago lo mismo. Caminamos hasta la puerta y en cuanto la abro, nos quedamos petrificados.

Alex está besándose con una chica.

Tengo la esperanza de que sea Nat, pero me decepciono al ver que se trata de una chica rubia un poco mayor que mi hermano. Siento a Iván tensarse a mi lado. Parece que no nos han notado, así que me aclaro la garganta algo molesta.

Se separan rápidamente y Alex nos mira con los ojos muy abiertos. La chica se pone nerviosa y coge su bolso del sillón.

—M-me tengo que ir —dice caminando deprisa hasta la puerta, quedándose la casa en silencio. Escucho el portazo detrás de mí y miro fijamente a Alex.

—¿Por qué haces eso?

—No sé a qué te refieres —murmura mirándonos a Iván y a mí —Yo puedo hacer lo que quiera con quien quiera.

—¡No puedes! —grito —¡Tú sabes de sobra los sentimientos de Nat hacia ti!

—Ella no siente nada por mí, ni yo por ella —dice enfadado —Solo somos conocidos, ¿está bien?

—¿Conocidos? —río sin humor negando con la cabeza —Me decepcionas, Alex —subo las escaleras como alma que lleva el diablo y me encierro en mi habitación.

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¡Muchísimas gracias a los que votan!

Tú, mi problema © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora