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Creo que jamás estuve tan nerviosa como ahora.

—Bonita habitación —dice observando cada detalle de esta. Gracias al cielo que está ordenada, sino me moriría todavía más de la vergüenza. Ningún chico había entrado antes, salvo Alex.

Me aclaro la garganta.

—S-sí —balbuceo.

Pasa sus dedos por el corcho que está al lado del armario y se gira hacia mí.

—¿Nat y tú se conocen desde hace mucho? —señala una foto en la que estamos comiendo chocolate con nueve años recién cumplidos. Debo decir que salgo horrible.

—Desde que tengo memoria —digo acercándome a él un poco más relajada. Iván sonríe y señala otra foto que está encima de esta.

—¿Él es tu padre? —pregunta curioso, y al instante siento un gran nudo en mi garganta. Me costó mucho su pérdida, y aún me sigue costando. No fue nada fácil para los tres seguir adelante.

Aprieto mis labios y asiento.

—¿Qué pasa? —dice frunciendo el ceño y acunando mi rostro con sus manos. Cierro los ojos por un momento y cuando los abro de nuevo, puedo ver su preocupación.

—Él murió —me limito a decir. Prefiero no hablar de este tema. Es muy doloroso para mí.

Me atrae hacia él dándome un abrazo que me sorprende, acariciando mi cabello con suavidad.

—Lo siento mucho... No debí preguntar —susurra en mi oído, y suelto un suspiro intentando tranquilizarme.

—No pasa nada, tranquilo —digo aferrándome a él con una pequeña sonrisa.

Pero abrimos los ojos de par en par en cuanto escuchamos gritos provenientes del salón. Específicamente de Nat y Alex.

—¡Sois unos traidores! ¡No os lo perdonaré nunca! —escucho gritar a Nat mientras golpea la puerta.

—¡Dejaros de tonterías y sacadnos de una puta vez de aquí, joder! ¿En qué demonios estábais pensando dejándome con esta niña inmadura? —chilla mi hermano.

—¿Q-qué hacemos? —le pregunto a Iván angustiada. Él tira de su pelo hacia atrás y da varias vueltas por la habitación.

—En algún momento tendrán que hablar, dejémoslos un rato más ahí.

—No estoy tan segura de eso.

—Confía en mí.

—Está bien —suspiro, y coloca sus labios sobre los míos, provocándome corrientes eléctricas por todo mi cuerpo.

—Eres tan hermosa —susurra separándose un poco y miŕandome fijamente, haciendo que mi corazón de un vuelco. Sonrío y le doy otro beso, pero esta vez mordiendo su labio inferior. Él gruñe y hace lo mismo, agarrándome de la cintura.

Oh, Dios.

Como siga así, me dará un infarto.

Lo agarro de la muano y nos sentamos en mi cama. Pasamos un buen rato hablando de cosas triviales, hasta que decidimos que ya es hora de bajar al salón. No quiero que terminen matándonos.

Quitamos la silla de la puerta con cuidado y la dejamos en su sitio. Abro la puerta del salón con cuidado para no hacer mucho ruido, mientras escucho la respiración de Iván en mi nuca poniéndome más nerviosa.

Y lo que veo a continuación me deja con la boca abierta, literalmente.

Alex y Nat están besándose en el centro del salón.

Mejor dicho, devorándose.

Miro a Iván, quien está alzando las cejas. Baja la mirada hacia mí y sonríe.

—Te lo dije —me guiña un ojo y yo no puedo dejar de sorprenderme. Tenía muy pocas esperanzas de que funcionara.

—¿Y ahora qué? —susurro señalándolos, y se encoge de hombros.

—Que disfruten —sonríe agarrándome de la mano y caminando hasta la puerta principal.
—¿Tienes hambre?

—Eh... sí —murmuro con una pequeña sonrisa. Aún queda un rato para que mamá llegue de trabajar.

—Perfecto —cierra la puerta y coloca un brazo sobre mi hombro, atrayéndome hacia él mientras caminamos por la estrecha calle. No puedo parar de sonreír.

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¡Muchas gracias a los que votan! ♡

Tú, mi problema © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora