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—No creas que se me olvidó que ayer fuiste detrás de Iván—dice Nat mirándome divertida y bebiendo un poco de su zumo. —¿Qué pasó?

—Sigue igual que siempre —pongo los ojos en blanco — Ahora resulta que le cae bien mi hermano.

Nat alza las cejas.

—¿Y si a lo mejor no es tan malo como parece? —dice —Las apariencias engañan.

La miro incrédula. Ella misma me advirtió que tuviera cuidado con él.

—¿Qué? ¡Por supuesto que sí lo es! —grito, haciendo que algunos alumnos de la cafetería se giren a verme —¿Acaso no has visto su actitud tan fría y grosera?

—A veces las personas más frías son las que más han sufrido —suelta, y aparto la mirada cruzándome de brazos. Quizás tiene razón, pero prefiero no decir nada al respecto.

Finalmente, decido romper el silencio:

—¿Me acompañas al baño? —pregunto, y asiente. Solo quedan cinco minutos para que toque el timbre.

Salimos de la cafetería y caminamos por los largos pasillos. Cuando estamos a punto de llegar, me paro en seco y agarro el brazo de mi amiga.

Nat sigue el recorrido de mis ojos y cuando ve la escena, me mira estupefacta.

Samanta y sus amigas están humillando a una chica.

¿Pero cómo se atreven?

Corremos hasta el final del pasillo mientras alcanzamos a oír su voz.

—Maldita nerd —dice Samanta, y le da una fuerte bofetada, haciendo que se le caigan las gafas a la chica.

Oh, dios mío.

—¡Suéltala, pedazo de zorra! —grito dándole un empujón. Me mira con desprecio y después me ignora para pegarle de nuevo, pero la agarro fuertemente de la muñeca.

La pobre chica está llorando desconsoladamente.

—Las zorras quieren defender a la nerd —dice riéndose con sus estúpidas amigas.

—¿Quién demonios te crees para tratarla así, perra?—dice Nat, acercándose a ella.

—Eres tan poca cosa que hasta tu novio te puso los cuernos —se burla mirándola de arriba a abajo.

Mi amiga se acerca aún más con la intención de golpearla, pero la detengo.

—Déjala Nat, no vale la pena que te esfuerces por esta escoria —mascullo mirando a Samanta con asco.

—Ah, Paulita —llama mi atención —Dile a Iván que ayer me dejé mi ropa interior en su casa, ¿si?

Aprieto mis manos en puños ante la mención de Iván y respiro profundamente. No voy a dejar que se salga con la suya.

Nos da una última mirada de desprecio y se pierde junto a sus amigas por el pasillo. Nos acercamos a la chica rápidamente, quien sigue llorando.

—No llores —sujeto sus hombros —Esas estúpidas no merecen tus lágrimas.

Nos mira fijamente y asiente.

—G-gracias por defenderme —solloza, y entonces hace algo que no espero para nada. Nos abraza fuertemente.

Me quedo estática por unos segundos, pero cuando consigo reaccionar también la abrazo, al igual que Nat. Estoy segura que ha sufrido mucho por esas estúpidas.

—Yo soy Natalie y ella Paula —dice mi amiga cuando nos separamos — ¿Y tú?

—Alice —responde tímida.

—Bien, Alice,  ¿te acompañamos a clase? —pregunto con una pequeña sonrisa. Quiero asegurarme de que no la molesten más.

Asiente con una sonrisa y nos encaminamos a clase justo cuando suena el timbre.

***

Nat vino a mi casa hace tres horas para estudiar y no hemos parado. Cierro el libro y apoyo la cabeza sobre mis brazos.

—No puedo más —me quejo mirando a mi amiga, quien está igual de agotada que yo.

—Ni yo —bufa —Necesitamos un descanso.

—Vamos a comer algo —digo saliendo de mi habitación, y ella me sigue. Sigo en pijama pero no me importa.

Estoy realmente cómoda.

Cuando terminamos de bajar las escaleras, abro los ojos de par en par.

Iván está en la sala.

En mi casa.

—¿Qué demonios haces en mi casa? —espeto, haciendo que se gire bruscamente.

Nat se encuentra detrás de mí, pero no dice nada. Estoy segura que se ha quedado igual de sorprendida que yo.

Me recorre el cuerpo con la mirada y cuando me percato de que estoy en pijama, aparto la mirada, ruborizándome.

Oh Dios, lo había olvidado.

—Tu hermano me invitó —contesta seco, encogiéndose de hombros.

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Disculpen la tardanza en actualizar.

Muchas gracias a todos los que nos leen, de verdad.

Tú, mi problema © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora