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Tocamos al timbre y Nat nos abre con una sonrisa en el rostro. Entramos a la sala y me sorprendo al ver a Iván ya sentado en el sitio de siempre.

—A ver chicos—dice Nat colocando las cosas para seguir con el trabajo— Continuaremos cada uno con su parte. Tiene que quedar lo mejor posible, ¿okay?

Asentimos y nos ponemos con ello. Cuando termino de escribir mi texto correspondiente, miro de reojo a Iván y frunzo el ceño. Le están quedando bastante bien los dibujos.

En el momento que se da cuenta de que los estoy mirando, aparto la mirada rápidamente y vuelvo a lo mío.

Todos estamos en silencio, cada uno concentrado en lo suyo, hasta que mi hermano lo rompe.

—Hey Iván, ¿viste el partido anoche? —dice, haciendo que Nat y yo nos miremos confusas.
¿Ya no le cae mal?

Iván frunce el ceño, pero después de varios segundos dice:

—Sí, no estuvo mal—responde encogiéndose de hombros. Siguen hablando sobre el fútbol un buen rato y yo no puedo evitar fruncir el ceño, al igual que Nat.

—¿Estos dos no se llevaban mal?—me susurra Nat al oído.

—Eso parecía—digo mirándolos todavía confusa.

Después de una hora o así, ya hemos acabado el trabajo. Para ser sincera, ha quedado genial con los dibujos de Iván, pero por supuesto que no voy a decírselo.

—Está increíble—chilla Nat aplaudiendo con una gran sonrisa. —No hay duda de que somos un buen equipo.

Sonreímos algo incómodos y nos disponemos a recoger todo. El trabajo se lo quedará Nat.
Una vez que terminamos, dejo a mi hermano y Nat en la sala y voy en busca de Iván, quien acaba de irse.

—Eh, espera—digo cogiéndole del brazo. Mira el brazo frunciendo el ceño y después a mí. Lo suelto rápidamente.

—¿Qué quieres?—dice seco, mirándome fijamente.

Vaya, sigue igual que siempre.

—¿Cómo es que estabas hablando con mi hermano?—digo frunciendo el ceño, y con notable molestia en mi voz.—Hasta donde sé, odias a todo el mundo.

—Me cae bien, ¿lo captas o te lo explico paso a paso, niña tonta?

Aprieto mis puños con fuerza. Cada vez lo odio más.

—¿Qué demonios has dicho?

—Ugh—dice mirándome con desprecio—¿También eres sorda?

Juro que venderé sus órganos al mercado negro.

—Púdrete—escupo y giro sobre mis talones, pero me agarra del brazo.

—Ya me estás hartando—dice furioso.

Me río sarcástica.

—Qué lástima—digo fingiendo tristeza—¿Qué vas a hacer? ¿Pegarme?

Niega con la cabeza, riendo irónico.

—No soy tan poco hombre—contesta —. Pero espera mi venganza—dice  con una sonrisa siniestra.

—Te odio, ¿sabes?—grito furiosa mientras se aleja, haciendo que pare en seco y me mire por encima del hombro.

—El sentimiento es mutuo—es lo último que dice, para luego seguir con su camino.

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Capítulo corto, pero los próximos serán más largos.

¿Les está gustando la novela?

¡Muchas gracias a los que nos leen!

Tú, mi problema © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora