Capítulo 31

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*Un año después*

Lyanna se sentía morir mientras observaba, con la mirada perdida y la vista desenfocada, los pequeños y blancos copos de nieve que caían dentro de su alcoba a través de la ventana abierta. Barbrey se había quejado, diciendo que moriría de frío, pero Lyanna no la había prestado ninguna atención.

Ese mismo día partiría con Brandon hacia el sur para casarse con Robert, lo que significaba que ese era su último día en Invernalia, al menos como Lyanna Stark. Había abierto la ventana porque deseaba sentir por última vez el Norte. Necesitaba recordar su casa, su hogar, el lugar a dónde ella pertenecía. Necesitaba sentir por última vez el frío y la nieve, el espíritu del norte; con los dioses antiguos y los arcianos de hojas rojas. 

Necesitaba saber que, cuando estuviera en Bastión de Tormentas, sintiéndose sola, desesperada y con ganas de terminar con todo para siempre; podría recurrir a sus recuerdos del lugar que había forjado, se había ganado y a dónde pertenecían tanto su corazón como ella misma.

- Lyanna, debes levantarte - le dijo Barbrey con voz dulce, observándola con lástima y compasión desde el final de su cama. 

La joven Ryswell había entrado a su alcoba como un tornado esa mañana, con una energía y vivacidad que a Lyanna se le antojaron ajenas y extrañas. La había despertado con su delicadeza habitual y ya había recogido todos los vestidos y capas de Lya en el único baúl que su padre la permitía llevarse consigo al sur. En todo ese tiempo, ella tan solo se había incorporado en su lecho, con las piernas desnudas aún bajo las pesadas mantas, y había observado con melancolía el lento descenso de los copos de nieve sobre el suelo.

- ¿Para qué? - musitó con voz queda, con los ojos aún fijos en la nieve y sintiendo la garganta seca.

No iba a llorar, ni a gritar, ni a tratar de agarrarse a su cama hasta que alguien la sacara a rastras de Invernalia. Ya se había pasado un año entero montando escenitas parecidas. Hoy tan solo no sentía nada. Se sentía vacía, hueca, sin vida. Sentía que sus piernas no la sostendrían si se ponía de pie sobre el suelo de piedra, pero a la vez se notaba tan débil y ligera que las ráfagas de viento podrían hacerla volar. 

Estaba confundida y aletargada. Pero sobre todo estaba cansada. Estaba muy muy cansada de todo.

- Lyanna, sé que hoy es un día muy duro, pero debes hacer un esfuerzo. Robert será un buen marido...

- Tú que sabrás de lo que es un buen marido - la cortó de forma brusca. Barbrey ni se inmutó, acostumbrada como estaba al comportamiento errático y colérico de ambos hermanos - Tú te vas a casar con Ned.

Ella sonrió con tristeza y se sentó a los pies de la cama de Lya, mirándola con intensidad.

- Yo amo a Brandon, Lyanna. Y tú lo sabes.

- No importa a cual de los dos ames. No puedes comparar a Ned con Robert. Ned es bueno, y cariñoso, y dulce. Y será bueno contigo. Te cuidará, querrá y protegerá - frunció los labios, sintiendo como las olas de desesperación que la habían estado golpeando sin tregua desde hacía un año volvían a machacar a su ya destrozado corazón - Te será fiel.

Barbrey suspiró, dándose cuenta del problema de Lyanna. 

La mayoría de las mujeres aprendía de una forma u otra, a lo largo de su vida, que lo único que se podía esperar de ellas era ser bonitas, fieles y tener muchos hijos. Podían tener sueños, ambiciones, esperanzas; pero todo se reducía a mero polvo en el momento en que crecían lo suficiente y su padre, hermano o marido se encargaban de pisotear todo lo que habían podido llegar a ambicionar alguna vez.

Lyanna Stark, sin embargo, no era una chica como las demás. Barbrey había crecido oyendo historias sobre ella, la hija del norte que jugaba con lobos; por lo que no estaba realmente sorprendida al descubrir que era tan salvaje y pasional como su hermano mayor. 

Fuego Invernal © | Lyanna Stark & Rhaegar Targaryen |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora