Fuego Invernal © | Lyanna Stark & Rhaegar Targaryen |

Capítulo 40

«Mi amado esposo:

Hace días que corren por Poniente unos rumores francamente preocupantes. Al parecer Lady Stark desapareció pocos días antes de su enlace con Lord Baratheon, y como a la gente le encanta inventar, no tardaron en señalarte a ti como el culpable.

Pero yo te conozco, amor mío.

Conozco tu corazón, tu mente y tu alma. Me gusta pensar que aunque nunca llegaste a amarme, sí que compartimos unos cuantos años de matrimonio feliz y dichoso. Que confiamos el uno en el otro. Que desnudamos nuestra alma, además de nuestro cuerpo. Que compartimos una intimidad única.

Sé que amas a Lyanna Stark. Lo sé por tu voz cuando hablas de ella, por el brillo de tus ojos, por tus suspiros enamorados. Porque una parte de ti - ese resquicio de legado valyrio que hace generaciones impulsaba a tus antepasados a montarse encima de gigantescos dragones - te empuja hacia ella como si esa joven fuese tu criatura mágica personal. Como si Lyanna Stark fuese una estrella caída del cielo, y tu fueses un hombre ciego viendo la luz por primera vez.

Y me parece bien, amor mío. Te amo lo suficiente para no ser egoísta, para no ser posesiva. Yo, que amo tus alas, jamás te las voy a querer cortar.

Pero esto va más allá de mi y de ti, más allá de Lyanna y el amor que la puedas profesar. No soy una estúpida ingenua como todo el mundo parece pensar. Te conozco, Rhaegar, y sé que eres un hombre bueno y honorable. Un hombre incapaz de llevarse a una cría de 15 años y retenerla contra su voluntad.

Un hombre tan bondadoso, que sería capaz de llevarse a la mujer que ama al fin del mundo con tal de sacarla de la pesadilla que es su vida.

Pero Rhaegar, por el cariño que me tienes, por el amor que tienes a tu madre, a tu hermano, a tus dos hijos; deten esta locura.

La pesadilla de Lyanna Stark no ha desaparecido, tan sólo has convertido Poniente en el campo de batalla de una guerra que nos destrozará. Todo el mundo cree que te llevaste a Lyanna a la fuerza, que la tienes cautiva, que te aprovechas de ella y la haces sufrir.

Robert Baratheon clama venganza a gritos, sus hermanos la quieren de vuelta, todo el Norte desea ansioso levantarse en armas contra la corona; y tu acabas de darles un motivo.

Yo lo estoy pasando francamente mal viviendo bajo el mismo techo que tu padre, tus hijos y tu madre no están viviendo mucho mejor; queremos que vuelvas a dónde perteneces, pero sólo si tú deseas hacerlo. Sólo si crees que es lo correcto. Porque si ni siquiera tú - un hombre tan sensible y justo - crees que debemos detener esta guerra, no merece la pena seguir intentando evitar esta locura.

Así que te haré una simple pregunta para que la pienses. No quiero una respuesta. No quiero una carta. Tan sólo quiero que reflexiones, y al final, tomes la decisión correcta.

¿Disfrutar del cuerpo de esa chiquilla vale la vida de miles de millones de hombres inocentes?

Con amor, Elia»

Las lágrimas se deslizaban libremente por las mejillas de Lyanna, mojando​ el arrugado pergamino y emborronando la tinta.