Capítulo 39

2.5K 118 25
                                    

*Brandon*

Lyanna había desaparecido.

Las noticias corrían rápido por Poniente, y él había recibido un cuervo urgente desde Nido de Aguilas apenas unas horas después de su desaparición, poco tiempo antes de que todo el resto del mundo conociera ya la noticia. La carta era de Robert, y en ella le pedía que le ayudase a encontrar a Lyanna. Decía que la amaba, que la necesitaba, que le faltaba el aire cada segundo que no la tenía cerca; y Brandon, con los ojos en blanco tras haber tirado la carta al fuego sin incluso haber terminado de leerla, pensó que por lo que a él respectaba, Robert podía ahogarse.

¿Lyanna corría peligro? Podía ser un bruto y un mujeriego, pero no era un imbécil. Conocía a su hermana a la perfección. Sabía de su carácter, su temperamento, su poca tolerancia a los idiotas. Si Lyanna no estaba en Bastión De Tormentas, era porque ella misma habría salido huyendo de allí.

Así que quemó la hoja, se quejó un poco de la terquedad e infantilidad de su hermana, y fue al encuentro de Catelyn Tully esperando que le distrajera. Su hermana era salvaje e impetuosa, igual que él, pero conocía sus responsabilidades a la perfección. Pasaría un tiempo a solas, reflexionaría, lloraría, y luego acabaría aceptando su lugar y volvería con Robert. No había razones para preocuparse. No había ningún motivo para alarmarse.

No fue hasta que salió a caballo de Aguasdulces para ir al encuentro de su padre, quién acudía a su enlace con Lady Tully desde Invernalia, en que oyó las últimas noticias sobre su hermana.

Rhaegar Targaryen la había secuestrado.

Su padre se había mostrado iracundo y deseoso de justicia y venganza, jurando por su honor que mataría a Rhaegar si osaba ponerle las manos encima a su hija. Brandon, con una mueca preocupada, le había mandado directamente hacia Aguasdulces a la vez que enviaba un cuervo a Ethan Glover, su escudero, para que acudiera inmediatamente a su encuentro. 

Los Stark descendían de los primeros hombres y de los hijos del bosque. Su sangre era la sangre de Brandon el Constructor, de los antiguos y poderosos Reyes del Norte. Sus dioses eran los dioses antiguos, los arcianos de hojas rojas de los Bosques de Dioses. El hielo y la nieve corría por las venas de cada norteño; la fuerza de sus dioses, de sus leyendas, les latía en el corazón; el mundo en el que vivían - lleno de gigantes, cambiapieles y salvajes que habitaban el otro lado del Muro - les había templado y endurecido. Eran tan duros como el invierno, y tan fríos y fieros como las ventiscas, como las nevadas, como los lobos huargo que ondeaban en el orgulloso estandarte de Invernalia. 

Su padre era un Stark, igual que su hermano Ned. Eran serios, honorables y cautelosos. El frío les había congelado la sangre, y actuaban siempre con seriedad y justicia, con el sentido del deber y el control sobre sus propias emociones que debían tener. 

Pero Brandon no era así. Era salvaje e impetuoso como los lobos. Era pasional e imprevisible. Era como un derrumbamiento, como una abalancha, como el aullido de los lobos en medio de la noche. Si su padre y su hermano eran la firmeza y seguridad del hielo; él era la crudeza del invierno, el salvajismo de la naturaleza, el fuego inextinguible de las criaturas de leyenda.

Su padre siempre lo había llamado "la sangre de los lobos". Decía que su hielo se había convertido en fuego, y que debía trabajar para enfriarlo.

Y su hermana pequeña era exactamente igual a él. Por eso sabía que Rhaegar Targaryen no la había secuestrado. El príncipe de Rocadragón se había encandilado de la fuerza de Lyanna, de su ardor, de su alma de guerrera; del mismo modo que Lya se había enamorado de sus palabras, de su música, de sus ideas de libertad e igualdad. Se había enamorado de su mente y de su alma, porque Rhaegar Targaryen era libre, y a la vez era la llave de su propia libertad.

Fuego Invernal © | Lyanna Stark & Rhaegar Targaryen |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora