Adolecentes

282 23 1
                                    

El castaño se había dormido ya hace unas horas. Su tío lo miraba con todo el amor del mundo, como si fuese lo único de valor para el. Y eso era verdad.

El quería mucho a su gente. Pero el era su sobrino y venía delante de todo y de todos.

La gente estaba entre extrañada y enternecida viendo cómo su líder, que siempre tiene una sonrisa burlona y un caracter fuerte y audaz, dejaba todo de lado y ahora su mundo giraba entorno al niño de ojos azules.

-Mike- hablo por el radio, fuera de la habitacion- ¿podrias pedirle a Rosa que organice una de las habitaciones de mi casa? Sera de mi sobrino ahora.

-Claro, jefe- respondio el chico- ¿Como se llama el niño?

-Su nombre es Carl ¿por que?

-Oh, es que la mayoría tenemos curiosidad y queremos conocerlo, nunca logramos verte así de preocupado por alguien. Debe ser muy especial.

-Lo es.- y corto.

Entro a la habitación en completo silencio y se dejó caer en la silla que posaba a un lado de la camilla.

Miró a su sobrino fijamente, dándose cuenta de algo que antes no había tenido el tiempo de notar.

Ya no era un niño de 9 años, enano, con el cabello corto y flacuchento que irradiaba felicidad y niñez.

Ahora debía tener 14 años, tenía el pelo un poco más largo, estaba mucho más alto, sus brazos que antes eran pequeños espárragos ahora estaban rellenos de músculo. Sus facciones ya no eran aniñadas, sino maduras y finas. Y ya no irradiaba esa pureza, parecía como si su alma no estuviese presente. Parecía perdido.

Y él sabía perfectamente que todo no sería igual que antes, porque el debía ser paciente con su sobrino. También que el no permitiría que la gente se le acercara a su gusto, no después de...Nisiquiera quiere pensarlo, porque lo único de lo que le dan ganas es de ir a buscar a ese imbesil y torturarlo hasta que le exploten los oídos con sus asquerosos gritos.

-¿Pasa algo?- pregunto el adolescente todavía adormecido, con la cara pegada en la almohada y los ojos entrecerrados.

Si cualquier persona, que no fuese su familia, lo mira por más de cinco segundos fijamente ya comenzaba a ponerse demasiado incómodo y se iría en la direccion opuesta con el miedo palpable. Podían culpar a la vida por eso.

-No, no, lo siento- se disculpó sonriendo- solo que acabo de darme cuenta de cuánto creciste.

El muchacho solo asintió. Y eso ya le preocupaba al mayor, no lo había visto sonreír de verdad ni una vez, ni reír, apenas hablar y ese brillo en sus ojos ya no estaba. Al menos las ojeras habían desaparecido un poco y ya no eran tan notables.

-¿Vives en una casa?- pregunto tapándose hasta los hombros con la manta blanca, haciendoce el un pequeño ovillo en la cama de esa enfermería. Parecía que se quedaría dormido dentro de poco.

-Si, no está muy lejos y ya tengo una habitación para ti- le sonrió mientras se levantaba y buscaba una manta más gruesa para taparla con ella.

-¿Vives solo?

-Tengo un perro, se llama Ash- sonrió recordando a su bola de pelos- también está Luke, tiene 16 años y bueno...sus padre fallecieron, pero es un buen chico, se llevaran bien. No tienes que preocuparte por el, es de confianza.

-Si tú dices que puedo confiar en el, supongo que lo hare- bostezo casi como un cachorrito y volvió a quedarce dormido.

Era un alivio. Casi no dormía desde hace meses.

Unos llamados a la puerta muy suaves llamaron la atención del moreno, segundos después entro un muchacho.

Piel bronceada, cabello marrón, ojos marrones, alto y con la mirada tímida.

-Hola Negan- saludo cerrando la puerta detrás de si.

-Hola Luke- sonrió, señalándole una de las sillas junto a el.

-¿Como está?- pregunto y entonces vio por primera vez al chico. Tenía que decirlo, era...lindo. Se le pusieron rojas las orejas con tan solo pensarlo y trato de disimularlo frotando su cabello.

-Mejorando- respondió el mayor- ¿Como van las cosas?

-Todo bien, nada de que preocuparce.

Negan asintió.

-¿Crees que a Ash le agrade? Ese perro es más arisco con la gente que yo cuando me comen mi chocolate- río suavemente.

-Tendra que agradarle- fue lo primero que dijo y luego rodo los ojos- Y nadie es más arisco que tú cuando te comen tú chocolate, lose por experiencia propia.

Sonrió con inosencia recordando lo histérico que se había puesto y se había vengado colocandole polvo pica pica en la ropa.

-Tu te lo buscaste- se cruzó de brazos- Ademaaaaas...me costó semanas encontrar ese polvo.

-Adolecentes- bufo, rodando los ojos.



/Cicatrices/ C.GDonde viven las historias. Descúbrelo ahora