Capítulo 3: Todo Marcha Sobre Ruedas

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El ambiente era tan tenso que sentían asfixia al respirarlo. Fluía como el agua, ahogándolas; quemaba como el fuego, consumiéndolas. ¿Cómo algo tan etéreo pesaba tanto que no se podía soportar? Se daba por supuesto que un parque de atracciones traía relax y felicidad a los diversos visitantes, pero ellas... Ni siquiera tragaban saliva por no perturbar el silencio.

Acechaban las sombras en las esquinas. Respiraciones audibles hacían su aparición. Ojos brillantes, entre matorrales o una extraña y efímera niebla. Dreamland no era nada más que perturbador. Ese sentimiento de melancolía y nostalgia se transformaba en algo más siniestro. Ya no eran decorados desechados, perdidos o deteriorados por el paso del tiempo.

Eran visiones bizarras. Eran cambios repentinos, bruscos. Eran bancos y papeleras rotos, puertas rasgadas y paredes golpeadas. No. Aquel lugar no era refugio y confort. Provocaba lo peor en el ser humano. El miedo, pánico, a la nada. Porque todavía no habían visto nada, sí, pero lo habían experimentado todo. Y en medio de aquel mar embravecido, Lara y Sharon caminaban una al lado de la otra.

Sus manos se rozaban, pero no se entrelazaban. Sus miradas permanecían inquietas, registrando todo a su alrededor. Un olor extraño fluía por la brisa matutina del lugar. Una visión ilógica y distorsionada de la realidad. ¿Acaso no era Dreamland sólo eso? Una vaga esperanza irrisoria de un mundo mejor. Una expectación exaltada de acontecimientos futuros.

Apenas se dieron cuenta de que la paranoia ya no era para ellas una palabra más en el diccionario.

—Lara... —la niña llamó—. ¿Puedo preguntarte algo?

El estímulo no causó reacción inmediata. La joven morena siguió paseando, aparentando un falso bienestar cuando la verdad era que estaba sumida en un profundo malestar. Miró a Sharon a los ojos. Eso era lo que más temor le causaba a la muchacha: La mirada inocente de la niña. No quería tener que enfrentarse a ella, y aun así, ya sabía que debería hacerlo. Pero no mucho antes de lo que esperaba...

—Adelante —enmudeció. Sharon cogió su mano.

—Quiero que me digas la verdad. Desde que llegaste al hospital del paso tras tu terrible experiencia con Ashest ya no eres la misma. Yo conocí a una Lara valiente y segura de sí misma. Y tú... tú eres una chica insegura, consumida por el miedo y agresiva por la rabia. Algo te ha pasado, Lara. Y quiero que me lo digas.

Lara palideció. Cuatro años y todavía seguía sorprendiéndola la actitud de esa niña. No era normal. Lista como ninguna, y ahora, lectora de mentes. Tan sólo no entendía como la caló tan rápido. Sus palabras eran precisas, cuáles clavos, pero ella era uno de esos que no se daban a torcer ni por los golpes más fuertes del martillo. No debía saber la verdad. No ahora.

—Te seré sincera, Sharon. Sí, tengo miedo. Estoy aterrada, y lo admito —comenzó, levantando sus manos en gesto de rendición—. En Silver Creek era una líder. Tenía amigos, mi apoyo. Armas. Defensa. Y después todo acabó... Hasta que llegamos al paso. De alguna manera, por el hecho de estar allí ya estábamos muertos. Pero ahora, mira a tu alrededor.

La morena extendió sus brazos, dando la impresión de ser un sabio y poderoso monje, y con ellos rodeó todo lo que Dreamland abarcaba. Todo lo que Dreamland encerraba y consumía hasta marchitarse.

—Ahora no somos inmunes. Somos vulnerables. Y débiles. Tenemos los bolsillos vacíos. Ni armas, ni información, ni siquiera una leve sensación de seguridad. Y eso me irrita, Sharon. Por eso me estoy comportando de esta manera. Sólo pensé que lo mejor para ti era que siguieras confiando en mi valía...

Scarlett: Carnival Ride (Trilogía Scarlett n°3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora