«¿Y si todo esto es un mal sueño?» se preguntó Josh oculto entre la efímera niebla. Dreamland jugaba con sus mentes, manipulándolas a su antojo. Hacía que la realidad se viera distorsionada e incluía fantasías en ella. Figuras extrañas que sembraban el pánico hasta que rayos de luz matutina las hacían desaparecer tan rápido como vinieron. Extraño, no. Bizarro.
A su alrededor se lucían los negocios, las tiendas y las atracciones infantiles, mostrando al público sus mejores galas, su cara más alegre. Oculta tras ella yacía el temor, la desesperanza, el juego sucio y las mentiras. El parque temático gozaba de una vida propia y no duraría en divertirse. Llevaba años sin recibir visitantes, hasta que de pronto se convirtió en el lugar que cambiaría el transcurso de la historia.
Sinónimo de locura, completaba su macabro espectáculo con olores amargos y colores extraños. Se difuminaba en el horizonte un camino irrisorio que no llevaba a ninguna parte. Seguían esa vía para perderse en las sombras de la misma. Jugaban con fuego que no quemaba, con gases que no mataban, y armas que no lastimaban.
Scarlett contemplaba todo aquello que la rodeaba. Embriagada por un sentimiento de pánico y dominada por un estado de alerta, vislumbraba entre el mal los detalles de la muerte. Poco a poco, comenzó a percatarse de que nada había que temer, pues eso era lo que Dreamland quería: sumirles en la desconfianza y el miedo. Que no diesen un paso más. No al menos hasta que estuvieran al frente del abismo.
—Josh... —susurró su voz ceniza—. Lo sientes, ¿verdad? Te percatas de cómo este lugar te hace ver lo que no es e influye en tu ánimo. Es perturbador.
Quedaron callados por instantes eternos. Dolía admitir que les acechaba algo invisible contra lo que no podían combatir. Mermaba el ánimo que cada paso pudiera ser el último. Uno en falso, y todo habría acabado. Hallarían su tumba en las calles marchitas del parque de la locura. Curioso. En Dreamland encontrarían el sueño profundo.
—No pensemos en eso. Sólo nos comeremos la cabeza de hacerlo. Dime, ¿a qué viene este repentino cambio de humor? Ya sabes. Todas esas bromas y chistes que has hecho desde que estamos aquí.
Intentó responder sin mirarle a los ojos. Bajo ellos yacían dos bolsas que incluso a ella le traían el sueño. Lo último que quería era a Josh durmiéndose en lo más alto de Citrón.
–Creo que en el fondo no tengo tanto miedo como debería —replicó. Le sorprendieron sus propias palabras—. Es decir, ya conozco al enemigo. Le tiré al suelo y todo. Incluso fue mi jefe. Simplemente supongo que me molesta veros tan tensos a todos. Me ponéis nerviosa a mí.
—¿Y no te has parado a pensar que esto es un asunto de vida o muerte?
—La muerte no está entre mis planes. ¿Está en los tuyos?
Cruzaron su mirada. Podría ser anciana, pero denotaba mucha más fuerza, inteligencia y astucia que el padre de una desestructurada familia. Puede que en el fondo envidiara la confianza que tenía en ella misma. Su vida fue increíblemente trágica, y aun así consiguió llegar a ser el ejemplo a seguir de todas aquellas personas que conoció en la ciudad maldita.
Recordaba Silver Creek. Odiaba Silver Creek. Desde sus colinas cubiertas de rocío hasta sus entrañas arropadas por centenares de cadáveres. Escenario de sus más atroces pesadillas, aquellas de las que no lograba despertar. Se levantaba en la mañana y veía los destrozos de ese viaje maldito. Culpa de Sharon. Sharon. Su adorada y entrañable hija.
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Scarlett: Carnival Ride (Trilogía Scarlett n°3)
Misteri / ThrillerLa sinfonía de la muerte nos guía de nuevo hasta la Tierra de los Sueños Rotos. Dreamland, la gloria y el orgullo de antaño, ahora sólo un viejo parque de atracciones... ¿abandonado? Nadie lo diría de saber sobre las criaturas y los secretos que yac...