Ese era el momento, el instante en el lugar, en el que Sharon supo que su cuento de hadas se había vuelto el más oscuro de la historia. Llevándose las manos a la cabeza, Sarah apoyó su espalda contra la pared y comenzó a deslizarse hasta el suelo, lentamente, quedando recogida cual ovillo con la cabeza entre las piernas. De pie, junto a ella, observaba ambos lados del pasillo. Por suerte, ningún guardia las había visto vagar desesperadas ni una sola vez... por ahora.
–¿Qué vamos a hacer, Sharon? No conocemos este lugar ¡Es un jodido laberinto!
—Shh... No grites. Podrían oírte —la reprendió.
Por desgracia, no estaban solas en aquella extraña red de túneles subterráneos. Hubieran sido capaces de orientarse mejor perdidas entre la niebla que en medio de aquel laberinto de sombras, puertas y asesinos. Conforme caminaban con la prevención por lema, divisaban en la distancia algún que otro guardia (de apariencia humana o no) que debían evitar a toda costa. Lo último que querían en esos momentos era ser prisioneras del Amo. Un cruento destino les esperaba si llegaban a serlo.
Para empeorar las cosas, Sarah sufría una leve claustrofobia en aquellos espacios reducidos donde ni siquiera podía verse la luz del sol. Tantos pasillos idénticos hicieron que se mareara, obligándola a descansar un rato sobre el gélido suelo. Y allí estaban ahora. Atrapadas, confusas y desorientadas; con el único objetivo de encontrar una salida sin ser vistas.
Ojalá fuera tan fácil.
—Vamos, mamá —apremió Sharon. Durante unos segundos, se escondió tras una puerta para observar detenidamente el pasillo a su derecha. Un guardia se acercaba a toda prisa con su arma cargada. No sabía mucho de máquinas para matar, pero su inexperiencia en el campo no le hacía confiar en que el arma que llevaba echada al hombro no fuera mortífera.
—Tenemos que irnos, ¡rápido! —repitió entre susurros.
Sharon cogió del brazo a su madre y la obligó a levantarse. Todavía lucía mareada, dando tumbos por cada paso que avanzaban por otro pasillo exactamente igual al anterior. De necesitarlo, podrían esconderse en alguna de las habitaciones tras aquellas puertas, pero correrían el riesgo de tener que enfrentarse a lo que fuera que hubiese en su interior.
Así, continuaron caminando durante varios minutos, sin encontrar nada llamativo o de interés que les indicara dónde se encontraba una salida disponible. Hubieran dado lo que fuera por regresar al punto de partida. Al menos, estaban de acuerdo en que la figuras humanoides que las acecharon en el teatro eran menos peligrosas que las armas de las guardias. O al menos, más lentas.
Muchos veces dieron aquella batalla por perdida. Esta vez, no había bandera blanca que valiese, que ondear al viento clamando por la paz. Sólo un resplandor blanquecino se aparecía tras una de las puertas. Entre la semejanza surgió la diferencia. En medio de la nada. Delante de aquellas mujeres que sólo buscaban desesperadas la salida de tan horrendo lugar.
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Scarlett: Carnival Ride (Trilogía Scarlett n°3)
Mystère / ThrillerLa sinfonía de la muerte nos guía de nuevo hasta la Tierra de los Sueños Rotos. Dreamland, la gloria y el orgullo de antaño, ahora sólo un viejo parque de atracciones... ¿abandonado? Nadie lo diría de saber sobre las criaturas y los secretos que yac...