Capítulo 7: Visto y No Visto

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Parecía la vida al final de la muerte; la luz del camino que conforme avanzabas se desvanecía lentamente. Agazapadas, encogidas en un espacio claustrofóbico que apenas permitía respirar. Sólo las llamas al final del túnel animaban a seguir adelante, a pesar de las dificultades. Sus ropas se pegaban a su cuerpo, cubiertas por sudor y humedad. Salir de ahí fue como una repentina liberación de cuerpo y alma.

Ahora su vista se adaptaba con claridad a las sombras difusas que apenas se podían diferenciar. Era una gran habitación de forma ovalada, cuya única entrada era el pasadizo por el que acababan de llegar. Se preguntaban cómo las llamas no se habían extinguido al estar encerradas durante quién sabe cuánto tiempo en un lugar como aquel, pero dejaron de buscar lógica a los sucesos de Dreamland casi desde que entraron en él.

Sus paredes, cubiertas por escrituras cuneiformes y pobladas por las antorchas, creaban un ambiente de opresión del que la mente no se podía liberar. Era una cárcel siniestra. Una cárcel que encerraba uno de los mayores secretos de la humanidad. En pleno centro se encontraba el motivo de su búsqueda, de su lucha y perseverancia. Podían recoger los frutos de las semillas plantadas.

Y es que, frente a sus incrédulos ojos, una estructura piramidal hecha del más puro y transparente cristal se extendía casi hasta el techo, luciendo entre sus ornamentadas figuras decorativas lo que venía a ser una caja, apoyada en un columna de acero. Tapizada con terciopelo negro, repleta de lujosas incrustaciones de joyas desconocidas por la humanidad y con sus bordes tratados con notoria delicadeza. Era un joyero de emperadores, como mínimo.

No cabía duda.

En su interior se encontraba el único arma capaz de acabar con la existencia del Amo.

Pero, ¿cómo la conseguirían? La pirámide cuadrangular lucía tan hermosa como impenetrable. Nada les decían los textos tallados en los muros de la lúgubre estancia, ni los dibujos que presentaba aquel encierro de cristal. A simple vista, parecía que nunca conseguirían su ansiado objetivo. Pero rendirse no era una opción. Y muchos menos cuando estaban tan cerca del éxito.

Lara, haciendo acopio de su brutalidad innata, cogió carrerilla y estampó su pie en la superficie de cristal; provocando que esta temblara sin mostrar ni un sólo rasguño. Unos intentos más fueron suficientes para ver que no conseguiría nada con su fuerza. En aquella ocasión, el cerebro era el músculo más fuerte, y debían hacer buen uso de él.

A su vez, Sharon finalizó de ojear detenidamente las tallas en las paredes de la estancia. Aseguró con firmeza que sería imposible para ellas descifrar una lengua tan primitiva sin ningún conocimiento sobre ella. Nada se asemejaba siquiera al abecedario que usaban para comunicarse. Lucían como dibujos extraños hechos por niños de apenas seis años. Si te concentrabas, al final no vislumbrabas más que líneas rectas cruzándose las unas con las otras.

La morena no tardó en demostrar su fastidio.

—¡Algo podremos hacer nosotras! El arma está ahí, justo a nuestro lado —lo señaló—. No pienso irme sin él.

Sharon rascó su barbilla, sin ninguna idea que acudiera a su mente. Algo debió pasársele por alto. Decidió volver a contemplar detenidamente los dibujos y formas que yacían tallados en los ornamentados laterales de la estructura piramidal. Se acercó a aquel que tenía más cerca, a unos pocos metros de distancia.

La escena representada mostraba una mujer arrodillada a las orillas de un lago. Las ramas de los árboles adyacentes se acercaban a su figura hasta convertirse en manos de rasposos dedos que intentaban apresarla entre sus garras. Sobre ella, resplandecía una esfera que representaba la luna llena, cubierta por los cuerpos de tres pares de cuervos alzados en vuelo. En el lago se distinguían sombras difusas que jugaban con la imaginación.

Scarlett: Carnival Ride (Trilogía Scarlett n°3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora