Compasión

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1 año despues

Callum lanzó un grito.
-¡Vamos, niño! ¡Corre! -gritó el maestro Joseph.
Finalmente no pudo más y se tiró en el suelo completamente exausto y con una punzada insoportable en su pierna.
-Niño, tu padre podía correr más de dos putas vueltas.
-Mi padre no era rengo... -soltó otro grito. El anciano suspiró.
-Te dejaré descanzar hasta que te recuperes, pero no más.
Callum intentó calmar su respiración. "Dos vueltas... soy un maldito fracaso."
Su padre había intentado convencerlo de lo contrario desde hace algunos meses, pero nunca llegaba a lograrlo.

-Callum, claro que puedes.
-Claro que NADA. No sirvo. Mi pierna está rota, papá. No sirvo ni para ser buen hijo. Nunca... -lanzó un sollozo- Nunca traeré al tío Jericho de vuelta... Yo... voy a fallarte.
Su padre lo abrazó.
-Nunca me fallarás, hijo. NUNCA. Traeremos a tu tío de vuelta y seremos una familia. Juntos.

  Por mucho que intentara creerlo, no podía. Era débil. Y aunque diestro con la magia, lo que sabia no era suficiente.
Sintió un lenguetazo en la nariz.
-¡Estrago!
Su amigo habia crecido demasiado ese último año. Parecia casi un lobo adulto pero era todo un cachorro juguetón.
Las cosas empezaron cuando un caotizado entró a la playa.
-¿Que sucede, ser inmundo? -le escupió el maestro Joseph.
El ser miró primero a Callum con ojos multicolores. Luego se acercó al anciano y le susurró. Callum no lo escuchó, pero fue suficiente como para hacer que su maestro se sorprendiera.
-Bueno niño, las clases acabaron.
-¿Qué? No. No puede ser. Tú nunca acabas las clases antes de tiempo.
-Pues ¿Qué crees que estoy haciendo?
Se levantó temblando para no estorbar el paso a el maestro, aunque este igual lo pateó.
Callum debía ser el único que sentía curiosidad en aquella isla. A los 3 años, lo habian encontrado masticando un libro en la biblioteca. A los 9, nadando desnudo en pleno mar. Y ahora, con 13, la curiosidad lo atrapaba, y se le ocurrió una de las muchas estúpideces que iba a hacer aquel día.
  -¡Dave! -llamó al caotizado.
  -Si, amo.
  -¿Qué le dijiste al maestro Joseph?
-Lo siento, amo. No puedo decirlo.
Callum rió- Claro que no puedes -luego, con un movimiento de mano, aparecieron llamas negras, sacadas del puro caos- ¿Y ahora?
El ser parecía tentado.
-Es que... que...
Sus ojos se volvieron de distintos tonos de azules.
-El makaris está aquí... en la isla...
-¡¿QUE?!
-El único capaz de derrotar a su padre... y a usted... su padre supone que esta en el bosque... acompañado...
El corazón de Callum latía a mil. Y pronto, otra idea apareció en su cabeza. Miró a Estrago, que lanzó un ladrido.
-De acuerdo, Dave. Te lo ganaste.
Acto seguido, el ser abrió su boca tan ancha como pudo. El chico apretó las flamas en su palma, que se volvieron liquido negro, y lo dejó caer dentro de la boca de Dave. Luego este se dignó a masticar.
-No le dirás a nadie sobre esto.
-¿Y si me amenazan con caos?
-Entonces ya te abré alimentado.
Y se dirigió al bosque, seguido por su fiel mascota.

La pierna le dolía aún más, pero no se detuvo. Llegado el momento, el dolor ni le importó.
Tenia un objetivo en mente: el makaris.
Se sabía aquellos bosques como la palma de su mano. Si habia un visitante nuevo, se perdería. Y Callum sabía exactamente dónde.
La cabellera rubia apareció unos minutos después.
-No es nada -le dijo a una chica con dos trenzas que intentaba curarle una herida en la rodilla.
-Si lo que lo es. Podrías infectarte...
-Shhh... -le tapó la boca. Había visto su movimiento.
Solo se dejó ver, no podía cometer su proposito si estaba en los arbustos.
Ambos sacaron sus armas. Lucían un poco sorprendidos. Callum supuso que no se esperaban un niño de su edad allí.
Sin siquiera pestañar, utilizó magia de aire para sacarles sus espadas. Ató a la chica de manos y pies a un arbol con lianas. El chico rubio lo miró con odio, y él solo sonrió.
-Tu cabeza lucirá genial como centro de mesa en el escritorio de mi padre.
Volvió a invocar las llamas, pero esta vez no eran para alimentar, si no asesinar.
De las manos del chico rubio salieron chispas negras, pero Estrago lo tomó por sorpresa mordiendole la pierna izquierda, haciendolo caer al suelo.
-Bien, Estrago. Ahora -dijo dirijiendose al makaris-, te mataré.
Y cuando estaba a punto de lanzarle el fuego, miró los ojos de su objetivo, y toda la adrenalina desapareció. El dolor en su pierna volvió a ser insoportable, y al avanzar empezó a arrastrarla. Las llamas desaparecieron en su mano pues ya no quería usarlas. No quería matarlo.
Pues en aquellos ojos verdes vio suplica, y algo que desconocía se apoderó de él.
-Yo... no puedo...
Desató a la chica, que más shockeada que antes, levantó a rubio.
Ambos lo miraban perplejos. Y Callum los miraba como si fueran estúpidos.
-¿Qué esperan? ¡Corran!
Y eso hicieron, pero antes, el chico rubio se le acercó con la ayuda de su amiga y le dijo:
-Gracias, por tu compasión.
Y salieron huyendo de aquel chico de pierna rota, del quien le debian la vida.
Se acostó entre unas rocas con Estrago.
"Compasión" pensó "Así que así se llama".
  Y sin darse cuenta, se puso a temblar compltamente aturdido.

NOTA DE LA ESCRITORA

¡901 palabras!
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El chico de la pierna rota -MagisteriumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora